martes, 22 de abril de 2008

4O9 - Trastienda - Miradas 2 - Fernando Caputi

La grandeza de 300 espartanos, el fútbol glorioso

Cada vez que se da la oportunidad, mi hijo Danilo propicia conmigo un completo y descarnado intercambio informativo sobre fútbol, innata pasión heredada que ha conservado intacta en su valija de emigrante los nueve años que residió en Brasil y los 23 que lleva en México.
Opina con agudeza, la misma que siempre demostró pegándole a la pelota desde muy chico en Montevideo, cultivó en São Paulo –adolescente, en la Olimpíada de los Inmigrantes armaba y definía jugadas junto a un ya veterano pero magistral Pedro Rocha, sin omitir el combate al estilo Darío Pereyra, a quien observaba in situ domingo a domingo–, muestra como amateur en Monterrey hasta donde sus meniscos a contramano se lo permiten, y, aunque no lo confiese, sueña con detectar en su primer descendiente varón, de pies inquietos y un mes de nacido.
Danilo me presta el video de “300”, un tajante y rudo filme canadiense sobre la heroica resistencia de Esparta a las invasiones del sometedor imperio persa.
“Sería bueno que lo vieran los jugadores de la actual selección uruguaya”, reflexiona. Sin que se haga necesario explicitarlo, alude al imponente contrapunto existente entre el áureo medio siglo de glorias celestes por las que, sin haberlo vivido, siente orgullo, y lo que vino después, casi totalmente desprovisto de aquella garra, palabra incorporada al léxico lusobrasileño en 1950.
Y es que la gesta griega se sustenta en una sublime, superior determinación, primero individual y por ósmosis colectiva, frente a la adversidad de cualquier aplastante poderío adversario, y la fe –en uno mismo, no me vengan con religión– en doblegar lo teóricamente imposible con coraje inagotable, como a diferencia de otros uruguayos de su generación y siguientes, mi hijo bien sabe que ocurriera en Maracanã.
La película es de película y, en verdad, podría ser tanto o más estimulante que dólares y euros en futbolistas transferidos al Exterior y retornados al país para coyunturas que en general los presentan por entero desarraigados.
Pero de igual manera le cae de medida a directores técnicos, por más maestros que se les denomine, para tentarlos a recuperar la mejor esencia de nuestro hazañoso pasado deportivo, que no está muerto sino apenas hibernando, y encender con decisión, confianza y amor propio a planteles tan faltos de motivación que no pasan de poblar anodinas zonas intermedias de sus campos de batalla, buscando empates que acaban significando derrotas.
La comparación de los tiempos prueba que, en un sentido amplio, la mitología no excluye pasados recientes. Hobby que obsesiona y en esta ocasión me induce a situar el cambio de mentalidad futbolera, ya advertible bien avanzada la década de los 80, en una actitud coincidente, la de festejar sus cada vez más escasos goles de manera payasesca, ensayada durante la semana.
Fue así, pienso yo, que se fue considerando secundario intentar fintas y perfeccionar otros fundamentos como el de saber manejar la pelota, globalizándonos en festejos tontos de cuño circense y, en lo formal, poco varoniles.
Como si la estampa rebelde de guapo del 900, que con fecundidad transitara buena parte del siglo XX por bares y cafés de hacha y tiza, nos la hubiesen permutado en antagónicos sucedáneos, mal llamados boliches –como si dieran continuidad a aquéllos– o pubs, de filosofía más salsera que de tango.
Bajo ese enfoque no consigo imaginar a Matías González, Obdulio Varela o Schubert Gambetta bailoteando como gráciles duendes de ballet en torno al banderín del córner tras el gol de Edgardo Alcides Ghiggia.

Fernando Caputi (22.1.08)

