Nunca más para ministra de labia a calzón quitado
Los programas porteños de chismes sobre amoríos escandalosos parecieron bromitas entre infantes de jardín cuando (1) la TV abierta uruguaya se reabría de cuajo con una notoria intimidad no importada: cierto director técnico dejaba implícito que hablaba con sus futbolistas a calzón quitado en todo instante pues, como buen domador de gladiadores que aprontan “dejar todo” en la arena jugándose finales de vida o muerte, nunca tuvo puesta esa prenda.
Pero la misma semana, tanto en corrillos como en otros ámbitos –su propio comité de base en Malvín, reuniones oligárquicas de salón o vecinales en mil esquinas, barrios y asentamientos–, irrumpía como buscapiés (2) otro best seller más abrumador y menos ingenuo que aquél, en un santiamén desplazado.
Daisy Tourné Valdez (58), carnavalera de abolengo y símbolo de la cultura populista innovadora, salía del pelotón para, con la fineza de sus dichos (&%M& burro//”?conchudaªªºº¿*+><=&%que tengo 18/·$·”!ni cagando¡=§œ÷culo en la silla) dar alcance y dejar atrás al mismísimo Pepe tal cual es –pionero del discurso chatarra, quien abriera esa era de talleres literarios tildando de “chorizo” y “nabo” a un real profesional del periodismo– en la punta de la competencia progresista de verdadero gabinete sustitutiva del léxico estilo clase media de gobiernos colorados y blancos que hundieron al país.
Exhumando la gesticulación pedagógica que, se colige en buen romance, utilizara en sus ya lejanos tiempos de sacrificada maestra mal remunerada, Tourné fue ganada por la pasión como –aseguró después –”me ha sucedido siempre en la vida”, al proceder a la adoctrinación grupal de jovencitos y entre ellos algún niño chico llevado para hacer quórum.
Asimismo a calzón quitado, ella les espetó lo que pensaba de todo un poco sin hipocresías y avizorando una reelección capaz de completar la obra del frente sin fondo. Y en la red cayeron todos, incluídos sus ex pares correligionarios de la Cámara Baja, a la que habrá de reincorporarse tras descansar la lengua tras la licencia definitiva como ministra del Interior que le impusiera su jefe político y ocasional mandatario, dolido entre otras cosas porque se plagiara su protagónica potestad personal e intransferible de mofarse personalmente de precandidatos opositores en paneos y close-ups en escenarios que ahora domina.
Fue así que, 27 meses después de asumir (en un Día de la Mujer) como secretaria de Estado, Tourné tal cual es polucionó (en un Día del Medio Ambiente) el ecosistema que ella defendiera tenazmente sin darle la derecha a la derecha, desenmascarando a comerciantes que se decían víctimas de 37 rapiñas seguidas cuando, sagaz detective, descubriera que ésa era no más que una sensación térmica, replicara a la legión de quienes visitando su página personal en facebook observaran con malicia su inocente fotografía en la ducha mediante el argumento irrebatible de que “no hay nada más auténtico que una mujer mojada”, y rechazara ser fustigada y perseguida hasta por convertirse en grácil amazona-ícono de los cuadros “milicos”.
Ya en los descuentos del combate en que perdió la clasificación en aras del Nunca más, tal como lo pregona el contestatario entrenador sin ropa interior fue gladiadora de coliseo en su lucha contra lo dispuesto desde arriba porque no veía razón para abandonar la cartera. Pero depuestas las armas en esa batalla eliminatoria de la interna frenteamplista, dentro de su lógica visión fiel partidaria, la verticalidad entre las fuerzas del orden que le habían dado oportunidad de aprender y la filosofía cruel de calavera no chilla, terminó describiendo al superior como “el mejor presidente que ha tenido el Uruguay –me refiero al Dr. Tabaré Vázquez”, aclaró–, “a quien amo”, renunciando (a la fuerza) para no empañar “la gestión del actual gobierno, el mejor que ha tenido el país. Me refiero al gobierno del Frente Amplio”, diría para evitar confusiones (probables) y revisionismos inconducentes.
La pieza oratoria de Tourné ante la sorprendida primera juventud del Partido Socialista, divulgada por radioemisoras, canales y mayorías de uruguayos y uruguayas que repetían la colección/selección de epítetos empleados sin recordarlos todos, también apareció el 6 de junio como video suplementario en la versión digital de un diario y, de hecho, tiende a acreditarse un Premio Florencio.
Hay quien asegura que fue récord el número de suscriptores habituales u oportunistas a ese servicio tan procurado en la red de redes, pero, tal vez, ello no pase de tentativa política interesada en la caducidad de Tourné, por ahora no derogable aunque se junten firmas.
martes, 9 de junio de 2009
661 62-09 - Entre Vista - “El libre mercado es enemigo de la libertad” - a Eduardo Galeano
por Walter Gobar - Revista 7 Días
Mi intención fue hacer algo así como una historia universal contada desde el punto de vista de los que no han salido en la foto", dice el escritor y periodista uruguayo, Eduardo Galeano sobre su nuevo libro "Espejos", que publica Editorial Siglo XXI. En esta entrevista, Galeano habla de su pasión por el fútbol, admite sus contradicciones respecto de Hugo Chávez, critica a Fidel pero rescata a Cuba y propone una solución para las pasteras.
"Mi intención fue hacer algo así como una historia universal contada desde el punto de vista de los que no han salido en la foto", dice a 7 Días el escritor y periodista uruguayo, Eduardo Galeano sobre su nuevo libro "Espejos", que Editorial Siglo XXI lanzará en Buenos Aires a mediados de este mes. De la mano de Galeano, los lectores descubren que cuando fueron desalojados del Paraíso, Adán y Eva se mudaron al Africa; que la escritura y el álgebra se inventaron en Irak y no en Texas; que las tres novedades que hicieron posible el Renacimiento europeo, la brújula, la pólvora y la imprenta, habían sido inventadas por los chinos, que también inventaron casi todo lo que Europa reinventó. En sus historias minimas Galeano cuenta que John Locke, el filósofo de la libertad, era accionista de la Royal Africa Company, que compraba y vendía esclavos. Que la Coca Cola inventó la Fanta, en plena guerra, para el mercado alemán, que la IBM hizo posible la identificación y clasificación de los judíos, y ésa fue la primera hazaña en gran escala del sistema de tarjetas perforadas. Las historias narradas por Galeano son pequeñas, minimalistas, y se sitúan al margen de grandes gestas. La Historia se hace poesía, denucia, humor, fábula y leyenda. En esta entrevista exclusiva, Galeano defiende su pasión por el fútbol, , admite sus contradicciones respecto de Hugo Chávez , critica a Fidel pero rescata a Cuba, advierte contra el monocultivo y propone una solución para el conflicto entre Argentina y Uruguay por la instalación de las pasteras de celulosa--¿Por qué escribió "Espejos"?--"Espejos" es la culminación de un trabajo que inicié con "Las venas abiertas..." y que continué con "Memorias del Fuego". En Memorias encontré mi lenguaje, mi estilo para contar el pasado de tal manera que se convirtiera en presente. Para que el lector sintiera que eso que había ocurrido, seguía ocurriendo mientras yo lo contaba---¿Qué es para usted el pasado?--Es un señor que se hace el dormido o -a veces-, simula estar muerto, pero que en realidad está vivo en todos nosotros aunque no lo sepamos. En Memorias del fuego las historias chiquitas fueron formando la Historia grande. Allí me di cuenta de que estaba encontrando amigos y enemigos en otras épocas, en otros tiempos.--¿Pero porqué lo tituló Espejos?--Porque en los espejos uno se reconoce en otros aunque esos otros ya no estén. De algún modo te reconoces: en lo que amas o en lo que odias. El libro está escrito para contar cosas, contar historias que le ocurrieron "a los que no salieron en la foto". O sea, a los que fueron excluidos por la historia oficial: las mujeres, los negros, los indios, los chinos, los indúes, los árabes. Es gente que tiene una enorme historia pero que no se sabe que ha ocurrido.--Cuando dice que es una Historia casi universal, no es también la historia de los vencidos, de los derrotados...