Reproducimos a continuación la transcripción de una entrevista, corregida y precisada con algunos datos, que el periodista de Radio France Internationale Julio Antonio Feo realizó en esa cadena a Hugo Moreno, miembro del Consejo Editorial de SINPERMISO el pasado 10 de mayo en el programa “Las ideologías en Mayo 68”.
Mayo del 68 surge como la convergencia de toda una serie de ideologías, que se vienen formando desde los años 60, hay quienes hablan de Mayo 68 y dicen que, en realidad, el sustento comenzó en 1962, con el fin de la guerra de Argelia, y como reacción al neocolonialismo y autoritarismo. ¿ Son estas las ideologías que van a estar en la base del Mayo 68?
En la pregunta que acabas de formular, hay ya una pista de reflexión. Dices que aparecen algunas nuevas ideologías, en Francia en particular, sacudida por la guerra de Argelia (1954-1962). Los años 60, digamos, fueron efectivamente un cambio extraordinario. Francia perdió la guerra, y Argelia, conquistada y colonizada desde 1830, obtuvo la independencia. Fue uno de los puntos álgidos del fenómeno mayor de la post-guerra : la irrupción de los movimientos de liberación nacional en lo que se llamaba el “tercer mundo”. Entró en una profunda crisis la ideología imperialista o del neo-capitalismo, como fue alguna vez definido. Pero también estallaron las ideologías como el comunismo y el marxismo, al menos que hablaban en su nombre. Se habían producidos el levantamiento antiburocrático de Hungría (1956), los congresos de la “desestalinizacion” en la Unión Soviética (1956 y 1961); los “crímenes de Stalin” denunciados por Kruschev; luego vino el cisma entre China y la URSS (1961), las oposiciones en los países del Este, la Primavera de Praga de 1968. Entretanto, el mundo vivía en plena guerra fría y la perpetua guerra social multiforme entre el capital y el trabajo.
En Francia, en mayo 1968 estalló la revuelta de los estudiantes, y a seguir, la gran huelga obrera y las ocupaciones de fábricas ¡diez millones de obreros en huelga general! Un movimiento que sobrepasó todas las organizaciones sindicales y políticas, vale recordarlo. En sus orígenes, por un lado, el contexto internacional. La guerra de Vietnam; el movimiento de la juventud estadounidense contra la guerra; la revolución cubana y las revueltas en toda América Latina, Japón, el “otoño caliente” italiano de 1969. Por otro lado, no fueron solo movimientos por la paz, o contra regímenes opresivos, sino contra un modo de vivir. Una rebelión de la insatisfacción generalizada contra la sociedad llamada de “consumo”. El famoso eslogan “hagamos el amor, no la guerra” del Mayo francés, inspirado de los campus norteamericanos, fue una de las expresiones.
Las ideologías de la izquierda, en términos generales el comunismo y el marxismo, representadas en Europa por grandes partidos comunistas (como en Italia y en Francia), entraron en una crisis profunda, política, teórica y cultural. Surgieron corrientes y pensadores críticos, que no solo se diferenciaban del regimen stalinista o post-stalinista de la Unión Soviética, o de China, como lo fue el trotskismo, sino otros que trataron de comprender la nueva época. Surgió, por ejemplo, la idea de la autogestión en la Yugoslavia de Tito. En Francia, los situacionistas o el existencialismo de Jean-Paul Sartre, que tuvieron gran importancia. El segundo sexo de Simone de Beauvoir, casi desapercibido cuando apareció en 1949, se convirtió en la “biblia” fundadora del nuevo feminismo. Se (re)descubrieron autores como Trotsky, Bujarin, Gramsci, Luxemburg, Lukacs, Korsh, así como Mao, Le Dûan, Giap, “Che” Guevara, y tantos otros... Fue una época de plena efervescencia política, intelectual, cultural. Eso estaba en el antes y el después de Mayo 68.
En el “tercer mundo” surgieron las corrientes nacionalistas antimperialistas, en particular en América Latina, que evolucionaron hacia el nacionalismo revolucionario. En Argentina, por ejemplo, los grupos revolucionarios que mezclaban Perón, el Che Guevara, Mao Tsé Tung y la guerra de Vietnam... Una generación que fue protagonista en la lucha contra las dictaduras, que participó de la resistencia en todas sus variantes, comprendida la lucha armada. A posteriori, se puede tener una apreciación crítica, pero fue una juventud que vivió y entregó sus vidas por una causa política y ética justa, aunque métodos y estrategias pudieran ser equivocados. Pero esa es otra cuestión. Abandonaron en todo caso la izquierda tradicional, comunista y socialista, y buscaron nuevos canales para luchar.
Fue también el comienzo de una crisis profunda del sistema mundial, aún viviendo en la prosperidad, todavía en pleno boom, en particular en los países desarrollados. Pero ya estaba la crisis larvada, latente, que estallaría pocos años después. Se vislumbraba el agotamiento del modelo fordista, el de los “treinta gloriosos” (1945-1975), basado en la producción y el consumo de masas. Se desarrolló entonces un poderoso sentimiento de libertad, de emancipación, de ruptura con los corsés de las sociedades burguesas anquilosadas. La política, la moral, las costumbres, la vida misma, fue puesta en cuestión. Esto se expresó un poco por todas partes, en Estados Unidos, Europa, Japón, en el Oeste y en el Este, en el Norte y el Sur. El cine, el teatro, la literatura, la música, reflejaron ese cambio. También en la búsqueda, quizá confusa, de un sustento ideológico para los que querían entonces cambiar el mundo y la vida. Digamos que fue una década de gran revolución cultural. Además, fueron también los años del transistor, del rock y de la revolución que fue la píldora anticonceptiva. Hoy esto puede parecer banal, pero en aquellos años fue fundamental. En ese sentido, 1968 fue una línea roja : el renacimiento de una esperanza, la percepción que la explotación y la opresión podían ser abolidas.
Cuando decías de los movimientos nacionalistas revolucionarios, vemos que hay una convergencia también de las causas por las que nacen movimientos como el trotskismo, los situacionistas, los anarquistas; hay una convergencia entre esos movimientos y los de liberación nacional, contra el neocapitalismo por una parte, y contra la esclerosis efectiva del “socialismo realmente existente”. ¿ Esas ansias de libertad fueron pues sustento del Mayo 68 ?
Así es, el movimiento del 68 tuvo una dinámica mundial, se inscribe en un curso general de revuelta. Una de las anécdotas más hermosas a recordar es la de los Juegos Olímpicos en México, poco después de la represión contra los estudiantes mexicanos. Ese momento quedó inmortalizado por la imagen de los dos campeones negros norteamericanos desfilando delante del podium, levantando los puños con sus guantes negros. ¡ El símbolo de los Black Panthers, nada menos ! Símbolo de ruptura de una época, la revuelta contra todas las ideologías dominantes, incluídas las de la izquierda comunista y socialista. El trotskismo no salió indemne, aunque esta corriente, al menos en Francia, soportó mejor el naufragio de la izquierda.. Las nuevas generaciones no se sentían representados por unos ni otros; reaparecieron grupos anarquistas, los “maoístas” tuvieron un rol importante (aunque efímero en el tiempo), los nacionalistas revolucionarios, el “guevarismo” en América Latina, sin olvidar el enorme impacto de la “teología de la liberación”, que jugó un papel fundamental. El Partido de los Trabajadores (PT) de Brasil, una de las más ricas experiencias, se nutrió profundamente de esta corriente. Otras organizaciones revolucionaria se destacaron, como la dirigida por Camilo Torres en Colombia; el MIR de Luis de la Puente Uceda en Perú; el Movimiento 13 de Noviembre en Guatemala, para mencionar solo algunas.
Lo fundamental era la idea de la rebelión y de la libertad. La libertad económica, política, social, sexual. Queremos ser libres, decían los pueblos colonizados, libres los explotados, libres las mujeres, libres los jóvenes de la tutela familial. Ese era el sentimiento de la época. Un espíritu libertario de una juventud confrontada a dictaduras militares en el “tercer mundo”, a sociedades fosilizadas en los países capitalistas avanzados o a los regímenes dictatoriales del Este. Pocos han expresado mejor este sentimiento que Frantz Fanon, cuando escribió Los condenados de la tierra, en el contexto de la guerra de Argelia, así como el prólogo de Jean-Paul Sartre a la primera edición de 1961 (prohibida entonces en Francia).
Esta idea de libertad, valga recordar, ha sido utilizada de manera inteligente y cínica como basamento del movimiento conservador llamado neoliberalismo. Este se la apropió, en la coyuntura de la derrota y el retroceso de la ola revolucionaria, dando vuelta y transformando su contenido. Friedrich von Hayek y Milton Friedman lo atestiguan. El camino de la servidumbre, del primero, marginal cuando su aparición, se transformó en un best seller, y Friedman formó su escuela de los Chicago Boys. La primera experiencia de aplicación de esta ideología - que no se puede reducir solo a un “modelo económico” - la permitió el golpe de estado del general Pinochet en Chile (1973); luego la Argentina de la última dictadura (1976-1983). La llegada al poder de Margaret Thatcher y Ronald Reagan, a comienzos de 1980, culminaron el proceso. La dinámica del combate teórico, político y cultural cambió de signo, a favor de la “revolución conservadora” que se instauró. Ganaron así la primera gran batalla. La caída del muro de Berlín (1989) y el fin de la Unión Soviética (1991) fueron su corolario (aunque ésto por cierto no agota toda la cuestión).
Hay que insister que los cincuenta años desde el fin de la segunda guerra mundial, fueron los de la irrupción masiva y la revuelta de los “condenados de la tierra”. Algunos nombres vienen a la memoria : Ben Bella, Lumumba, Guevara, Cabral, Mandela. Los oprimidos del mundo que buscaban romper con las condiciones de dominación y explotación. Cualquiera sea el curso de la historia, eso fue registrado en la conciencia colectiva de las clases subalternas bajo múltiples formas. Esa memoria alimenta siempre al Viejo Topo de la historia. En las épocas de retroceso hay que cuidarse de cantar victorias ilusorias. Hay que enfrentar los nuevos desafíos, sin adaptarse a la resignación, sin sumisión a las ideologías dominantes. Al contrario, forjando las herramientas teóricas, políticas y culturales capaces de retomar el camino del cambio social, más necesario que nunca.
Cuarenta años después, podríamos mencionar ideologías como el comunismo, el trotskismo, el maoísmo, el anarquismo, también el movimiento situacionisat, en Francia, que aunque fue pequeño tuvo un gran impacto. Los situacionistas, creo, tuvieron la capacidad justamente de analizar esta “sociedad del espectáculo”, como la definió Guy Debord en el libro así titulado (1967). Es decir, me parece que lo que hoy queda – como también lo dijo John Ford en el cine – es la imagen, una imagen de “choque” más que la propia historia. ¿ Vivimos acaso la “muerte de las ideologías” o se podría decir también que hubo una generación que quería transformar el mundo, y el mundo los transformó a ellos ?
El libro de Guy Debord que mencionas fue efectivamente texto de cabecera de toda una generación. En realidad, expresaba justamente esto que estamos hablando, en su lengua y estilo francés. Pero no creo en eso de “la muerte de las ideologías”, que se apoyan en la debacle del “socialismo real”, a veces con ejemplos de gente de izquierda que se pasó a la derecha. Es cierto, no todos reaccionan de la misma manera frente a semejantes cambios y la derrota. La tentación de “administrar mejor” el capitalismo, o reformarlo por etapas, estuvo presente en buena parte de la izquierda, contribuyendo a la generalización del desaliento. No hay que extrañarse, pues, que en Francia algunos ex-socialistas adhirieron al “sarkozismo”, como Bernard Koutchner, actualmente ministro de relaciones exteriores. Muchos otros, ex-maoístas como André Gluksman o Alain Filkenkraut, para mencionar solo los más mediatizados, se alinearon con armas y bagajes a los Estados Unidos de Georges W. Bush y el Estado de Israel. Defensores de los “derechos del hombre”, pero siempre mirando para un solo lado. La tragedia de los palestinos, o de los irakíes, es invisible para ellos.
Pero tampoco conviene, me parece, generalizar demasiado. El fondo de la cuestión es otro. Este radica en la crisis profunda en la cual se encuentra el capitalismo mundializado, que se asemeja mucho al que intuyó Marx en su época. Con todas las diferencias, la dinámica de la reproducción ampliada del capital sigue vigente, incluso en las nuevas guerras en curso y el saqueo y la explotación generalizada de la fuerza de trabajo. En todo caso, es evidente que presenciamos el fin de una época histórica. Quizá una verdadera y muy profunda crisis de civilización. “El malestar en la cultura” (Freud) se expresa en múltiples formas.
