lunes, 27 de abril de 2009

620 - 10-09 - Polis - El destino de la izquierda uruguaya - Esteban Valenti

* COMO en casi toda polis, subyace y se explicita una polémiva,
bienvenidos los polemos!!!!!!, red
Como voy a tratar de decir cosas pesadas y graves no sé si lo lograré o si me atreveré , me siento en la necesidad de hacer algunas aclaraciones previas. No creo en el tremendismo y en el efectismo, no vengo ni de esa cultura política ni la he practicado.
Si me interrogo sobre el destino de la izquierda uruguaya, me estoy interrogando en definitiva sobre el destino nacional - por la importancia que la izquierda asumió en el país - y me estoy preguntando sobre mi propio destino personal. Y con esas cosas no jugueteo.
Otras premisas. No creo en absoluto que José Mujica y sus más directos compañeros sean un grupo de primitivos e incultos que encontraron una veta para captar determinados sectores de la sociedad uruguaya. Al contrario, lo he dicho y lo reafirmo nuevamente, tienen una visión estratégica, política e incluso antropológica de la política y la sociedad uruguaya. Con las que yo tengo pocas coincidencias. Esta campaña electoral ha profundizado mis diferencias.
Tampoco comparto la idea bastante extendida en sectores de la izquierda de que Mujica comete errores en forma permanente. Creo que es inteligente, sagaz y que incluso trata de demostrarlo de manera permanente, no quiere quedar prisionero de una imagen primitiva y tosca. Y creo que su estrategia de emitir opiniones de impacto de manera permanente no es una táctica, ni una postura circunstancial, es parte esencial de una estrategia para dar la batalla cultural y política. Y que en especial Fernández Huidobro le agrega aspectos emocionales y reconstrucciones históricas funcionales a esa estrategia. En eso son profundamente auténticos. Con estos aspectos y sus definiciones tengo diferencias todavía más profundas.
Nuestro destino
Ahora vayamos a la pregunta de fondo sobre el destino de la izquierda uruguaya. Partiendo naturalmente de dos factores que se cruzan siempre y en particular en este momento: historia y futuro, tradiciones y proyectos políticos, sociales y culturales.
La izquierda uruguaya hoy – y las elecciones son simplemente un episodio más, muy importante, pero totalmente parcial – está ante una alternativa como no se registraba desde la década de finales de los años 60, pero desde el punto de vista cultural e ideológico mucho más profunda. En aquellos tiempos había líneas constantes y “duras”, que nos condicionaban a todos. Hoy, no existen o se han diluido.
No creo que ante un tema de estas dimensiones se deba recurrir a las simplificaciones, pero para tener una dimensión completa de lo que voy a referir invito a los lectores a leer la entrevista al senador Mujica en la radio el Espectador del 13 de abril de este año
http://www.espectador.com/1v4_contenido.php?id=148841&sts=1 Como verán tomé en cuenta las definiciones más recientes.
Hay que partir de la total coherencia de todas las afirmaciones allí contenidas. Dice cosas y las reafirma y fundamenta. Y aprovechando voy a referirme a la famosa frase sobre “como te digo una cosa te digo la otra”. No es un “error” es parte esencial de una visión metodológica, de un pragmatismo esencial, de la necesidad de tener siempre la capacidad de que el “sentido común” y la comunicación con los diversos interlocutores sea la prioridad absoluta. Y en ese sentido comparto la opinión del gran semiólogo Roland Barthes “el sentido común trafica ideología”
Los Kung San (
ver la publicación del artículo sobre este tema incluida en esta edición de Bitácora)
La idea y la referencia a los “Kung San”, los bosquimanos, expresada como modelo o proyecto –obviamente adaptado a la sociedad uruguaya – es absolutamente congenial con la propuesta de traer pastores bolivianos, peruanos indígenas pobres para poblar el campo uruguayo. A eso se refiere incluso en su reportaje de El Espectador. Es transparente, claro y sólo el que no quiere o se hace el distraído, deja de verlo. Es parte esencial de una visión de la sociedad uruguaya.
Su visión de que sus colaboradores más cercanos en el gobierno, incluyendo ministros, deben aceptar vivir con 20.000 pesos mensuales, su forma de vida en una chacra de las afuera de Montevideo y todo su estilo de vida es coherente con esa visión política y antropológica. Lo ha repetido hasta el cansancio. No es ninguna caricatura.