--Sí. Creo que sí. Porque creo que los mensajes más interesantes que podemos recibir son los mensajes no escuchados, porque los que emitieron esos mensajes fueron los derrotados de la Historia oficial. Yo fui rescatando cosas que me fueron asombrando en la medida que las iba descubriendo. Se trata de recoger el testimonio de los no escuchados, justamente porque sus vencedores se ocuparon de callarlo. De todos modos, la prueba de que la Historia está viva es que los vencidos de hoy pueden ser los vencedores de mañana o a la inversa. --Usted trabaja mucho con la mirada, con el punto de vista para cuestionar aquellas cosas que uno da por obvias.--Yo lo que hago es mirarlas de otro lado. Siempre digo que desde el punto de vista de una lombriz un plato de spagettis es una orgía. Se trata de mirar desde el otro ángulo. ¿Porqué fueron "normales" cosas que fueron tan anormales?. ¿Cómo pudieron ser aceptadas tantas exclusiones, tanta discriminación, tantas mutilaciones?--Deme un ejemplo--La Iglesia católica impidió durante siete siglos y medio que las mujeres cantaran en los templos. ¿Porqué eso resultó "normal?. La idea que las voces de las hijas de Eva ensuciaba la pureza del templo porque era la voz que había tentado a Adán.--Lo mismo pasa con el celibato sacerdotal. Los curas se casaban hasta que la Iglesia -que era dueña de la tercera parte de todas las tierras de Europa- que no sed podía timbear el patrimonio si se dejaba en manos de las mujeres y los hijos de los curas. Para preservar su patrimonio inmobiliario, la Iglesia se convirtió en la única empresa de solteros del mundo..--¿Cómo prefiere definirse: como periodista, como historiador, como cronista?--Como nada. Yo no sé bien lo que soy. Lo que escribo es un género de géneros, es una cosa muy difícil de clasificar. Lo que sé es que la mirada humana es subjetiva: la objetividad es una aventura imposible y que en general se usa como máscara para ocultar las deformaciones más colosales de la realidad.--¿Cuál es la respuesta que ha encontrado para todas las injusticias que recopila en el libro?--El libro no da respuestas, sólo formula preguntas y después cada cual lo interpretará a su manera. Esa es la diferencia entre este tipo de narrativa y un libro como "Las venas abiertas...." que era un ensayo clásico. Aquí hay un juego más libre con el lector. Yo intento conversar con él y entregarle estas cosas para que cada uno haga con ellas lo que le parezca.--La denuncia es una constante en sus libros y artículos, pero el tono de la denuncia ha cambiado ¿Por qué?--He ido descubriendo que todo lo que uno intente hacer para desenmascararla realidad va a ser más eficaz, va a funcionar mejor si uno se limita a mostrarla tal cual es. La denuncia explícita me parece menos eficaz a largo plazo que la denuncia implícita. Es como la diferencia entre la pornografía y el erotismo.--¿Cuándo le indignan cuestiones del presente, no le dan ganas de subir el tono?--Yo creo que la prosa vibra mejor, tiene más electricidad cuando uno cabalga mejor con riendas cortas. Si uno da rienda suelta, se deja ir, es mucho menos eficaz. Yo no quiero dictar cátedra, pero eso es lo que me pasa a mí. Me parece que mejor que formar es informar. Mejor que desarrollar las ideas en abstracto es encarnarlas. Que las ideas transpiren, que respiren, que tiemblen, que lloren y que rían. Después hay que ver que pasa con las palabras que el lector recibe y ahí no hay estadística válida. La prueba de que un libro de veras funciona no está en el libro sino en el lector o la lectora.--¿Cómo trabaja?--Siempre ando con una libretita (saca del bolsillo una libreta del tamaño de una caja de fósforos). Acá tomo nota de cosas que veo , que leo, que no sé si se van a convertir en algo: (hojea la libreta y lee:)"Todo se hace desde abajo, salvo los pozos se hacen desde arriba"Ocho años, hijo de un cartonero en Buenos Aires:--¿Qué es lo que más te gustaría?--Conocer a Dios pero sin morirme--¿Cómo elige a sus enemigos?--No hay malos y buenos. Todo lo que nos mutila la diversidad posible, no ayuda a vivir. Las concepciones fanáticas, dogmáticas de la religión, la política o la cultura o de lo que sea, son mutiladoras de la diversidad. Lo mejor que el mundo tiene es la cantidad de mundos que el mundo contiene. Lo que yo siento como enemigo es aquello que me niega la diversidad del mundo.--Por ejemplo, los fundamentalismos de cualquier signo...--No sólo los fundamentalismos. También las mutilaciones heredadas. ¿Cómo puede ser que la estatua más alta de la Argentina sea la del general Roca, el exterminador de los indios? Eso es anormal.--Sin embargo, usted lo pone a Diego Armando Maradona en el lugar de un Dios.--Si, pero de un Dios sucio. En el texto sobre Maradona digo que fue un rebelde: el único ídolo del fútbol que cuestionó el negocio del fútbol, que fue solidario con otros jugadores que no eran ni famosos ni importantes como él y eso es algo muy positivo. Pero las claves de su ascenso a su condición divina no están sólo en sus virtudes sibo también en sus defectos. Ha sido más admirado por el gol robado a los ingleses que por el gol que realizó en la jugada más prodigiosa que se ha visto en la Copa del Mundo. Por eso la gente lo quiere tanto: porque es un Dios sucio, pecador, que se nos parece: es borrachín, mujeriego, mentiroso, borrachín. El drama de Maradona es que los dioses no se jubilan. El no va a volver a la anónima multitud de la que proviene. El necesita ser el muerto de cada velorio. --¿Cómo concilia su pasión por el fútbol con el fútbol-negocio, el fútbol de las barrasbravas?--Nada ha sido más mercantilizado que el sexo. Mucho más que el fútbol y sin embargo ahí está. Con el fútbol pasa lo mismo. El fútbol bien jugado es una hermosa fiesta de los ojos que lo miran y de las piernas que lo juegan, a pesar de del cochino negocio que rige el fútbol en el mundo de hoy. Lo mismo pasa con muchas otras pasiones humanas que merecen ser vividas.--¿Qué piensa de la nueva generación de líderes latinoamericanos?--Hay una voluntad de cambio que me parece muy saludable, pero las generalizaciones son injustas y no muy respetuosas de la realidad. Me parece que existe una voluntad popular de cambio: la gente quiere otra cosa. Se hizo una experiencia muy desgraciada con esta idealización del mercado como una solución mágica para los problemas hasta que país por país se ha ido demostrando que el libre mercado es enemigo de la libertad humana.--¿Cómo explica la aparición de líderes como Hugo Chávez?--Es un hombre muy contradictorio. Con algunas cosas me identifico, con otras no.. A veces mete la pata, a veces me parece que dice la verdad. Yo lo que resaltaría como su mérito principal es su generosidad. Es un hombre solidario y es muy raro que un país petrolero sea solidario. Los países petroleros siempre son egoístas y jodidos, empezando por Arabia Saudita- El hecho que Venezuela a partir de Chávez se haya convertido en un país tan generoso y solidario me parece muy importante y debe ser tenido en cuenta a la hora de medir la longitud de sus discursos o algunas ideas disparatadas que se le pueden ocurrir.--¿Y que aspectos le disgustan?-Cuando me cuenta que Irán es una maravilla. O cuando hace la apología de las Farc a mi no me convence para nada.--En "Espejos" enumera las críticas que se le han formulado a Fidel Castro...--Si. Sus enemigos dicen que fue rey sin corona y que confundía la unidad con la unanimidad..Y en eso sus enemigos tienen razón. También dicen que si Napoleón hubiera tenido un diario como el diario Granma, ningún francés se habría enterado del desastre de Waterloo. Y en eso sus enemigos tienen razón. Pero sus enemigos no dicen que Cuba es un raro país que no compite en la Copa Mundial del Felpudo. Cuba es lo que pudo ser y no lo que quiso ser.--Usted siempre alerto contra el monocultivo pero ahora Uruguay afronta el riesgo de monocultivo de celulosa y Argentina el de la soja.--El monocultivo otorga la ilusión de glorias fugaces que después te convierten a la ruina perpetua. La historia latinoamericana es una historia de esas ruinas. Todo monocultivo es devastador. El de soja para la Argentina y el de celulosa para el Uruguay.--¿Qué haría con las pasteras que procesan celulosa?--Yo ya sugerí, pero no me hicieron caso. Propuse que las pongan todas en Punta del Este porque van a mejorar mucho la calidad de vida del balneario.
