La fauna y la flora de un destino son grandes atractivos turísticos y los países deben aprovecharlos al máximo, recurriendo a todos los recursos disponibles a nivel de programación y marketimg.
La fauna especialmente, despierta siempre la admiración del turista, que lo transmite al regreso de cada viaje.
Así a la vuelta de Rio, dice entusiasmado, "me vi flor de culo portado por una garota”, o "en Madrid me agarré flor de pedo". Para que no me califiquen de chabacano o mal hablado – justo eso: escribí sobre el habla, quizás vulgar -, en estadio cultural más avanzado, alguien comenta de su visita a el Louvre con un tajante: "Leonardo era flor de pintor, era".
Estos comentarios suelen impactar a la audiencia, que se supone empata o pierde con el viajero informante, generándose un jugoso y fértil boca a boca, que es la mejor promoción, perdonen los avezados y premiados publicitas del turismo.
Aunque no todos los comentarios son laudatorios, por ejemplo: en Roma, el chofer era “un zapallo”; en Las Vegas, los casinos “me dejaron en la palmera”, el guía que nos tocó en La Habana “era un nabo”.
Pero, sin duda, la fauna es la gran atracción en todos los rubros, incluso en la duración de las estadías: en Uruguay un grupo de 62 españoles están esperando hace ocho años ver un elefante, objetivo que todavía no consiguieron, y sin cumplirlo aseguran que no se irán. El tema ha generado, muchas especulaciones; por ejemplo, en la DGI no se ha resuelto si se les debe aplicar el IRPF. mientras otros dicen que se confundieron a nuestro país con Uganda, pero nadie se atreve a decírselo.
Más allá de chistes malos – los étnicos suelen ser más un acercamiento que lo que son entendidos como discriminatorios, de lo que no hay duda es que el animal que más atractivo despierta es el ratociento Miguel que se aloja en el DisneyWorld, siendo además un fenómeno único de supervivencia con sus más de 60 años.
Algunos piensan hacerle un examen en el próximo almuerzo de ADN 8perdonen, hoy me levanté chistoso y contento por inaugurar este columna).
Del mismo modo, dejé el reposo, muy abrigado, para leer mi e.mails, y descubrí un artículo – de un boletín turístico, que coincidía con el tema que había imaginado como apertura – en más de un sentido -. Indicaba, “un atractivo, sino más bien un elemento identificativo relacionado con el turismo, lo constituye la fauna de cada región. Es sabido el interés que en algunos colectivos genera la variedad de pájaros de un país. Esto se amplia a la observación de peces en los bancos de coral, el avistaje de ballenas, delfines y demás, que motivan grandes contingentes de movimientos turísticos, a la largo de todo el año. Esto lo saben bien las televisoras, que nos deleitan casi a diario con vistosos reportajes sobre la vida salvaje, los animales, sus comportamientos”.
¡Vaya coincidencia!, y miren el ejemplo que se propone: “en Asturias, se ha tenido conocimiento de la existencia de osos en estado salvaje por siglos, si bien últimamente no se sabe si quedan muchos en su propio habitat, o si han quedado lamentablemente extinguidos. Esto ha despertado el interés de los técnicos en marketing turístico. Ya se sabe, si el producto no existe, el marketing tiene que inventarlo. Y por ello, han tenido la feliz idea de utilizar la imagen del oso asturiano para promocionar el turismo hacia la comunidad asturiana este próximo verano. Un razonamiento técnicamente muy acertado, aunque sorprende la forma en que se está desarrollando la campaña. Es previsible que si llegan a contactar los turistas y los osos, puede ser causa de conflicto tanto medioambiental como en cuanto a la seguridad personal. Por eso han aplicado una solución muy original”.
Termina, y termino, con esta afirmación: “Este año, el oso asturiano es de importación,viene de Yellowstone (USA), pasando por Hollywoodlleva sombrerito y se llama Yogui”. Encontremos – buscar es más fácil –nuestro Miguel Mouse, nuestro elefante…, nuestro oso Yogui.
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