viernes, 28 de septiembre de 2007

280/Tendencias - El optimismo turístico - Por Roberto Bussero


Una saludable cuestión dialéctica


En definitiva, todo esto del turismo pasa por una muy gruesa dialéctica. Suponiendo que se tiene un producto, y sin entrar en la para mi ociosa discusión acerca de si éste “está” o “se construye”, lo que implicaría pasar a la aún más tediosa polémica sobre si la tarea del proponente es “mantenerlo” o “expandirlo”, veremos cómo se abrirían esos pares en tensión complementaria, cooperativa.

Por supuesto, tomemos el caso uruguayo; a dos meses del inicio de la temporada, se festeja el Día Mundial de Turismo mientras se ajustan las campañas para promocionar el verano que viene. Como siempre, el gobierno dice que confía en aumentar las divisas respecto al año pasado, aunque continúe el bloqueo, comenzando por citar problemas. Para el que lee o escucha, esa anticipación de contras – y, más, de una contra insalvable: si hay bloqueo en los puentes no se puede pasar, ¿qué hago con mi mujer, los chicos, mi suegra, el perro, las valijas, esperando que Kirchner, los ambientalistas y Tabaré se pongan de acuerdo en La Haya, Nueva York o Colonia? -, lleva a una primera conclusión: “mejor, no voy”.
Entonces, dialecticemos para construir la cuestión a través de ventajas – virtudes y perjuicios- carencias. Ese balance suele hacerse de dos modos: el gobierno impone lo que entiende mejor, las gremiales sectoriales oponen sus consideraciones abarcando: a) errores de la imposición gubernamental, b) perjuicios que les acarrearían soportar esa imposición, c) cómo se deberían hacer las cosas, d) que igualmente no puede garantizarse el éxito por la coyuntura internacional, la coyuntura regional, la coyuntura monetaria, el precio del dólar, el euro, el…, y la insoportable presión de los grandes destinos turísticos, hambrientos, angurrientos y, sobre todo, más cerca para la gente de más poder adquisitivo del mundo.
Ahí viene la parte en que, como síntesis menor, todos coinciden en acusas a las compañías aéreas de no alimentar convenientemente a nuestros aeropuertos, y las partes nacionales se reúnen en “fecundos y constructivos” diálogos que aseguran (asegurarían) una zafra memorable.

SALUDABLE

“Si bien los argentinos seguirán siendo los principales clientes del turismo en Uruguay, todo indica que la llegada de brasileños, europeos y norteamericanos aumentará respecto a la temporada pasada, frase tomada de un diario de hace pocos días, creo haberla leído/escuchado los últimos 20 o 25 años. Ahora se agrega que la llegada de “los cruceros son el principal indicio” de ese saludable boom.
Es decir, estamos en la etapa ascendente y constructiva de esa dialéctica, cuando es difícil pensar que no se caiga en un círculo vicioso, que no se esté caminando/corriendo/volando hacia una temporada mediocre, lejos de los boom de otrora.
Pero, digo yo, ¿no será que ahora no hay temporadas buenas y/o malas?, qué, quizás, no deba aplicarse el concepto de “temporada” como “zafra” y dejarlo para simples apreciaciones climáticas o vinculadas a ciertos énfasis determinados por corrientes de movilidad de pasajeros a escala internacional, regional, nacional, sectorial, social, cultural.
En ese sentido, que la llegada de la primavera se aproveche para realizar la exposición rural en el Prado y el Pilsen Rock de Durazno son índices de ciertas eventuales temporadas, y, por ahora, esos acontecimientos de múltiples efectos no han sido promocionados como tales disparadores.
En verdad, pensar esto me llevo más tiempo que las dos semanas que no escribí esta columna, pero decirlo sí me costó. Porque es demasiado obvio, y también demasiado contestatario: ¿cómo se le ocurre a este tipo comparar la tradicional temporada veraniega de tres meses de sol, playa y glamour con un conjunto de vacas rodeadas de gente que le ponen escarapelas o con una masa de jóvenes haciendo de tribu frente a un escenario donde desfilan guitarras y tambores cargando chiquilines de dudoso estado mental?

LA CUESTIÓN

Este año se anuncia que amarrarán 143 cruceros en los puertos de Montevideo y Punta del Este, incluso tres en un día, y se espera habilitar el llamado muelle La Pastora, en la playa Mansa, para descongestionar al puerto de Punta del Este.
Todo bien, pero se confunde la circunstancia, su unicidad propia de lo pasajero, con la evolución dialéctica que pueda preparar las revoluciones del caso.
Todo es cuestión de optimismo, cuando debía serlo de credibilidad.
Mucho es cuestión de suerte, azar; cuando debía serlo de adecuado análisis que devenga en apropiada y ascendente síntesis.
Ahora se apela a “la calidad de gasto", pero para gastar los turistas tienen que venir, y para venir tienen que tener cómo llegar y que esa venida – y la correspondiente llegada y posteriores salidas/regreso -sea cómoda, tranquila.
Así todo parece más sencillo y muy difícil, es parte de la condición del negocio, la competitividad, la espantosa globalización y la bienvenida mundialización, como apropiación humana del universo – orbe, de la cual el turismo es parte desde que la relación entre los pueblos al encontrarse no fue (sólo) la de conquista guerrera. Sencillo pero, irremediablemente, no optimista, porque éste es el inevitable par del pesimismo y a éste no lo quiero ver ni de lejos. Para nada.



publicado originalmente en portaldeluruguay.com

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