Mi intención fue hacer algo así como una historia universal contada desde el punto de vista de los que no han salido en la foto", dice el escritor y periodista uruguayo, Eduardo Galeano sobre su nuevo libro "Espejos", que publica Editorial Siglo XXI. En esta entrevista, Galeano habla de su pasión por el fútbol, admite sus contradicciones respecto de Hugo Chávez, critica a Fidel pero rescata a Cuba y propone una solución para las pasteras.
"Mi intención fue hacer algo así como una historia universal contada desde el punto de vista de los que no han salido en la foto", dice a 7 Días el escritor y periodista uruguayo, Eduardo Galeano sobre su nuevo libro "Espejos", que Editorial Siglo XXI lanzará en Buenos Aires a mediados de este mes. De la mano de Galeano, los lectores descubren que cuando fueron desalojados del Paraíso, Adán y Eva se mudaron al Africa; que la escritura y el álgebra se inventaron en Irak y no en Texas; que las tres novedades que hicieron posible el Renacimiento europeo, la brújula, la pólvora y la imprenta, habían sido inventadas por los chinos, que también inventaron casi todo lo que Europa reinventó. En sus historias minimas Galeano cuenta que John Locke, el filósofo de la libertad, era accionista de la Royal Africa Company, que compraba y vendía esclavos. Que la Coca Cola inventó la Fanta, en plena guerra, para el mercado alemán, que la IBM hizo posible la identificación y clasificación de los judíos, y ésa fue la primera hazaña en gran escala del sistema de tarjetas perforadas. Las historias narradas por Galeano son pequeñas, minimalistas, y se sitúan al margen de grandes gestas. La Historia se hace poesía, denucia, humor, fábula y leyenda. En esta entrevista exclusiva, Galeano defiende su pasión por el fútbol, , admite sus contradicciones respecto de Hugo Chávez , critica a Fidel pero rescata a Cuba, advierte contra el monocultivo y propone una solución para el conflicto entre Argentina y Uruguay por la instalación de las pasteras de celulosa--¿Por qué escribió "Espejos"?--"Espejos" es la culminación de un trabajo que inicié con "Las venas abiertas..." y que continué con "Memorias del Fuego". En Memorias encontré mi lenguaje, mi estilo para contar el pasado de tal manera que se convirtiera en presente. Para que el lector sintiera que eso que había ocurrido, seguía ocurriendo mientras yo lo contaba---¿Qué es para usted el pasado?--Es un señor que se hace el dormido o -a veces-, simula estar muerto, pero que en realidad está vivo en todos nosotros aunque no lo sepamos. En Memorias del fuego las historias chiquitas fueron formando la Historia grande. Allí me di cuenta de que estaba encontrando amigos y enemigos en otras épocas, en otros tiempos.--¿Pero porqué lo tituló Espejos?--Porque en los espejos uno se reconoce en otros aunque esos otros ya no estén. De algún modo te reconoces: en lo que amas o en lo que odias. El libro está escrito para contar cosas, contar historias que le ocurrieron "a los que no salieron en la foto". O sea, a los que fueron excluidos por la historia oficial: las mujeres, los negros, los indios, los chinos, los indúes, los árabes. Es gente que tiene una enorme historia pero que no se sabe que ha ocurrido.--Cuando dice que es una Historia casi universal, no es también la historia de los vencidos, de los derrotados...--Sí. Creo que sí. Porque creo que los mensajes más interesantes que podemos recibir son los mensajes no escuchados, porque los que emitieron esos mensajes fueron los derrotados de la Historia oficial. Yo fui rescatando cosas que me fueron asombrando en la medida que las iba descubriendo. Se trata de recoger el testimonio de los no escuchados, justamente porque sus vencedores se ocuparon de callarlo. De todos modos, la prueba de que la Historia está viva es que los vencidos de hoy pueden ser los vencedores de mañana o a la inversa. --Usted trabaja mucho con la mirada, con el punto de vista para cuestionar aquellas cosas que uno da por obvias.--Yo lo que hago es mirarlas de otro lado. Siempre digo que desde el punto de vista de una lombriz un plato de spagettis es una orgía. Se trata de mirar desde el otro ángulo. ¿Porqué fueron "normales" cosas que fueron tan anormales?. ¿Cómo pudieron ser aceptadas tantas exclusiones, tanta discriminación, tantas mutilaciones?--Deme un ejemplo--La Iglesia católica impidió durante siete siglos y medio que las mujeres cantaran en los templos. ¿Porqué eso resultó "normal?. La idea que las voces de las hijas de Eva ensuciaba la pureza del templo porque era la voz que había tentado a Adán.--Lo mismo pasa con el celibato sacerdotal. Los curas se casaban hasta que la Iglesia -que era dueña de la tercera parte de todas las tierras de Europa- que no sed podía timbear el patrimonio si se dejaba en manos de las mujeres y los hijos de los curas. Para preservar su patrimonio inmobiliario, la Iglesia se convirtió en la única empresa de solteros del mundo..--¿Cómo prefiere definirse: como periodista, como historiador, como cronista?--Como nada. Yo no sé bien lo que soy. Lo que escribo es un género de géneros, es una cosa muy difícil de clasificar. Lo que sé es que la mirada humana es subjetiva: la objetividad es una aventura imposible y que en general se usa como máscara para ocultar las deformaciones más colosales de la realidad.--¿Cuál es la respuesta que ha encontrado para todas las injusticias que recopila en el libro?--El libro no da respuestas, sólo formula preguntas y después cada cual lo interpretará a su manera. Esa es la diferencia entre este tipo de narrativa y un libro como "Las venas abiertas...." que era un ensayo clásico. Aquí hay un juego más libre con el lector. Yo intento conversar con él y entregarle estas cosas para que cada uno haga con ellas lo que le parezca.--La denuncia es una constante en sus libros y artículos, pero el tono de la denuncia ha cambiado ¿Por qué?--He ido descubriendo que todo lo que uno intente hacer para desenmascararla realidad va a ser más eficaz, va a funcionar mejor si uno se limita a mostrarla tal cual es. La denuncia explícita me parece menos eficaz a largo plazo que la denuncia implícita. Es como la diferencia entre la pornografía y el erotismo.--¿Cuándo le indignan cuestiones del presente, no le dan ganas de subir el tono?--Yo creo que la prosa vibra mejor, tiene más electricidad cuando uno cabalga mejor con riendas cortas. Si uno da rienda suelta, se deja ir, es mucho menos eficaz. Yo no quiero dictar cátedra, pero eso es lo que me pasa a mí. Me parece que mejor que formar es informar. Mejor que desarrollar las ideas en abstracto es encarnarlas. Que las ideas transpiren, que respiren, que tiemblen, que lloren y que rían. Después hay que ver que pasa con las palabras que el lector recibe y ahí no hay estadística válida. La prueba de que un libro de veras funciona no está en el libro sino en el lector o la lectora.--¿Cómo trabaja?--Siempre ando con una libretita (saca del bolsillo una libreta del tamaño de una caja de fósforos). Acá tomo nota de cosas que veo , que leo, que no sé si se van a convertir en algo: (hojea la libreta y lee:)"Todo se hace desde abajo, salvo los pozos se hacen desde arriba"Ocho años, hijo de un cartonero en Buenos Aires:--¿Qué es lo que más te gustaría?--Conocer a Dios pero sin morirme--¿Cómo elige a sus enemigos?--No hay malos y buenos. Todo lo que nos mutila la diversidad posible, no ayuda a vivir. Las concepciones fanáticas, dogmáticas de la religión, la política o la cultura o de lo que sea, son mutiladoras de la diversidad. Lo mejor que el mundo tiene es la cantidad de mundos que el mundo contiene. Lo que yo siento como enemigo es aquello que me niega la diversidad del mundo.--Por ejemplo, los fundamentalismos de cualquier signo...--No sólo los fundamentalismos. También las mutilaciones heredadas. ¿Cómo puede ser que la estatua más alta de la Argentina sea la del general Roca, el exterminador de los indios? Eso es anormal.--Sin embargo, usted lo pone a Diego Armando Maradona en el lugar de un Dios.--Si, pero de un Dios sucio. En el texto sobre Maradona digo que fue un rebelde: el único ídolo del fútbol que cuestionó el negocio del fútbol, que fue solidario con otros jugadores que no eran ni famosos ni importantes como él y eso es algo muy positivo. Pero las claves de su ascenso a su condición divina no están sólo en sus virtudes sibo también en sus defectos. Ha sido más admirado por el gol robado a los ingleses que por el gol que realizó en la jugada más prodigiosa que se ha visto en la Copa del Mundo. Por eso la gente lo quiere tanto: porque es un Dios sucio, pecador, que se nos parece: es borrachín, mujeriego, mentiroso, borrachín. El drama de Maradona es que los dioses no se jubilan. El no va a volver a la anónima multitud de la que proviene. El necesita ser el muerto de cada velorio. --¿Cómo concilia su pasión por el fútbol con el fútbol-negocio, el fútbol de las barrasbravas?--Nada ha sido más mercantilizado que el sexo. Mucho más que el fútbol y sin embargo ahí está. Con el fútbol pasa lo mismo. El fútbol bien jugado es una hermosa fiesta de los ojos que lo miran y de las piernas que lo juegan, a pesar de del cochino negocio que rige el fútbol en el mundo de hoy. Lo mismo pasa con muchas otras pasiones humanas que merecen ser vividas.--¿Qué piensa de la nueva generación de líderes latinoamericanos?--Hay una voluntad de cambio que me parece muy saludable, pero las generalizaciones son injustas y no muy respetuosas de la realidad. Me parece que existe una voluntad popular de cambio: la gente quiere otra cosa. Se hizo una experiencia muy desgraciada con esta idealización del mercado como una solución mágica para los problemas hasta que país por país se ha ido demostrando que el libre mercado es enemigo de la libertad humana.--¿Cómo explica la aparición de líderes como Hugo Chávez?--Es un hombre muy contradictorio. Con algunas cosas me identifico, con otras no.. A veces mete la pata, a veces me parece que dice la verdad. Yo lo que resaltaría como su mérito principal es su generosidad. Es un hombre solidario y es muy raro que un país petrolero sea solidario. Los países petroleros siempre son egoístas y jodidos, empezando por Arabia Saudita- El hecho que Venezuela a partir de Chávez se haya convertido en un país tan generoso y solidario me parece muy importante y debe ser tenido en cuenta a la hora de medir la longitud de sus discursos o algunas ideas disparatadas que se le pueden ocurrir.--¿Y que aspectos le disgustan?-Cuando me cuenta que Irán es una maravilla. O cuando hace la apología de las Farc a mi no me convence para nada.--En "Espejos" enumera las críticas que se le han formulado a Fidel Castro...--Si. Sus enemigos dicen que fue rey sin corona y que confundía la unidad con la unanimidad..Y en eso sus enemigos tienen razón. También dicen que si Napoleón hubiera tenido un diario como el diario Granma, ningún francés se habría enterado del desastre de Waterloo. Y en eso sus enemigos tienen razón. Pero sus enemigos no dicen que Cuba es un raro país que no compite en la Copa Mundial del Felpudo. Cuba es lo que pudo ser y no lo que quiso ser.--Usted siempre alerto contra el monocultivo pero ahora Uruguay afronta el riesgo de monocultivo de celulosa y Argentina el de la soja.--El monocultivo otorga la ilusión de glorias fugaces que después te convierten a la ruina perpetua. La historia latinoamericana es una historia de esas ruinas. Todo monocultivo es devastador. El de soja para la Argentina y el de celulosa para el Uruguay.--¿Qué haría con las pasteras que procesan celulosa?--Yo ya sugerí, pero no me hicieron caso. Propuse que las pongan todas en Punta del Este porque van a mejorar mucho la calidad de vida del balneario.
660 61-09 - Ponencia - El ridículo en la historia - Alberto Asor Rosa
* absolutamente oportuno, y la
próxima será una selección
sobre la tinellización absurda
de la política argentina o, quizás,
de la rioplatense, rb, red
Creo que sería oportuno hacer una reflexión sobre el papel del ridículo en la historia. Ridículo: "que provoca la risa, que induce a consideraciones irrisibles y despreciativas porque carece de racionalidad, de buen sentido o de juicio…; que expone a escarnio a quien lo lleva a cabo, lo mantiene o lo pone en práctica, inducido a ello por absurdas convicciones o falto de motivos racionales…; tonto, irracional, insensato, estúpido" (Gran Diccionario de la lengua italiana, denominado "el Battaglia" XVl).
Todas estas consideraciones, e incluso otras más, se me venían a la mente al ver, hace unos meses, uno de aquellos hermosos documentales, abundantes en filmaciones de época, que Nicola Caracciolo dedicó al siglo XX italiano: y precisamente aquel ramillete de fotogramas , destinado a durar tan solo un puñado de segundos, pero de extraordinaria elocuencia (hay que reconocerlo) en el que Benito Mussolini, con Fez, uniforme y condecoraciones, anuncia desde el balcón del Palacio de Venecia en Roma la conquista del Imperio: con los ojos alucinados, los puños clavados sobre las caderas, la inmarcesible mandíbula, que, levantada hacia el cielo, ondea, tres o cuatro veces, hacia delante y hacia atrás para afirmar ante la multitud, intensamente y persuasivamente, el pensamiento recién expresado. Dios mío, pensé, ¿cómo pudo este obsceno bufón, este comiquillo de teatro de variedades, ataviado con aquellos vulgares disfraces carnavalescos, seducir durante años a la gran mayoría de una población con un pasado no del todo inexperto y primitivo?¿Cómo ante un espectáculo tal, la multitud que abarrotaba la histórica plaza, en vez de aclamarlo enloquecidamente, no lo liquidó al instante con una colosal carcajada?
Lo mismo se podría decir de su querido colega y amigo, el enloquecido alemán Adolf Hitler: cuya peroración ante la nación alemana, desde lo alto de la tribuna nocturna del estadio de Núremberg, ante miles de hombres alineados disciplinadamente en el cuadrado "orden" nazi (la "diferencia alemana") no puede no plantearnos hoy la misma pregunta: ¿cómo pudieron aquel histérico talante, aquella paroxística verbosidad histriónica, aquella exhibición facial- gestual de saltimbanqui, no suscitar la reacción que el ridículo –en sus múltiples formas de bufonería, inverosimilitud, insensatez- debería haber suscitado?. Pero sobre este punto concreto –el ridículo y la historia alemana- volveré más adelante.
