miércoles, 27 de junio de 2007

Papeles y cenizas 2- Libertad y seguridad - por SV

Por Santiago Valledor (periodista, escritor)

¿Qué va a hacer la sociedad con la discriminación?
¿Qué va a hacer la sociedad con la inseguridad?
¿Qué va a hacer el hombre con su libertad?
No es tema ni problema, porque, a esta altura y a todas las alturas, la realidad no se tematiza ni se problematiza.
Es que la dialéctica político social entre libertad y seguridad es tire-y-afloje que no sabe de sensaciones ni de percepciones, aunque los estudios - encuestas, análisis, números, opiniones, síntesis - vienen bien.
¿Hasta dónde el hombre puede entregar parte de su libertad para lograr más seguridad - física y psicológica -?

Cualquiera sea el concepto de libertad que asimilemos, se mantiene la necesidad de vallas, barreras, límites. Esto es: la libertad se practica en cuanto se hacen cosas que se pueden hacer dentro de las limitaciones plausibles en un marco social determinado, tan determinado que no deja dudas en cuanto a lo que se puede hacer.
Por tanto, la libertad tiene grados en cuanto a la ejecución - última etapa del supuesto proceso volitivo - y podemos suponer que es el sujeto (libre) el que discurre - elige - cuál es el grado de libertad que estima necesario para poder sentirse-ser libre.
Ese no es un galimatías, y menos lo es hoy, cuando la libertad física y psicológica sólo parece lograrse en la acción de encerramiento - bunker - y gritar a los que están fuera "¡están todos presos!", sabiendo que serían ellos los libres y nosotros los superlimitados.

La sociedad que apuesta a los no-lugares, a los megaeventos, a la hipercomunicación - que in-comunica - tiene grandes facilidades para hacernos creer que estamos libres en espacios y tiempos reducidos, donde no sería necesario cuidarnos del otro y sentirnos seguros, todos vigilados y educados para soportar límites.
Ese "soportar" implica tolerancia, dejar estar con-nosotros, los iguales, con barreras suficientemente eficaces como para dejar fuera a los no-iguales, los diferentes, los que pueden y merecen ser discriminados.

Así no funciona una sociedad, no puede funcionar.
Si unos pocos entregan libertad para sentirse seguros y re-inventan el concepto de tolerancia para discriminar a otros muchos, sólo crean in-tolerancia - en definitiva, fascismo - y generan desde rabia - bronca - hasta subculturas que se convierten en contraculturas. Entre éstas, naturalmente, la delincuencia y la apatía social, mayor hoy en un mundo de migrantes, de errantes postcivilizatorios.

Así no.

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