La izquierda, en todas sus variantes, está confrontada con la realidad de esta nueva “gran transformación” que atraviesa el planeta entero. Casi todas las corrientes se hundieron en un abismo, sea porque estaban estrechamente vinculadas al “modelo soviético”, otras porque se convirtieron al social-liberalismo, como la mayoría de los partidos socialistas europeos; otros finalmente porque no lograron salir del mundo grupuscular. Y ahí tenemos a Sarkozy en Francia y a Berlusconi en Italia... Cierto, no se trata de encontrar los “culpables” de esta situación desastrosa, pues hasta se podría invocar la “cola del diablo”. Aunque cabría preguntarse, como lo hizo Gramsci, porqué esa “cola del diablo” no se pone alguna vez de nuestro lado. Es probable que – como también decía Gramsci - tengamos que “recomenzar todo de nuevo”. Para salir de este callejón, sin embargo, se hace necesario romper con la concepción kaustkiana, retomada por Lenin, del “partido” como expresión de la vanguardia y único instrumento anticapitalista. Siendo siempre necesaria la organización política, ésta probablemente no podrá expresarse fuera de una dinámica multidimensional, en la cual el movimiento social de los oprimidos y explotados, de los de abajo, pueda encontrar nuevas pistas para la emancipación. Esto, por cierto, es más un interrogante que una respuesta.
Creo efectivamente que se ha tirado demasiado pronto “el bebé con el agua sucia de la bañadera”, como se dice. Tengo la impresión que las ideologías, más que desaparecer, se transforman. De hecho, si tomamos los movimientos “altermundialistas” están un poco en la situación que estaban los movimientos revolucionarios de los años sesenta, en los cuales se tenía claro contra lo que se estaba, pero nadie sabía qué hacer.
Esto del fin de las ideologías es, para decirlo así, una manipulación ideológica, un engaño, lo mismo que el famoso “fin de la historia” de Fukuyama. Pero lo que sí aparece claro, es que hay una ideología que ganó, que se impuso con fuerza, a pesar de las resistencias. Probablemente, o seguramente, en forma transitoria, pero así es. Esta se presenta como una gran mentira : sus representantes hablan en nombre de las reformas, como “reformadores”, cuando se trata en realidad de la vuelta de los conservadores, su revancha furiosa, como aquella de los Versalleses después de la Comuna de París.
¿ Que queda del mundo del 68, cuarenta años después ? Mucho, creo. Fue una etapa fundamental del movimiento por la emancipación humana. A pesar de las tentativas y los éxitos para imponer una regresión, el capitalismo actual corre hacia el abismo. Soplarán nuevos aires frescos, otras formas y dinámicas que en el pasado, que quizá pueden convertirse en huracanes contra el viejo mundo. Mayo 68 fue derrotado, es cierto. La crisis revolucionaria fue contenida. El 30 de mayo desfiló un millón de personas en los Campos Elíseos, los sectores más conservadores de la sociedad, apoyando al general De Gaulle. La derecha barrió en las elecciones siguientes. El “partido del orden” se impuso. Pero algo se había roto. Ya nada fue igual en las relaciones sociales entre patrones y obreros, estudiantes y docentes, hombres y mujeres. Con las concesiones, y también las capitulaciones, se frenaron las luchas obreras. Pero que Sarkozy, por ejemplo, apunte con su dedo vindicativo el espectro del Mayo 68, no es casual. Al contrario, muy significativo.
¿ Será que el Angel de la Historia sigue batiendo sus alas redentoras ? Aviso de incendio, tituló Michael Löwy a su bello ensayo sobre las “Tesis sobre la historia” de Walter Benjamin. Aviso de incendio, no está mal como advertencia. Como nada está determinado de antemano, ni existen leyes eternas e inmutables, el porvenir depende, por cierto, de las relaciones y de las luchas de los oprimidos y explotados contra los que detienen el poder, el dinero y las armas, o sea, los explotadores de siempre. Es la lucha secular. ¿ No es acaso también el eco que nos llega 40 años después de Mayo 68 ? Pues, sí, y como dice el tango : “aunque el mundo siga/ girando a los tumbos/ aún vale la pena jugarse y vivir”.
Julio Antonio Feo, antiguo militante antifranquista, es periodista en Radio France International en París desde hace muchos años. Hugo Moreno, miembro del Consejo Editorial de Sin Permiso, es docente-investigador en Ciencias políticas de la Universidad de Paris 8.
Transcripción y traducción para www.sinpermiso.info: Julio Antonio Feo y Hugo Moreno.
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