martes, 22 de abril de 2008

407 - Trastienda - Miradas - Fernando Caputi

CONSUMO

Nuevo collar sube el precio del mismo perro

Renovar el envase-presentación es una de las variantes comunes en merchandising y marketing, términos asimilables tecnicismos afuera y vulgo adentro.
En propaganda, vidrieras y anaqueles, el recurso equivale a un juego de artificio dirigido a conmover al público.
Pero adosar a cada operativo otro término en inglés –recuérdense sachet y blister– tiende a cautivar, en especial, a siemprelista clientela novelera que, advertidamente o no financia un indirecto tonlieu, galicismo que alude al derecho de piso que se exigía mucho mas atrás en el tiempo, al surgir en Europa los burgos. Que debe haber sido cuando la evolución del packing echó a andar.
El caso es que, sacudido por la oferta en la plaza montevideana de similares mucho más baratos, el jugo de fruta en polvo soluble “A” busca recobrar demanda innovando con 10 sticks de 7 gramos cada uno en una cajita tarifada en supermercados a $ 24,90.
Pero por ese total de 70 gramos netos –que, lo dice el industrial, rinde dos litros de refresco–, el mismo producto contenido en sobres cuesta $ 13,80. Vale decir que cada millar de compradores de una cajita de sticks per cápita, para pretendida y supuestamente actualizarse el conjunto pagará $ 24.900 en vez de $ 13.800. Un ochenta y tanto más.
Pésimo negocio para el consumidor incauto, muy bueno para intermediario, vendedor final y, sobre todo, fabricante, en este caso argentino (¿Será que pasar el producto por los puentes, si es que pasa, genera un tributo ambientalista cada vez mayor?).
Del mismo origen foráneo, la marca “B” compite bajo otros márgenes de ganancia según el envase: cajita de 10 sticks de dos gramos cada uno (similar rinde total declarado de dos litros) con precio final de $ 27,90, lo mismo que en sobres cuesta $ 22,25.
El viejo mito de pagar más por lo importado, ¿también influye en la demanda?
Porque la oferta en jugos solubles argentinos es mucho más robusta que similares uruguayos en sobres, como el “C” (35 gr, que rinden un litro, a $ 6,90), el “D” (25 gr que también bastan para un litro de refresco, por $ 5) o el “E” (30 gr para dos litros, $ 7,90). Y por ahí aparece el “F”, del que dice la TV que tres sobres serán comercializados por $ 9.
Quien pague lo que sea como sea por considerar que se trata de un ítem subestimable, sin mayor peso en la canasta familiar, y lo considere barato como bebida analcohólica, de bajas calorías y fortificada con vitaminas, etc., adaptable en nuevo formato a la oficina, el auto o el bolso del gimnasio, podrá salir de su equívoco comprobando cuánto dinero se invierte en la muy dura competencia publicitaria.
Sólo falta proclamar el viejo verso vulgarizado a bordo del autobús con finalidad menos encubierta, y afirmar que el stick no puede faltar en el bolsillo del caballero o la cartera de la dama.
Ahora bien, ¿por qué Uruguay no provee su propia noble materia prima en lugar de importarla industrializada? Pues la calidad de la fruta nacional en innegable, aunque esas bondades no sean tan proverbiales, en su divulgación, como las cárnicas.
Y a propósito: ¿no existe un aparente despropósito en oficializar ante el Guinness el asado de 12 toneladas de carne bovina en 1.290 metros de parrilla con 20.000 cubiertos disponibles a $ 60 cada uno, cuando por el pulpón de vacío –corte a utilizar–, los consumidores del país de la carne pagan un mínimo de $ 109 por quilo?