Incluso algunos episodios y reconocimientos asombrados sobre la industria turística o su visión sobre la discriminación de “clase” de la que sería objeto en el Frente Amplio son parte de su visión. El papel que le atribuye o que critica de los abogados, los escribanos, los economistas, corresponden a ese diseño. Hay que reconocerle nuevamente su coherencia, no son elementos episódicos. Y no son descripciones de la realidad, son su propia visión de la sociedad a la que el aspira en el Uruguay, al socialismo a su estilo y definición que es su meta. Lo ha dicho explícitamente
En cuanto a temas más lejanos, como la historia, o el manejo de la tecnología y la ciencia no escapan a esta visión integrada y completa – que podremos discutir y polemizar – pero que hay que reconocer que no las oculta en absoluto. La reivindicación permanente de su pasado tupamaro, hasta el relato hecho por Fernández Huidobro sobre el postrero aporte de Raúl Sendic, ya al borde de su muerte, al referéndum contra la ley de caducidad, son de una claridad meridiana. Recomiendo su lectura en la contratapa de La República
http://www.larepublica.com.uy/contratapa/360295-veinte-anos.
Podría agregar otros muchos elementos, pero me parece que estos son representativos de un pensamiento, de una forma de ver la sociedad uruguaya y en cierto sentido, el mundo en su conjunto.
La violencia y la ideología
Aclaración: si pensara que lo que está en juego es una visión básica de democracia lo diría explícitamente. No necesito explicar las razones. Existe otra constante en el razonamiento y en la práctica que corresponde a esta visión ideológica y política, es el uso y abuso de los elementos administrativos y coercitivos del Estado en la vida social y a nivel político, cierta forma de prepotencia. Este último elemento se corresponde casi siempre con esas visiones globales y totales del destino del mundo.
Los ejemplos de este uso y abuso de los instrumentos administrativos y coercitivos del control – que son formas de empobrecimiento de la práctica y de las ideas de la democracia – se expresan en la propuesta de una policía administrativa para resolver las limitaciones burocráticas, las reacciones frente al tema de las drogas y los jóvenes o por ejemplo, el reclamo de controlar la acción de las encuestadoras de opinión pública. Todas cosas que están al borde.
Estas formas de actuación prepotente, no tanto de Mujica sino de su barra chica tienen por otro lado connotaciones en la lucha política. Las tuvieron en la interna del MPP con el caso Nicolini, con otros casos de ajustes de cuentas dentro del Frente Amplio. La lista es bastante amplia.
La base de todo refiere a una visión de que hay que defender la pureza y esa supuesta pureza ideológica puede llegar a justificar demasiadas cosas, algunas realmente no tan santas. Esa reivindicación de la “pureza” la hizo explícitamente Julio Marenales, hace algunos años, en un reportaje desde el interior del país, al atribuirle a la falta de cuadros del MLN las carencias de la IM de Montevideo.
La experiencia concreta y palpable no podía ser peor. El cerco que se le impuso a una excelente persona y profesional como Ricardo Ehrlich por parte de la “barra chica”, dio resultados nefastos. Pero la pureza estuvo a buen resguardo.
Los resultados y sus causas.
Repetiré una frase desgastada: las mayorías no dan la razón. Son un elemento importante, pero sólo miradas en el largo proceso de la historia marcan tendencias y derroteros maestros. Aquí, en Uruguay, no sabemos todavía dónde terminaremos, pero no hay duda que esta corriente tiene hoy una enorme fuerza en el país y en la izquierda uruguaya. Desconocerlo sería estúpido y miope.
La otra comprobación es que han logrado prácticamente absorber en su proyecto nada menos que al que fuera el más grande partido de la izquierda uruguaya y con un peso cultural, ideológico, social y político muy importante en el pasado, el Partido Comunista. Nadie todavía puede arriesgar un pronóstico sobre la relación de fuerzas dentro del conglomerado que apoya a Mujica, pero lo más importante no es sólo la supeditación cuantitativa sino la total victoria y sometimiento ideológico y sobre la propia historia. Es realmente asombroso. Merecería análisis más detallados. El cambio en este sentido es total, no es táctico y es mucho más profundo que el que se produjo luego de la crisis de los años 90 en el PCU.
¿Cuáles son las causas de este crecimiento? Obviamente no hay una sola causa, pero para entender el proceso hay que tratar de encontrar respuestas. Yo ensayo algunas.
