miércoles, 12 de septiembre de 2007

232/Tendencias . “Si las iguanas hablaran…” - Por Roberto Bussero

“Un año mas, vuelvo a la alegre Guayaquil. Mi primera visita fue para mis amigas las iguanas del Parque Bolivar. Las iguanas no hablan, pero están al tanto de todo. Con mesurada calma ven pasar a su alrededor niños y ancianos, locales y forasteros, sin inmutarse. Esperan cada día a su cuidador que les ofrece un apetitoso menú de frutas y vegetales. Los insectos las cazan sin ayuda. Después de saludarlas y apreciarlas, fui al barbero, y de inmediato a comprar una guayabera, para estar a tono con la ciudad”, el que escribe esto en un conocido y muy difundido boletín turístico es Lluis Mesalles, de quien he leído otras cosas, en ese mismo sitio,y no tengo el gusto de conocer.

En mi vida he tenido ese contacto amigable con una iguana, a la que identifico más con una rica cerveza liviana mexicana, de las que me gustaba-degustar en las calurosas tardesnoches de Guanajuato, ciudad “lechuga” identificada con simpáticas ranitas que siguen al turista por todos lados – aun tengo en el modular cercano a mi escritorio a dos de ellas haciéndose sonrientes e inocentes arrumacos, inmortalizadas en un material también típico de la región, no recuerdo su nombre).


Mesalles aprovecha las iguanas guayaquienses para repasar, supongo que sin intención monetaria, las bellezas de la ciudad: “Alrededor de la Plaza Bolivar, pocos cambios, si acaso un leve aumento del tránsito. Los taxistas ostentan vehiculos renovados, y muchos con su guayabera, proclaman la identidad de la ciudad. Los hoteles alrededor siguen estando allí, pero mejorando cada día. El Unipark (…) con detalles de impecable calidad en su servicio, eficiente, amable y ágil. Un importante desayuno con una excelente repostería, es la clave para iniciar con energía estos días; (…) El Gran Hotel, obra y gracia del supercarismatico Gino, un suizo enamorado de esta ciudad, mantiene su importante edificio con los brazos abiertos al viajero. El jardin interior, adosado a la Catedral, es su punto emblematico. Un hotel centro de atracción para la gran actividad social de la ciudad. En otra esquina, el Continental, recuerdo de la arquitectura de los 50, sigue teniendo su renombrada cafetería, superviviente del estilo de aquellos años, y donde perdura un estilo de servicio inamovible al paso de los años. Cocina a la vista, servicio 24 horas y personal bien compenetrado y guardián de las tradiciones hoteleras”.

Todo un catálogo comercialísimo derivado del verduzco reptil, para muchos una asquerosa criatura que serviría para probar que Dios no existe o no tiene sentido estético; o, quizás, el Eterno se olvidó de los reptiles…


Fuera de bromas teológicas (y, ya que estamos, agrego el final de la mentada notita: “En resumen, Guayaquil sigue enamorando, siempre pujante, elegante y cosmopolita”), el articulista ha logrado introducir el sentido de la marca y su terrible efecto (sobre todo para la competencia).
¿No nos sigue faltando marca? “Uruguay Natural” viene bien y está bárbaro, pero, perdonen, no provoca identidad: mientras el tango, el gaucho, el dulce de leche y hasta La Cumparsita, están muy compartidos – y el fútbol… -. Y recuerdo la broca que me dio ver un CD en una disquería de pleno Corrientes que hablaba del Zita, “Gran Alfredo”, como argentino. Hasta a Punta del Este la prestamos 20 días para otros mapas, y Roberto Giordano ordena mover las cabecitas desde “aquí, la República Argentina, para todo el mundo”.


En una modalidad que quizás sea nacional, investigamos sobre el tema y concluimos que no hay marca identificatoria, pero, cuando hubo propuestas para subsanar tal no pequeño inconveniente, fueron absolutamente olvidables.
Tenemos el comienzo, somos naturales, falta encontrar el bichito, la piedra, la cosa que sea “NUESTRO OBJETO”, marca uruguaya, industria (industriosa), con todas sus repercusiones mundiglobales. Que se logre. Así sea. y que venir a Uruguay sea como pedir una gilette, sacar una Xerox, tener un lee o levisd (como era “pegarse” el pelo con brancatto o unirlo con glostora). ¿Pedimos mucho? No es para menos.

No hay comentarios: