lunes, 25 de junio de 2007

Dialéctica - EL PARADIGMÁTICO CASO DE LA FOTOGRAFÍA - Por Roberto Bussero

Un caso respecto a la dialéctica de lo trascendente...

Voy a ingresar en el ejemplo de la fotografía, el acto fotográfico y el producto fotográfico como caso o ejemplo paradigmático del vínculo del espacio y lo temporal, unidos en el instante, con la actividad humana – trabajo – y su producto “global” – no globalizado -. Toda praxis.


La fotografía es un arte – con lo que implica de técnica, creación y construcción – y, por tanto, reconstrucción del mundo. Más allá de su capacidad como herramienta de investigación (no sólo indicadora de usos y costumbres, sino también de creencias y valores), la fotografía es el único arte (ciencia y disciplina) que capta el instante único de relación hombre – resto de la naturaleza, dejando al descubierto identidades y contraidentidades sociales, culturales y civilizatorias.

Verdaderamente “patrimonio” (propiedad, posesión), en todos esos sentidos, la fotografía juega como nadie con el instante y la presencia, por más que delate procesos temporales y ausencias.

Quizás esté ahí la esencia del papel de la fotografía como objeto, del fotógrafo como actor/agente y del hacer fotográfico como plus objetivante de un producto concreto, “real” representando realidades como “irreales”, valga el juego de palabras.


Jean Baudrillard apunta valientemente en esa dirección, partiendo del efecto espejo y culminando con la determinación objetiva de la foto. Dice: “un objeto fotográfico no es mas que la huella dejada por la desaparición de todo el resto”, destacando la unidad sin ambigüedades del producto.

Continúa: “desde lo alto de ese objeto excepcionalmente ausente del resto del mundo tenemos una vista inexpugnable”. Esto es: esa unidad sólo presenta lo que muestra de una vez y para siempre, y nunca más nada más, por lo tanto, desde que se escucha el clic de la cámara queda definida la creación; ese es un acto creativo, cuyo resultado cultural y civilizatorio estamos obligados a conservar, a cuidar, proteger y defender como acto artístico e histórico, cosas que no son separables y menos incompatibles.

También estamos “obligados” a interpretar, lo que es buscar desde el yo una percepción particular de lo objetivable que tienda a comunicarse, hacerse social/cultural.


Terminando con Baudrillard: “La foto preserva el momento de la desaparición, y por tanto el encanto de lo real, como de una vida anterior”. Digo: captura lo que presenta en el tiempo y, como él también indica, lo hace “en silencio”, lo que es una de sus cualidades más interesantes y que lo diferencia del cine, la televisión, la publicidad.

La conservación o preservación que logra la foto supone el símbolo de los símbolos, juega entre dos presentes hasta anular la dimensión tiempo, para hacerlo con dos espacios ocupados, hasta redimensionarlos, explicarlos y perderlos, para iniciar otro ciclo. En ese sentido, la foto se puede contar, narrar, nunca explicar.

Este puesto “privilegiado” entre los mensajes icónicos (Alfredo López Serrano) no puede ser arruinado por la tecnología, que sólo agrega manejo de la imagen, pero no le quita poder.
López Serrano cita a Hockney, quien proclamó “la muerte de la fotografía”, en realidad no hay tal difunto.

Ese arte entró en un proceso de transformación e, incluso, de generalización de acceso, casi lúdico, ejemplo de cómo el hacer tecnológico permite la ilusión de dominio sobre el medio.

En definitiva, la fotografía ha abierto las condiciones de la iconicidad, a las cuales aún hoy deben acogerse cine y televisión, y, en ese sentido, marca el inicio de la contemporaneidad y debe defender su espacio, recreando la eterna actualidad de la relación mundo interior – mundo exterior (trascendencia – inmanencia, objetividad – subjetividad) representada en la imagen, en un proceso al que simbólicamente se fija comienzo en las pinturas rupestres.

Allí está el inicio de un nuevo proceso civilizatorio que se multiplica en miles de concreciones – abstracciones, simplificaciones – complejidades, en las cuales se deben admitir también elementos estéticos, perfeccionistas, modeladores del gusto en el marco de condiciones sociales concretas.

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