Ante una izquierda que en muchos casos está todavía shockeada por la caída del muro, que se ha replegado de una visión integral y de propuestas audaces y a largo plazo sobre las alternativas al sistema - en particular en los partidos marxistas o de origen marxista-, hay que reconocer que esta visión integral y una estrategia de apoyo consecuente y constante son una importante ventaja, y es precisamente con esa ideología en su conjunto y no con sus episodios que yo estoy radical y profundamente en desacuerdo, y la considero muy negativa para la sociedad uruguaya y para la izquierda de este país. Es más, me cuesta mucho reconocer sus raíces progresistas. Soy consciente de la gravedad de esta afirmación.
La pobreza del debate ideológico incluso de la investigación y la reconstrucción histórica de los grandes partidos, pero sobre todo del PCU y más en general de la diáspora comunista – entre los que me incluyo – dejó el vacío necesario para que lo ocupara una reconstrucción totalmente parcial del período previo a la dictadura y sobre todo, durante la dictadura. Al punto que si se hiciera una encuesta sobre quiénes combatieron a la dictadura del 73 al 84 en el Uruguay, un sector muy importante de los uruguayos dirán que fueron los tupamaros. Y no es culpa de ellos esta grave deformación, es entera responsabilidad nuestra, del resto.
Yo sentí una profunda vergüenza cuando en una intervención de Gerardo Caetano en un homenaje a Arismendi reivindicó el PCU en la lucha contra la dictadura pero sobre todo, que el eje de la represión fueron los comunistas. Estaba haciendo, como historiador y hombre de izquierda, lo que no fuimos capaces de hacer nosotros. Me incluyo en primera persona, asumo mis culpas.
Hay un elemento cultural-social que hay que incorporar al análisis: la sociedad uruguaya ha cambiado profundamente, su relación con la política, con la lucha de ideas, con los líderes y con elementos complejos como el conjunto de las causas colectivas se ha modificado profundamente. Se ha empobrecido en todos los planos. El proyecto Mujica ha logrado captar y reaccionar perfectamente esos cambios y darle respuestas, claras, simples y sobre todo, transmitir un humor, una sensación general y difusa pero muy fuerte. Asumamos otro hecho: el proyecto está basado esencialmente en la figura de Mujica, del “Pepe” que no es un nombre, es todo un mensaje. Su fuerza está más que en su propuesta, en su identidad.
¿Es marketing o filosofía? No despreciemos a los uruguayos, son nuestros compatriotas en todos sus matices y contradicciones. Es capacidad de comunicación y sobre todo, es política.
Y es a este último elemento esencial que me voy a referir en las causas del proceso. Nos equivocamos, creíamos que sólo o fundamentalmente desde el gobierno podíamos hacer política de izquierda y ése fue un grave error. El vacío sustantivo dejado durante cuatro años por el Frente Amplio, en su imprescindible batalla política y cultural en la sociedad uruguaya, fue ocupado por una figura, un mensaje y en mucho menor medida por algunos aparatos.
Mientras la batalla del FA debía ser contra las ideas de la derecha, contra la derecha como elemento político, para construir una base socio-político cultural del cambio y de la izquierda, más fuerte, más profunda, más arraigada, el eje se desplazó en otra dirección y tuvo a Mujica -y en menor medida al MPP y al MLN- como sus protagonistas. Y esos errores se pagan, duro.
La derecha lo ha comprendido perfectamente, sabe a ciencia cierta que contra la izquierda “Vázquez” (para sintetizar) con todos sus matices y diferencias, es imposible triunfar en las próximas elecciones. Apuesta todas sus cartas a triunfar sobre la izquierda “Mujica”. La izquierda “Vazquez” está hoy representada tanto por Astori como por Carámbula. Y todos lo sabemos, aunque hagamos cuentas electorales.
¿Y?
No estoy para describir la situación o interpretarla, quiero seguir siendo un actor, alguien que se involucra. Y tengo claro una cosa y quiero asumirla explícitamente, quiero quemar las naves, o mejor dicho la única que me queda: si en junio triunfa ese proyecto me sentiré derrotado y responsable directo de esa derrota. No abandonaré la lucha porque es parte esencial de mi vida, pero cambiarán mis prioridades. Es posible que esto alegre a unos cuantos, pero lo que quiero significar es la profundidad de lo que creo que está en juego. Al menos para mi. Y hoy no me siento para nada derrotado, si introduzco este elemento ideológico, si no me acomodo es porque creo en primer lugar en las ideas y en segundo lugar porque considero que se puede ganar. En ese orden.