Ahora se hace inevitable –me doy cuenta de ello- que el pensamiento del lector corra hasta nuestros tiempos: implantes capilares, corbata estrecha, zapatos con auténticas plataformas, chistes verdes, cuernos tras de la cabeza, de uno de los primeros ministros más acreditados de Europa, obsesiones sexuales, procacidades, forma de hablar ambigua y escasamente italiana, relación obsesiva con los demás mediante la mentira, desprecio pregonado a gritos de las reglas, manías persecutorias, ocurrencias con la viejecita abrucense víctima del terremoto: "¡vaya, vaya a nuestras expensas a uno de los albergues de la costa y llévese la crema solar!", exageraciones e irrealidad fabulística de las promesas, incultura exhibida incluso en el modo de gesticular y de vestirse, sonrisa estereotipada y bufonesca –en resumen, todo lo que tenemos todos los días ante los ojos de la mañana a la noche- componen los trazos de la figura más ridícula que haya producido nuestra contemporaneidad, el "ridículo italiano" en su versión más elevada y exagerada. Y sin embargo nadie se ríe de él: tanto para bien como para mal, se le toma demasiado en serio
Si el cuadro de conjunto es éste, surgen algunas preguntas y/o interrogantes. En primer lugar: existen evidentemente tipos diversos de ridículo en la historia: desde el grotesco imperial – rimbombante, de tipo fascista, a aquel otro fúnebre, mejor dicho, tendente a lo macabro, del nazismo, o al comercial- mediático de nuestros tiempos italianos, variante pequeño burguesa emergente y ascendente de la categoría examinada. Pero todos tienen, como veremos después, algo en común. Naturalmente, el ridículo no se limita a la figura del Jefe, de quien sin embargo emana. ¡Piénsese en el carnavalesco cortejo de jerarcas nazis: de Göring a Hesse! Piénsese en su (innegablemente más chocarrero) homólogo italiano; ¡Starace, Secretario del Partido Nacional Fascista! Piénsese ahora en la actualidad: ¡Gelmini, Ministro de Instrucción Pública! ¡La Russa, Ministro de Defensa! ¡Carfagna, Ministro para la Igualdad de Oportunidades! ¡Brunetta, Ministro! El ridículo del Jefe, usado noche y día como instrumento fundamental de creación del consenso, se extiende como una mancha de aceite, se enlaza con el ridículo embrionariamente presente ya en la profundidad de la sociedad circundante, contamina en cualquier caso también a la oposición (os ahorro los ejemplos posibles, para no hacer excesivamente largo el discurso, pero os aseguro que los hay).
Pongámosle un límite histórico a nuestra exposición: me parece absolutamente innegable que el tipo, ya sea intelectual o político, que podríamos definir como demócrata o liberal democrático, generalmente queda excluido de la categoría y de la práctica del ridículo. No es ridículo Giovanni Giolitti. No son ridículos Aldo Moro y Enrico Berlinguer: o bien lo son lo estrictamente necesario como para asegurarse el favor de la gente (¿Es, en consecuencia, el ridículo, connatural al ejercicio de la política? Hermosa pregunta: será necesario que volvamos a ella). Si bien , debido a un preponderante rechazo del exhibicionismo de actor, por su parte, y de prácticas de camuflaje ellos son o parecen grises. Y efectivamente, se les acusa de esta grisura suya como si fuese una culpa por parte de aquellos que eligen, como práctica política y cultural, el exhibicionismo y la escena: bástenos pensar en las desvergonzadas injurias lanzadas contra hombres como Gioliti y Nitti por otro grande, grandísimo, "mamarracho" ("digno de irrisión", ibid.) del siglo veinte italiano, Gabriele d´Annunzio.
La pregunta principal de este razonamiento por consiguiente, debería ser, si no me equivoco, ésta: ¿cómo es posible que aquello que razonablemente, y en condiciones normales, hubiera provocado solamente la risa, en ciertos momentos de la historia europea del siglo veinte (pero fundamentalmente, ¡ay de mí, alemana e italiana), se ha convertido en un componente esencial del éxito político de un individuo y de la catástrofe cultural que procede de él ( y viceversa, desde luego: más exactamente, el proceso se mueve al mismo tiempo en las dos direcciones). Hay quien ya ha tratado de definir las dinámicas de ésta que, en el límite, es una verdadera y flagrante perversión histórico social, una enfermedad de los pueblos: y, si parva licet, nos atrevemos a convocarlo directamente ante nuestra presencia. Thomás Mann tuvo presente, desde el principio, el carácter ridículo y grotesco del experimento nazi: para él Hitler, el Gran Dictador, es en realidad "un oscuro granuja", "un obseso infame", "un bandido", el "astuto explotador de una crisis mundial", un "perro rabioso encadenado" una "zarpa de histérico cerrada como puño", un "infernal vagabundo" (anoto de pasada: nada semejante surgió nunca de la pluma de un gran intelectual italiano de aquel tiempo, pero esto no basta para marcar indeleblemente caracteres y vocaciones de las dos culturas).
Sería conveniente añadir algo –por seguir en el pasado— a propósito de lo que los grandes cómicos, desde Petrolini a Chaplin han dicho respecto de la impura, degradada comicidad de los miserables bufones que trataron de competir con ellos, pero lo dejaremos para la próxima ocasión
Para explicar cómo haya podido seducir a parte no pequeña de un pueblo de gran cultura como el alemán este disparatado y paroxístico "mamarracho", Mann recurre a dos órdenes de motivaciones, que pueden resultar útiles también para nosotros. Por una parte, está la crisis de la democracia: su incapacidad para resolver los problemas de aquella sociedad en aquella fase histórica concreta.
Es esta incapacidad la que abre paso, al nivel de masas, a la pérdida de todo sentido del ridículo (es decir, en otros términos: a toda razonable percepción de los valores).Por otra parte, está lo que yo definiría como la degeneración de masas de la misma opción y lógica democrática, el derrocamiento de las prácticas normales de consenso, reguladas por la ley, por una especie de explosión de instintos neo bárbaros que no tiene capacidad ninguna para distinguir la luz de la razón (también en este caso, como se puede ver, el proceso se mueve al mismo tiempo en las dos direcciones, de arriba abajo y de abajo arriba).Escuchemos las palabras, lucidísimas, de Mann: "La inmensa oleada de barbarie excéntrica y de vulgaridad primitiva, plebeyamente democrática, producto de impresiones violentas, desconcertantes, y a la vez estimulantes de los nervios, embriagadoras, por la cual está subyugada la humanidad" (de Appel and die Vernunft o sea, "Llamamiento a la razón", un título que resulta ya por sí sólo un programa, teniendo en cuenta que el escrito apareció en octubre de 1930, cuando los alemanes hubieran podido tenerlo en cuenta y no lo hicieron). Así pues, si se nos permite parafrasearlo, se podría decir: el ridículo como instrumento de seducción política es el señal infalible del abandono de la tradición y del campo de los democráticos y de la apertura de una nueva e inquietante línea de experiencias que, mediante la dictadura o mediante la democracia autoritaria, tienden de un modo u otro a dejarla atrás; la pérdida del sentido del ridículo a nivel de masas es la prueba más clara de la degeneración de un pueblo en un amasijo de individuos aislados, ebrios o sea, "predispuestos a ser fascinados por un cualquiera" –en sustancia, por un replicante de ellos mismos, aunque también puede ser, formalmente, un mutante- "infame obseso". Entendámonos: el ridículo es un poco como el hedor: no todos lo perciben en el mismo momento, algunos, nunca. Es decir, por definición (cultural y política) estar en condiciones de percibirlo –esto es, aquello que habitualmente definimos como tener sentido del ridículo- es un hecho en sí elitista: es difícil de que las masas lo encuentren por cuenta propia. Pero cuando las masas lo han perdido totalmente esto quiere decir que las elites han sido completamente derrotadas y esto abre paso a la hegemonía del "bufón": en resumen es siempre el mismo discurso, mejor dicho, el mismo proceso, que sin embargo resulta declinable de varias formas
Para poder reírse de sus inigualables "mamarrachos" de otro tiempo, los alemanes e italianos, tuvieron necesidad de una terrible guerra, en el curso de la cual los oropeles fueron cayendo uno tras otro, los uniformes carnavalescos fueron desgarrados, y la mueca oculta tras la máscara se reveló en toda su terribilidad: no se podía entonces volver a reír –como ocurrió sólo más tarde, con total posterioridad, cuando, a decir verdad, tampoco había ya necesidad, -por el buen motivo de que ya no había nada de qué reírse. ¿Qué catástrofe debemos esperar (y augurarnos) para que los italianos logren reírse del "mamarracho" que hoy les gobierna?