Fernando Caputi (6.3.08)
Paso de los Toros: la tónica (del acto) da que pensar

Tiempo atrás, cierto prosecretario de gobierno solía confiar, a los voceros presidenciales y como liberadas para su difusión, noticias inexactas. Y después salía al ruedo para enmendarles a aquéllos la plana y acreditarse él, ante la prensa, como veraz informante. Un jueguito que duró poco.
Anteayer, en Paso de los Toros, de cierto modo Tabaré Vázquez emuló a aquel curioso funcionario al vehicular la noticia de que el Impuesto a la Renta de Personas Físicas (IRPF) verá en algo atenuado su rigor este año –”apenas tengamos los números”– y no en 2009, como se desprendía de lo expresado horas antes por Danilo Astori, titular de Economía y Finanzas y visible ancestro putativo del engendro tributario, a quien por lo general se reserva el cometido de anunciar malas nuevas.
Vázquez fue expresamente enfático en aclarar que su discurso de casi hora y media –que pronunció con excepcional vehemencia, gesticulación e ahincados rushes por el escenario– no era de proselitismo frenteamplista sino que lo articulaba como presidente de uruguayas y uruguayos. De acuerdo. Sólo que culminó su arenga con un contradictorio ¡Hasta la victoria!
También fue punto fuerte que, con énfasis mensurable en decibeles y no en su proverbial estilo y postura cuasi sacerdotales, el mandatario advirtiera a sus colegas galenos que “si antes de la entrevista (en pauta) hacen un paro (en Salud Pública, aplicado el día siguiente), no los voy a recibir. ¡Así de sencillo!”.
–Cambio de criterio, diría en la TV, al rato, un gremialista médico; ¿por qué? tendrían que preguntárselo a él.
–Preocupa que termine así con la “mesa de negociación” que antes defendiera, apuntaría otro, temeroso de que los días de gloria del sindicalismo se acaben.
Alguien recordó que del 24 de diciembre último Vázquez tampoco atendió a una delegación de municipales que se agolpara ante su casa por una reivindicación que el Presidente conceptuó de escrache, práctica patotera que la izquierda guerrera ejercía selectivamente contra la otra extrema y, conceptualmente, esa vez Adeom desmintió/refutó por nota.
El acto en Paso de los Toros, inicialmente definido como nueva sesión del Consejo de Ministros en el interior del país, no lo fue ni en apariencia. Aunque ministros presentes, vaya si los hubo, pues además de los actuales, allí comparecían los seis subrogados el 1º de marzo, para quienes el jefe de Estado y, en la ocasión, también de ceremonias, pidió premiar con aplausos. Y el público accedió sin ver del todo resuelta la cuestión de por qué se debe ovacionar a dimitidos y/o por qué se les sacó del gabinete si son ovacionables.
Entre las incógnitas manejadas en medio del mitin figura hasta la suscitada por el muy observador y memorioso paisano para quien “el hombre ya ha confesado que en su juventud fue redoblante, así que a mí no me vengan con que no quiere reelección”.

Fernando Caputi (11.3.08)

DIGNIDAD SILENCIOSA

“La Caja” y su club de oficiales, el empeño

Cada vez que debía recibir sus haberes mensuales, el Tío José ocupaba una de los bolsillos traseros del pantalón con papel de diario recortado al tamaño de los billetes.
El fajo invariablemente le era sustraído al salir de la Caja de Jubilaciones o de regreso a casa. Y tan intensamente disfrutaba del ardid por el que daba salvaguarda a sus pesitos, que a posteriori lo perfeccionó inflando billeteras viejas requeridas al efecto entre familiares y amigos con aquel dinero trucho, para que le fuesen sustraídas sin que el malandro captase la mofa hasta después.
Pasado medio siglo, “la Caja” es el “BPS” pero, reacio a los cambios, el mismo admirable público de 3ª, 4ª y 5ª edades congeló el nomenclátor y la sigue llamando “Caja”, tal cual la Avda. Daniel Fernández Crespo no deja de ser Sierra ni Eduardo Víctor Haedo, Dante.
Aunque no provengan de Chile como en aquel tiempo, grandes y chicos carteristas y arrebatadores autóctonos de hoy pueblan, al acecho, el área y aledaños con presencia centrada sobre la calle Colonia, donde comparten la gran explanada con honestos choriceros en carritos y (re)vendedores de otros ramos muy activos por necesidad aunque pasivos en su condición civil porque el tiempo pasa.
Allí, estos jubilados y pensionistas que de seguro nunca cedieron a la tentación de robar ni un fósforo, subsisten con la extra de comercializar cosas usadas que semejan atisbos museísticos, por cuanto la lenta elección entre clientes por igual poco solventes se plantea, si cabe, en torno a objetos de extenuada vida útil. Sobre todo ropa, desde calzones a sombreros –especie en extinción–, pasando por ferrugientas piezas mecánicas y zapatos que en su momento fueron gran moda.
Esta galería informal a la intemperie y sobre el piso guarda cierta afinidad con sectores de la feria dominguera de Tristán Narvaja pero más y en especial con el Departamento de Préstamos Pignoraticios del Brou, Av. Uruguay y Julio Herrera y Obes, al que con igual silenciosa dignidad recurre mucha gente añosa, sonriente sólo si lo hace para –¡oh proeza!– rescatar aquella joya de la abuela empeñada y darle continuidad a su historia familiar. Porque aquí, abolida la dinámica sección Varios, donde era prendada hasta la jaula del loro, en los últimos 15 años sólo subsisten las de Oro y Alhajas.
Por eso, pasar por el BPS –perdón, la Caja– o el Empeño y observar que tantos canosos símbolos humanos de sacrificio sobre sacrificio sin tregua ni fin, duele. En ocasiones, estremece. Como para no entender que unos y otros partidos políticos se preocupen tanto por la falta de oportunidades que encuentra la juventud (eventual voto futuro) sin aceptar que con mayor razón y por imperio de justicia debe apuntalar a los más veteranos, esos que van perdiendo salud, fuerza, horizonte y preferencia hasta para subir al autobús.
Fernando Caputi (12.3.08)

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