Estoy absolutamente convencido que es una batalla que está todavía en curso y que hay posibilidades ciertas y concretas de ganarla, cada día que pasa me entusiasmo un poco más en este difícil proceso y encuentro en muchos, muchos compañeros, la misma vieja y querida pasión de siempre y de ahora. Me ha rejuvenecido la vida y la política. Cosa nada fácil.
Es una batalla que para mi va mucho más allá de una simple batalla electoral, tiene que ver con una visión del mundo y de la sociedad uruguaya. Mi discrepancia con el proyecto Mujica es muy profunda y no puedo ponerme a calcular como un timbiriche si estos debates dan o quitan votos, lo que ahora me preocupa es hacia dónde vamos.
Considero que esa interpretación es profundamente equivocada y contiene peligros muy grandes porque es contraria a la tradición de la propia izquierda como idea de progreso, no considero que sea antropológicamente ni culturalmente progresista. Lo digo en el sentido histórico del término. Los Kung San, de los que tuve referencia hace muchos años en Angola, no me parecen ni remotamente un modelo de formas de vida y organización del trabajo y la sociedad. Son una de esas novelerías sustitutivas de teorías serias y profundas. Lo lamento por Marvin Harris y su formidable aporte a la antropología del siglo XX a partir de su materialismo cultural.
No quiero ni remotamente que los uruguayos tengamos como referencia un país de pastores de ovejas y cabras que trabajen dos horas por día y que no tengan ni jefes ni guías. No es el “sueño que yo persigo” y lo que es mucho más importante creo que tener de presidente de la república alguien que persigue ese sueño es profundamente equivocado. Aunque suene novedoso y aunque asumo y presumo todas las adaptaciones a la realidad nacional. Es la visión la que me resulta equivocada, anti histórica. .
Es más, creo que es una ideología profundamente funcional al conservadurismo y que afecta sobre todo, a los más débiles, a los pobres y a los trabajadores. En un mundo en que la derecha, las grandes fuerzas del sistema reclamarán y tratarán de imponer resignación ante las tragedias y las consecuencias de las catástrofes económicas y sociales producidas por su ultra liberalismo -y sobre todo, por la codicia elevada a la suprema condición humana y motor del capitalismo-, lo que necesitamos es rebeldía, no adaptación a una vida casi monástica y pastoril.
En un momento en que la izquierda debería lanzar una gran contraofensiva política e ideológica con una bandera principal y absoluta: la centralidad del trabajo, el trabajo como valor económico, social y cultural de la civilización, creo que la idea central del proyecto de Mujica es un grave error.
Son los trabajadores que deben reivindicar más que nunca el fracaso de las cadenas de valor que excluían el trabajo como elemento esencial de progreso y de producción y colocaron la especulación como el rotor del mundo. ¿Los Kung San tienen algo que ver con una cultura moderna, actual, del trabajo como eje central del progreso y el desarrollo de la humanidad? Todo lo contrario, el trabajo es un elemento despreciable, lo principal es aceptar las condiciones básicas de pastores-cazadores para subsistir y utilizar su tiempo. ¿Es ése el socialismo del siglo XXI?
Si es ése, no es el mío, y creo que no tiene parentesco alguno con el socialismo. Considero que sería un retroceso histórico y a todos los niveles para la sociedad uruguaya. Y no me refiero a ninguna caricatura de las posiciones de Mujica, me refiero a la coherencia de sus principales propuestas e ideas y al respeto intelectual que hay que tenerle por animarse a asumir esa postura y defenderla. No simplifiquemos.
¿Esta posición es mayoría en la izquierda uruguaya? ¿Lo es en la sociedad uruguaya? Estoy profundamente convencido que no, pero...las ingenierías electorales, los eslabones que se van generando pueden tener una influencia determinante. Y podemos descubrirlo tarde, muy tarde.
Ya tengo una edad en que me siento obligado siempre a mirar hacía atrás, allí está la parte más larga y más densa de mi vida. Además, soy uruguayo. Por eso no puedo evitar formularme una pregunta final: ¿cuánto tiene que ver este proyecto, estas ideas con las ideas de nuestros grandes viejos, con nuestros fundadores?

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