Alberto Asor Rosa (Roma, 1933) es un prestigioso historiador y crítico de la literatura y la cultura italianas. Dirige actualmente el departamento de Estudios Literarios y Lingüísticos de la universidad La Sapienza de Roma.
Traducción para www.sinpermiso.info: Joaquín Miras
Creo que sería oportuno hacer una reflexión sobre el papel del ridículo en la historia. Ridículo: "que provoca la risa, que induce a consideraciones irrisibles y despreciativas porque carece de racionalidad, de buen sentido o de juicio…; que expone a escarnio a quien lo lleva a cabo, lo mantiene o lo pone en práctica, inducido a ello por absurdas convicciones o falto de motivos racionales…; tonto, irracional, insensato, estúpido" (Gran Diccionario de la lengua italiana, denominado "el Battaglia" XVl).
Todas estas consideraciones, e incluso otras más, se me venían a la mente al ver, hace unos meses, uno de aquellos hermosos documentales, abundantes en filmaciones de época, que Nicola Caracciolo dedicó al siglo XX italiano: y precisamente aquel ramillete de fotogramas , destinado a durar tan solo un puñado de segundos, pero de extraordinaria elocuencia (hay que reconocerlo) en el que Benito Mussolini, con Fez, uniforme y condecoraciones, anuncia desde el balcón del Palacio de Venecia en Roma la conquista del Imperio: con los ojos alucinados, los puños clavados sobre las caderas, la inmarcesible mandíbula, que, levantada hacia el cielo, ondea, tres o cuatro veces, hacia delante y hacia atrás para afirmar ante la multitud, intensamente y persuasivamente, el pensamiento recién expresado. Dios mío, pensé, ¿cómo pudo este obsceno bufón, este comiquillo de teatro de variedades, ataviado con aquellos vulgares disfraces carnavalescos, seducir durante años a la gran mayoría de una población con un pasado no del todo inexperto y primitivo?¿Cómo ante un espectáculo tal, la multitud que abarrotaba la histórica plaza, en vez de aclamarlo enloquecidamente, no lo liquidó al instante con una colosal carcajada?
Lo mismo se podría decir de su querido colega y amigo, el enloquecido alemán Adolf Hitler: cuya peroración ante la nación alemana, desde lo alto de la tribuna nocturna del estadio de Núremberg, ante miles de hombres alineados disciplinadamente en el cuadrado "orden" nazi (la "diferencia alemana") no puede no plantearnos hoy la misma pregunta: ¿cómo pudieron aquel histérico talante, aquella paroxística verbosidad histriónica, aquella exhibición facial- gestual de saltimbanqui, no suscitar la reacción que el ridículo –en sus múltiples formas de bufonería, inverosimilitud, insensatez- debería haber suscitado?. Pero sobre este punto concreto –el ridículo y la historia alemana- volveré más adelante.
Ahora se hace inevitable –me doy cuenta de ello- que el pensamiento del lector corra hasta nuestros tiempos: implantes capilares, corbata estrecha, zapatos con auténticas plataformas, chistes verdes, cuernos tras de la cabeza, de uno de los primeros ministros más acreditados de Europa, obsesiones sexuales, procacidades, forma de hablar ambigua y escasamente italiana, relación obsesiva con los demás mediante la mentira, desprecio pregonado a gritos de las reglas, manías persecutorias, ocurrencias con la viejecita abrucense víctima del terremoto: "¡vaya, vaya a nuestras expensas a uno de los albergues de la costa y llévese la crema solar!", exageraciones e irrealidad fabulística de las promesas, incultura exhibida incluso en el modo de gesticular y de vestirse, sonrisa estereotipada y bufonesca –en resumen, todo lo que tenemos todos los días ante los ojos de la mañana a la noche- componen los trazos de la figura más ridícula que haya producido nuestra contemporaneidad, el "ridículo italiano" en su versión más elevada y exagerada. Y sin embargo nadie se ríe de él: tanto para bien como para mal, se le toma demasiado en serio
Si el cuadro de conjunto es éste, surgen algunas preguntas y/o interrogantes. En primer lugar: existen evidentemente tipos diversos de ridículo en la historia: desde el grotesco imperial – rimbombante, de tipo fascista, a aquel otro fúnebre, mejor dicho, tendente a lo macabro, del nazismo, o al comercial- mediático de nuestros tiempos italianos, variante pequeño burguesa emergente y ascendente de la categoría examinada. Pero todos tienen, como veremos después, algo en común. Naturalmente, el ridículo no se limita a la figura del Jefe, de quien sin embargo emana. ¡Piénsese en el carnavalesco cortejo de jerarcas nazis: de Göring a Hesse! Piénsese en su (innegablemente más chocarrero) homólogo italiano; ¡Starace, Secretario del Partido Nacional Fascista! Piénsese ahora en la actualidad: ¡Gelmini, Ministro de Instrucción Pública! ¡La Russa, Ministro de Defensa! ¡Carfagna, Ministro para la Igualdad de Oportunidades! ¡Brunetta, Ministro! El ridículo del Jefe, usado noche y día como instrumento fundamental de creación del consenso, se extiende como una mancha de aceite, se enlaza con el ridículo embrionariamente presente ya en la profundidad de la sociedad circundante, contamina en cualquier caso también a la oposición (os ahorro los ejemplos posibles, para no hacer excesivamente largo el discurso, pero os aseguro que los hay).
Pongámosle un límite histórico a nuestra exposición: me parece absolutamente innegable que el tipo, ya sea intelectual o político, que podríamos definir como demócrata o liberal democrático, generalmente queda excluido de la categoría y de la práctica del ridículo. No es ridículo Giovanni Giolitti. No son ridículos Aldo Moro y Enrico Berlinguer: o bien lo son lo estrictamente necesario como para asegurarse el favor de la gente (¿Es, en consecuencia, el ridículo, connatural al ejercicio de la política? Hermosa pregunta: será necesario que volvamos a ella). Si bien , debido a un preponderante rechazo del exhibicionismo de actor, por su parte, y de prácticas de camuflaje ellos son o parecen grises. Y efectivamente, se les acusa de esta grisura suya como si fuese una culpa por parte de aquellos que eligen, como práctica política y cultural, el exhibicionismo y la escena: bástenos pensar en las desvergonzadas injurias lanzadas contra hombres como Gioliti y Nitti por otro grande, grandísimo, "mamarracho" ("digno de irrisión", ibid.) del siglo veinte italiano, Gabriele d´Annunzio.
La pregunta principal de este razonamiento por consiguiente, debería ser, si no me equivoco, ésta: ¿cómo es posible que aquello que razonablemente, y en condiciones normales, hubiera provocado solamente la risa, en ciertos momentos de la historia europea del siglo veinte (pero fundamentalmente, ¡ay de mí, alemana e italiana), se ha convertido en un componente esencial del éxito político de un individuo y de la catástrofe cultural que procede de él ( y viceversa, desde luego: más exactamente, el proceso se mueve al mismo tiempo en las dos direcciones). Hay quien ya ha tratado de definir las dinámicas de ésta que, en el límite, es una verdadera y flagrante perversión histórico social, una enfermedad de los pueblos: y, si parva licet, nos atrevemos a convocarlo directamente ante nuestra presencia. Thomás Mann tuvo presente, desde el principio, el carácter ridículo y grotesco del experimento nazi: para él Hitler, el Gran Dictador, es en realidad "un oscuro granuja", "un obseso infame", "un bandido", el "astuto explotador de una crisis mundial", un "perro rabioso encadenado" una "zarpa de histérico cerrada como puño", un "infernal vagabundo" (anoto de pasada: nada semejante surgió nunca de la pluma de un gran intelectual italiano de aquel tiempo, pero esto no basta para marcar indeleblemente caracteres y vocaciones de las dos culturas).
