de Página 12
Jesus Martin Barbero y Carlos Monsivais analizan la situación de Latinoamérica frente a la cercanía del bicentenario en la mayoría de sus países. Coinciden en que esa celebración histórica implicará un evento cultural, con profundas consecuencias políticas.
En pocos años, el tiempo inconcesivo pondrá a las naciones latinoamericanas de cara a los segundos centenarios de sus respectivas independencias. Lo que ha ocurrido desde que en 1910 Argentina se engalanó para saludar un porvenir auspicioso podría entenderse como un blooper, si no fuera por los ríos de sangre que han regado estas tierras desde entonces. Página/12 conversó con Jesús Martín Barbero y Carlos Monsiváis, dos figuras centrales del campo de los estudios culturales latinoamericanos, para analizar algunas claves de lo que sucedió y compartir, de paso, pepitas de un bien escaso hasta hace muy poco: el optimismo.
Barbero, dueño de una amabilidad chispeante, ha sido uno de los principales renovadores de los análisis de comunicación del continente. Lo esperaba Monsiváis, escritor y estudioso de un campo que abarca desde Luis Miguel hasta el neozapatismo, pasando por las tribus punks del DF Mexicano y el bolero (dicen que los conoce todos). La cara de estatua maya que tiene el mexicano se movió por primera vez cuando reconoció a su amigo caminando hacia la sala. Ambos visitaron Buenos Aires en ocasión de las jornadas internacionales Los Bicentenarios Latinoamericanos: Nación y Democracia, organizados por la Secretaría de Cultura. Después del saludo de piratas viejos, Monsiváis intentó introducir un poco de seriedad revelando su afección al coleccionismo. “Junto todo tipo de objetos. Tengo, por ejemplo, dibujos originales de Eisenstein.” “En realidad colecciona ligas de mujer”, se mandó Barbero. El otro hizo una mezcla de gruñido y risa antes de responder. “Y dime, ¿cómo anda tu amigo Uribe?”, contraatacó, anotándose el poroto del empate. Rieron. Señal de que ya estaban pensando en equipo.
–La mayoría de los países latinoamericanos celebrará los bicentenarios de su independencia próximamente (Ecuador y Bolivia en 2009; Argentina, Chile y México en 2010; Venezuela y Paraguay en 2011, etc.) ¿Cómo se enmarcan estas fechas en el momento que vive la cultura de la región?
Monsiváis: –Borges dijo alguna vez que él conocía peruanos, argentinos, chilenos; pero que no había conocido a un solo latinoamericano. Pues bien, en los próximos años sabremos si los hay, al menos en la intención y en los debates históricos, políticos y culturales. Es la primera oportunidad que tenemos para examinar de qué manera esa confluencia de anhelos y logros independentistas ha producido una realidad específica. Y se va a requerir un esfuerzo especial para averiguar si detrás de los acuerdos comerciales de los últimos años existe algo más. Por otra parte, los latinoamericanos están adquiriendo un peso político creciente. El 1º de mayo hubo en Estados Unidos manifestaciones masivas de hondureños, dominicanos, mexicanos... un abanico muy amplio que se reconoce como una identidad política bajo la bandera de América latina.
Barbero: –Paralelamente, todavía quedan reminiscencias de las “viejas patrias”. Es decir que, al menos en términos de gobiernos, lo nacional no se está terminando de entender como algo que se entrecruza, hecho con el aporte de diferentes materiales en contacto. Es cierto que hay un tejido cada vez más denso en el que gente de diversos países está confluyendo. Por eso vemos surgir, cada vez más, figuras de la cultura y el espectáculo de reconocimiento común.
–El hecho de que la vida política se esté tiñendo de localismos, ¿no responde a las necesidades de las burguesías nacionales, que necesitan generar consensos para negociar mejor su tajada ante las corporaciones extranjeras?