A CIELO ABIERTO

Cigarrillos en la canasta familiar de Iemanjá

Cuando el tráfico de esclavos que lo pobló, como intacto matute Brasil recibió el candomblé de umbanda, que sus gobiernos de raza blanca persiguieron con denuedo, policía mediante, hasta la década de 1940. Allí, de los clandestinos terreiros (locales de culto fetichista afrobrasileros como macumba y candomblé) comenzaron a trascender unos veintitantos orixás (dioses) con las mismas buenas o malas pasiones del ser humano y en virtual equivalencia –por ejemplo, entre Ogum-Marte y Xangó-Júpiter–, con el Olimpo romano.
En esa especie de gabinete ministerial de la naturaleza, las carteras de fertilidad y cosechas fueron suprimidas de entrada en los quilombos (escondrijos de negros fugitivos, donde como escuela de defensa personal naciera la capoeira), porque no era cosa de generar hijos también esclavos ni multiplicar riquezas de expoliadores señores del café y coroneles de otras pingües agroindustrias.
Por fin, el candomblé terminó por asomar a la luz del día en simultáneo con la “apertura” política de João Baptista Figueiredo (1979/85). El propio presidente invitaba a almorzar en Planalto, junto al cardenal primaz Avelar Brandão Vilela, a la mae-de-santo (sacerdotisa) Olga Régis de Alaketo, y se supo que el mandatario consultaba de oficio los problemas de Estado, por teléfono directo, con otra mãe, María Escolástica de Conceicão Nazaré, la Menininha do Gantois, la que en Bahía de todos los santos el devoto cronista-escritor Jorge Amado sitúa “por encima de toda y cualquier divergencia política, económica o religiosa”.
La hiperañeja Menininha encarnaba la fusión –ya en pleno andamiento– con la religión católica que de paso aseguraba profesar, y a despecho de la incurable elefantiasis que padecía, se declaraba hija de Oxum, vanidosa divinidad faceira (elegante y seductora) representada con un espejo en la mano.
Por entonces, los ritos ganaban la calle. A metros de cada terreiro, era más que casual que apareciera una santería donde adquirir insumos para serviços (actos religiosos) o trabalhos de sapa (acciones ocultas contra alguien), y en los cruces de calzadas o caminos, salvo ciertos extranjeros sureños, quienes guiaban vehículos esquivaran generosas macumbas (palabra también referida a una ofrenda ritual de origen mixto candomblé-espiritismo) en muestra de respeto y/o temor.
En la plantilla, aunque no siempre en planilla, desde siempre todo club de fútbol del país campeão do mundo alista pai-de-santo que se precie o, al menos, un especialista en trabalhos sucios contra equipos rivales. Que en los 60 el Náutico obtuviese seis títulos casi seguidos en Pernambuco se atribuía a su asalariado Pai Edú de Recife. Pero le receta no tiene garantía. El golero João Leite contrató un servicio que le permitiera debutar invicto como profesional en Atlético Mineiro, sufrió siete goles y optó por convertirse en pastor bautista y propulsor del conocido grupo Atletas de Dios.
Explicada en Brasil como “fenómeno natural”, la nueva religión prescinde del concepto cristiano de pecado salvo en cuanto a omitir tributos alimenticios o inmolar animales para asegurar protección de orixás. Sincretizado con Nossa Senhora da Conceição, el fenómeno se introdujo en Uruguay como producto global de exportación con cada vez mayor presencia de fieles y ansiedad. Tanta que en este 2008, en Montevideo adelantaron de hecho 24 horas la fiesta-ofrenda del 2 de febrero (Día que la iglesia prescribe como de la Candelaria).
Rebosante canasta alimenticia sometida a los caprichos del mar, que al depositar esa resaca en la orilla, entre restos de barquitos en isopor, flores, frutas, gallinas y pop acaramelado devolvió cajillas de cigarrillos que la diosa no llegó a consumir aunque se presuma que su reino no es local cerrado.

Fernando Caputi (11.2.2008)

DESCHAVEZ

Del delivery proveedor de petrodólares al show-room belicista

Como verdadero no vidente, confiaba a ciegas en su sino.
Pero sobrevienen, en contra, signos.
1. El 2 de diciembre, como en aquel inolvidable quiebre crucial de la dictadura uruguaya, un No en las urnas desbarata el zafarrancho constitucional tramado para perpetuar. En este caso, un imperialismo siniestro por definición y esencia.
Estupefacto, inicialmente acepta el revés con hidalguía, pero recapacita –revolución y sufragio no son lugar para los débiles–, y en horas reencuentra su léxico retórico personal al calificar como “de mierda” (sic) la victoria cívica del pueblo venezolano.
2. El empalagoso afán de rodear, venerar y heredar al tambaleante pero “insustituíble” Fidel, desacreditando (a la sordina) al más que postulante Raúl, acaba en pretensión castrada con la sucesión en favor del hermano menos barbado, probatoria de que en la isla manda, en exclusiva aunque obsoleta, una pyme ideológica familiar.
3. Como para llevarse el mérito, muestra un fugaz semblante humanitario al intermediar, sin suficiente aval del vecino presidente Alvaro Uribe, en la liberación parcial de rehenes por las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, hasta que es desoída por insólita su extraviada pretensión de obtener, para las Farc, un status internacional.
4. Reabre el diccionario de insultos a Uribe, asentado en la, por repetida, aburrida acusación todo terreno al capitalismo yanqui, como si anteviera que la repentina incursión militar colombiana en Ecuador y muerte terrorista del terrorista Raúl Reyes, el primer día de marzo, traerá el deschave de lo que contienen los discos duros incautados como minucioso aide memoire, agenda-balance y entrañable álbum fotográfico del guerrillero.
5. Anticipando que llevará al Tribunal Penal Internacional evidencias del “patrocinio y financiamiento de genocidas” por Venezuela, Colombia denuncia “relaciones vinculantes de las Farc con gobiernos de, por lo menos, Venezuela y Ecuador”, subvención de $ 100 millones por la organización ilegal a aquel Hugo Chávez preso por golpista, retribución cash del ya mandatario bolivariano a las Farc en febrero último, U$S 300 millones que vendrían a confirmar el auge de un activo delivery capitalista desde la contramano.
6. Los mandatarios venezolano y Rafael Correa, ecuatoriano, ponen el grito en el cielo y tropas en frontera, el boliviano Evo Morales eleva a un altiplano conceptual su predilecto chavismo, y desde La Habana el insustituíble goza en lo íntimo al asegurar haber escuchado, “con fuerza, las trompetas de la guerra en Sud América”.
7. Con un genérico “Queremos la paz”, Cristina Kirchner sigue ignorando los petrodólares de contrabando fletados desde Caracas mediante poco cuidadosos intermediarios; el peruano Alan García -ajeno al lobby populista– contribuye a flexibilizar la escala Richter del terremoto político andino; el gobierno de cambio uruguayo reencuentra al fin el camino de la diplomacia e insta a los tres gobiernos confrontados a evitar cualquier acción bélica y dilucidar diferencias en foros institucionalizados, propuesta de consenso en el grupo de partidos pero no de su conglomerado interno, menos aún del pintoresco canciller saliente.
8. El 4 de marzo, ante la Comisión Permanente de la Organización de Estados Americanos (OEA), una sensata mayoría de Estados miembros baja la pelota al piso. Colombia-Ecuador superan su entredicho binacional civilizadamente, en tanto Venezuela agiganta el limítrofe show-room donde exhibe su poderío militar.

Fernando Caputi (6.3.08)

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