Sería conveniente añadir algo –por seguir en el pasado— a propósito de lo que los grandes cómicos, desde Petrolini a Chaplin han dicho respecto de la impura, degradada comicidad de los miserables bufones que trataron de competir con ellos, pero lo dejaremos para la próxima ocasión
Para explicar cómo haya podido seducir a parte no pequeña de un pueblo de gran cultura como el alemán este disparatado y paroxístico "mamarracho", Mann recurre a dos órdenes de motivaciones, que pueden resultar útiles también para nosotros. Por una parte, está la crisis de la democracia: su incapacidad para resolver los problemas de aquella sociedad en aquella fase histórica concreta.
Es esta incapacidad la que abre paso, al nivel de masas, a la pérdida de todo sentido del ridículo (es decir, en otros términos: a toda razonable percepción de los valores).Por otra parte, está lo que yo definiría como la degeneración de masas de la misma opción y lógica democrática, el derrocamiento de las prácticas normales de consenso, reguladas por la ley, por una especie de explosión de instintos neo bárbaros que no tiene capacidad ninguna para distinguir la luz de la razón (también en este caso, como se puede ver, el proceso se mueve al mismo tiempo en las dos direcciones, de arriba abajo y de abajo arriba).Escuchemos las palabras, lucidísimas, de Mann: "La inmensa oleada de barbarie excéntrica y de vulgaridad primitiva, plebeyamente democrática, producto de impresiones violentas, desconcertantes, y a la vez estimulantes de los nervios, embriagadoras, por la cual está subyugada la humanidad" (de Appel and die Vernunft o sea, "Llamamiento a la razón", un título que resulta ya por sí sólo un programa, teniendo en cuenta que el escrito apareció en octubre de 1930, cuando los alemanes hubieran podido tenerlo en cuenta y no lo hicieron). Así pues, si se nos permite parafrasearlo, se podría decir: el ridículo como instrumento de seducción política es el señal infalible del abandono de la tradición y del campo de los democráticos y de la apertura de una nueva e inquietante línea de experiencias que, mediante la dictadura o mediante la democracia autoritaria, tienden de un modo u otro a dejarla atrás; la pérdida del sentido del ridículo a nivel de masas es la prueba más clara de la degeneración de un pueblo en un amasijo de individuos aislados, ebrios o sea, "predispuestos a ser fascinados por un cualquiera" –en sustancia, por un replicante de ellos mismos, aunque también puede ser, formalmente, un mutante- "infame obseso". Entendámonos: el ridículo es un poco como el hedor: no todos lo perciben en el mismo momento, algunos, nunca. Es decir, por definición (cultural y política) estar en condiciones de percibirlo –esto es, aquello que habitualmente definimos como tener sentido del ridículo- es un hecho en sí elitista: es difícil de que las masas lo encuentren por cuenta propia. Pero cuando las masas lo han perdido totalmente esto quiere decir que las elites han sido completamente derrotadas y esto abre paso a la hegemonía del "bufón": en resumen es siempre el mismo discurso, mejor dicho, el mismo proceso, que sin embargo resulta declinable de varias formas
Para poder reírse de sus inigualables "mamarrachos" de otro tiempo, los alemanes e italianos, tuvieron necesidad de una terrible guerra, en el curso de la cual los oropeles fueron cayendo uno tras otro, los uniformes carnavalescos fueron desgarrados, y la mueca oculta tras la máscara se reveló en toda su terribilidad: no se podía entonces volver a reír –como ocurrió sólo más tarde, con total posterioridad, cuando, a decir verdad, tampoco había ya necesidad, -por el buen motivo de que ya no había nada de qué reírse. ¿Qué catástrofe debemos esperar (y augurarnos) para que los italianos logren reírse del "mamarracho" que hoy les gobierna?
Alberto Asor Rosa (Roma, 1933) es un prestigioso historiador y crítico de la literatura y la cultura italianas. Dirige actualmente el departamento de Estudios Literarios y Lingüísticos de la universidad La Sapienza de Roma.
Traducción para www.sinpermiso.info: Joaquín Miras
viernes, 29 de mayo de 2009
659 60-09 - Escenarios - Reflexiones 4 - Recop. JF, JS,YS
+ TEXTOS y textitos para pensar, si se quiere pensar...
* Misterix, el nombre más fuerte - Juan Sasturain - Se cumplieron sesenta años de la aparición de una de las revistas más importantes y uno de los nombres/marcas más sugestivos de la historia de la historieta argentina: Misterix. Y lo recordamos más, acaso, porque es algo que tiene que ver con nuestra propia historia de lectores infantiles primero, de maduros escritores después. Hay una pila atómica (la del “hombre de acero”) que mantiene la energía intacta de nuestra memoria afectiva.
Fue en el primer tercio de la década del cuarenta, en plena Segunda Guerra Mundial, cuando se instaló en la Argentina Editorial Abril. Su fundador fue Cesare Civita, un emigrado judeoitaliano que llegó a Buenos Aires –vía Nueva York– escapando del fascismo. Hombre con gran experiencia en la industria editorial de su país, obtuvo la representación de Walt Disney, empezó a explotar sus personajes y a publicar literatura infantil. Terminada la contienda universal, se volcó al mercado de las revistas de historietas. Así nacieron, sucesivamente, las exitosas Salgari, Cinemisterio, Misterix y Rayo Rojo. Para proveerlas, Civita fundó el sindicato Sudameris –a la manera norteamericana–, tradujo gran parte de la producción de los jóvenes creadores italianos de posguerra e invitó a algunos de ellos a trabajar en la Argentina. Así llegaron a Buenos Aires, en 1950, los dibujantes Mauro Faustinelli, Hugo Pratt e Ivo Pavone (que en estos días, casualmente estará de visita tras muchos años en la Argentina), y el guionista Alberto Ongaro. Otros, como Dino Ba-ttaglia y Paul Campani –que también publicaban en las revistas de Civita–, nunca viajaron. El cruce de estos autores con algunos de los por entonces noveles creadores argentinos –el guionista Oesterheld, los jovencísimos dibujantes Solano López, Zoppi, Vogt y Carlos Cruz– fue muy productivo.
Los semanarios de historietas de Abril –sobre todo Misterix, que apareció en septiembre de 1948, y la pequeñísima Rayo Rojo– fueron, durante la primera mitad de la década del cincuenta, el espacio gráfico en que se expresó la aventura moderna, con temas contemporáneos, de clara influencia norteamericana pero con rasgos propios. Se seguía con el concepto de “continuará”, pero el relato gráfico soslayaba la pesadez del folletín tradicional y los guiones apuntaban a un lector más maduro y exigente.
En la revista y en el personaje insignia de Abril, Misterix, lo primero que seducía era el nombre. Sólo con el tiempo descubrimos que se trataba de la versión fonética de “Mister X”. Los chicos de aquellos años cincuenta no sabían (sabíamos) inglés. La revista era apaisada y tenía la particularidad de que las historietas comenzaban directamente en la tapa, donde estaban los únicos y habitualmente desfasados colores. No siempre con la misma: a veces era Misterix, de Campani y Ongaro, a veces El Sargento Kirk, de Pratt y Oesterheld; a veces Bull Rockett, de Campani y Oesterheld, y también –pero menos– Fuerte Argentino, de Ciocca y Julio Almada. Con el tiempo, al retirarse Campani, Eugenio Zoppi pasó a dibujar Misterix y Solano López se hizo cargo de Bull Rockett.
Tanto el personaje de Misterix, como el efímero Asso di Piche de Battaglia-Pratt –rebautizado As de Espadas en la Argentina– habían nacido en Italia y eran versiones más o menos logradas del modelo de superhéroe yanqui. Los jóvenes autores italianos que habían sufrido la censura de la producción norteamericana en sus revistas durante el fascismo volvieron a esos temas y personajes en cuanto pudieron. La influencia de Caniff, de Eisner, de los héroes de Lee Falk –The Phantom, Mandrake– es evidente.
De esos héroes, Misterix fue, a la larga, si no el mejor, el único que sobrevivió, aunque con muchas transformaciones. El personaje, de origen más o menos gótico y sombrío en los inicios en la revista Salgari, derivó a aristócrata inglés colaborador habitual de Scotland Yard. Lo fundamental siguió siendo la apariencia imponente y el rasgo de modernidad tecnológica: el traje hermético e incombustible y la pila atómica que emitía rayos multiuso operada desde el centro de su cinturón. El dibujo de Zoppi tuvo la rigidez y eficaz simplicidad de las historias.