Monsiváis: –Creo que hasta ahora se ha minimizado la importancia de lo cultural. En Norteamérica tenemos el Free Trade Agreement desde hace doce o trece años, y no he conocido un mexicano que se sienta norteamericano. Esa integración nunca se va a dar porque ya de antemano una parte se ha apropiado del gentilicio. Asimismo, no hay posibilidad de entendimiento democrático con países en los que la mercadotecnia es la única democracia que se concibe. Y ahí es donde el tema de las burguesías no engaña ni despista. Al hablar de festejos de la independencia estamos hablando de otro orden de cosas; de comprensión de la historia como un modo de distribución de la cultura. En estos momentos, en que las mayorías han sido empobrecidas bárbaramente, los jóvenes no conocerían lo que es la movilidad social si no fuera por la cultura. Y si algo va a ser el bicentenario es un evento cultural. Con consecuencias políticas, claro.
Barbero: –El desafío es ayudar a que este “retorno” de la política al primer plano no se quede en los estereotipos Chávez-Kirchner-Lula-Evo. Hay que pensar lo que les falta a estos acuerdos de integración, para ir más allá de los puros contratos de la burguesía. Yo me enteré de que en uno de los primeros encuentros entre Lula y Kirchner salió a colación que tanto el cine argentino que veían los brasileños como el cine brasileño que veían los argentinos lo escogían los gringos. Son temas que están saliendo a la luz con fuerza y hay que darles la relevancia que merecen.
A lo largo del siglo XX, el afán aislacionista de la Argentina blanca jugó en contra de cualquier acercamiento a estos problemas comunes. El Primer Centenario revistió a la capital con toda la pompa que las clases dirigentes fueron capaces de exhibir, y logró desdibujar tras lo “oficial” a un abanico muy amplio de expresiones alternativas. Por eso para Barbero esta segunda vuelta requerirá de un mayor énfasis en el concepto de ciudadanía, entendido como posibilidad de participar en la construcción de un presente y un futuro. “Hay proyectos muy interesantes que pueden darnos ideas sobre dónde poner el eje. Sin ir más lejos, se está reconstruyendo, con el apoyo de la Unesco, el camino del Inca, que va desde el norte de Chile y Argentina hasta el sur de Colombia. No sólo se están recuperando los antiguos caminos. Se está teniendo en cuenta todo lo que por allí se intercambiaba. La idea es poner a la cultura en el centro, pero no desde la concepción de objetos ‘culturales’ sino desde la idea de que la cultura está hecha tanto de raíces como de frutos que sirven para el intercambio, la circulación y la interacción.”
–¿Qué nuevas herramientas tienen los pueblos para enfrentarse a las elites? ¿Qué cambió respecto de las armas que tenían durante los festejos de hace casi cien años?
Barbero: –Nuestras sociedades han hecho una reapropiación de todo lo que ha ido pasando por aquí, en el mejor sentido de los poetas “antropófagos” brasileños de la línea de Oswald de Andrade. Han construido en la lengua una herramienta formidable para hacer sentido, que se opone a los que la utilizan para oprimir, separar, anquilosar. Yo tengo una pequeña utopía: creo que nuestras culturas mayoritarias –predominantemente orales, visuales y sonoras–, tienen hoy una segunda oportunidad a partir de las nuevas tecnologías, que están rompiendo la separación entre los dos hemisferios cerebrales. Pero claro, el problema es que por ahora nuestras mayorías sólo acceden a la red en espacios y tiempos acotados...
Monsiváis: –Entre las ganancias de estos últimos cien años yo contaría la ilusión de la independencia y la esporádicas sensaciones de plenitud durante algunas experiencias de vida comunitaria. El desarraigo y las migraciones también han sido positivas, porque han diversificado la utopía geográfica y le han dado una fuerza enorme a la voluntad de buscar una vida mejor. Me entusiasma que “democracia” haya sustituido a “revolución”, porque conlleva el entendimiento de que la violencia no puede ser interpretada como una acción utópica; y me parece alentador que las luchas de género estén haciéndole frente a la homofobia. En suma, hay una batalla de términos, y su aprovechamiento crítico puede derivar en una nueva compresión de lo que se vive. Todo eso es una ganancia.
Informe: Facundo García.
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