Bull Rockett, primer personaje importante de Oesterheld, fue construido por encargo y para competir con héroes aviadores de posguerra como el Steve Canyon, de Caniff, y el Johnny Hazard de Frank Robbins. Tenía la cara de Burt Lancaster –entonces de moda– y fue pronto mucho más que el original piloto de pruebas del encargo para convertirse en científico atómico, hombre de acción y eje de un grupo aventurero heterogéneo –Bull, Bob y Pic– que sería después la marca de fábrica del guionista. Precisamente, en El Sargento Kirk, ya con Hugo Pratt en su primer gran trabajo de aliento, un Oesterheld aún literario en demasía desarrollaría con plenitud su concepto de la Aventura (así, con mayúscula) como desafío interior, existencial, y no mera peripecia, y la idea del Héroe colectivo, una constante en su trabajo posterior.
En Rayo Rojo, simultáneamente, mientras se instalaba como un clásico perdurable el anónimo Colt Miller –que no era otro que el Tex Willer del italiano Sergio Bonelli, que aún hoy sigue...– nacían personajes perdurables como El Indio Suárez, de Oesterheld-Fleixas (luego Cruz), historia de un boxeador criollo que accede a pelear por el título del mundo, deviene manager y se mueve habitualmente en ese submundo; y el elegante detective Mark Cabott, de Ongaro y el jovencísimo Carlos Vogt.
La modernidad que les daban a sus historias los dibujos de Pratt, Solano López y el resto –vigorosos, cinematográficos– y los originales guiones de Oesterheld y Ongaro hicieron que Misterix y Rayo Rojo fueran líderes, en un mercado en que las revistas de historietas semanales se contaban por docenas y los ejemplares vendidos en cientos de miles. Esos “años de Misterix”, primera mitad de los cincuenta, fueron parte del epicentro de la Epoca de Oro de la historieta de aventuras argentina, un período que se extiende desde la aparición de Patoruzito, en 1945, a la desaparición definitiva de esta misma reciclada y ya desfasada Misterix hacia 1964.
Tal vez me acuerdo de todo esto porque charlé en estos días con Solano López, que acaba de cumplir ochenta años y sigue laburando como si nada, como si todo. Glorioso sobreviviente de una revista y de una época especiales: ni antes ni después hubo semejante conjunción y proliferación de medios, creadores y público.
** –¿Por qué no me cuenta qué es un microchip y qué contiene?
–Es un conjunto de transistores, así de simple. Y con el conjunto de transistores se pueden hacer muchas cosas. Es una llave muy chiquita, de unos 60 nanómetros de longitud, es decir es a nivel molecular. Más chico que un virus de gripe. Y esto va en descenso.
–Sí, pero va a llegar un momento en el que no se puede reducir más porque se llega al nivel atómico.
–Bueno, cada año dicen lo mismo, que ya se alcanza la pared insalvable, pero hasta ahora se ha logrado seguir avanzando.
–Pero el nivel atómico es el nivel atómico...
–Sí, pero todavía no se alcanzó el nivel atómico. Tenga en cuenta que en las tecnología más chicas los transistores empiezan a ser más impredecibles.
–¿Cómo está formado un transistor?
–Tiene un área en la que se producen y otra en la que se emiten los electrones. Y en el medio tiene algo parecido a un metal, que es un polisilicio que sirve para modular, trabar, abrir o cerrar el paso de esos electrones: es la compuerta del transistor.
–¿Cuántos transistores hay en un microchip?
–Un chip de computadora tiene cientos de millones de transistores en un centímetro cuadrado.
–¿Y cómo se diseñan cientos de millones de transistores en un chip?
–Es un problema; ha aumentado más la capacidad de meter transistores que la capacidad del hombre de diseñar. Es un problema enorme, por eso el circuito se divide en áreas en las que trabajan distintos grupos de trabajo y luego se hace la interconexión. Para hacer microprocesadores trabajan equipos de 300 personas durante tres años y con herramientas de software realmente muy complejas.
*** Aciertos y dificultades para el trabajo en común - Grupos desagrupados - Liñiana Amaya - sostiene que “los sucesos inaugurados en diciembre de 2001 dieron vuelta el modelo vertical en grupos e instituciones”, donde “el modelo dominador-dominado fue puesto en cuestión”. Pero el riesgo se presenta cuando “el ídolo no es el jefe ni los otros, sino el propio yo”. ¿Cuál es el rasgo particular inherente a nuestra cultura que hace complicado el trabajo en equipo? ¿Es el individualismo arraigado en el núcleo de nuestra identidad? Sin descartar esa posibilidad, pensar en factores múltiples interconectados nos permite acercarnos a una explicación razonable.
El trabajo y la vida en grupo requieren de la confianza entre sus miembros. Es a partir de esta base como se puede acceder a otro nivel, necesario para el trabajo en común: el descentramiento de sí mismo. El proceso de descentramiento de sí mismo compromete la fianza hacia los demás. Abandonar el egocentrismo en un grupo requiere seguridad en sí mismo, una experiencia práctica en actividades en grupo y confianza hacia los otros participantes. Las rupturas asentadas en la desconfianza interrumpen la necesaria continuidad para el conocimiento mutuo, la reciprocidad y la modificación de los errores pasados. Digamos que lo que se necesita es tiempo para la interiorización de los otros y placer por el mismo proceso del hacer en común.
La experiencia en nuestra sociedad indica que los períodos de confianza entre los participantes no tienen la continuidad básica como para que las actividades en grupo se sostengan sin quiebres. Las discontinuidades alteran la vida de los grupos en secuencias cuyos tramos dividen ideas, pensamientos, modos de hacer, opiniones; en fin, personalidades.
Los sucesos inaugurados en diciembre de 2001 en Buenos Aires dieron vuelta parte del modelo vertical en relación a las relaciones interpersonales. Este cambio se reflejó en los grupos y las instituciones. Las formas democráticas se impusieron como la moda y el poder se trasladó a los participantes, desconfiados de las relaciones asimétricas. Todo integrante desarrolló el derecho de plantear lo que se le ocurre en el momento en que lo siente oportuno. El modelo dominador-dominado quedó cuestionado.
La ola expansiva que produjo el movimiento contra el sometimiento a los viejos jefes dio el toque de gracia a instituciones que venían en franca bancarrota. Algunos sindicatos, partidos políticos y empresas se vieron obligados a adoptar modelos democráticos de funcionamiento. Estos modelos democráticos no se fijaron ni son permanentes, pero se imponen en momentos críticos.
Diez años después de la ruptura del modelo vertical, los integrantes de los grupos se encuentran en una mutación en la dinámica grupal: de grupos apoyados en una sólida conducción a grupos que eligen como forma de funcionamiento el vínculo horizontal entre los participantes.
De ahí que, en los últimos años, se expandiera la idea de que, si estaba aniquilada la expectativa en los antiguos caciques, las personas pudieran valorar su trabajo en común, confiar unos en los otros y poder valorar sus propios recursos en acción.
A medida que los equipos de trabajo pudieron despegarse del modelo autoritario y ponerse a trabajar en cadena horizontal, las cosas fueron cambiando. El transcurso mostró que se puede trabajar sin mandos visibles, impulsados por las distintas iniciativas de sus miembros y con una ligazón importante durante el tiempo que dura el lanzamiento del proyecto inicial. El grupo autogestivo dio lugar a la iniciativa individual y un lugar para cada uno. Una vez rota la cadena de mandos, los integrantes de los equipos se sintieron más felices, pero la dificultad apareció en el cumplimiento de la planificación previa.
Se sabe que iniciar algo no es lo mismo que mantenerlo. Algo parecido sucede con las relaciones matrimoniales: casarse no es lo mismo que sostener la relación. Nuestros grupos mostraron iniciativa, creatividad y una importante energía. El entusiasmo permitió la planificación de proyectos, discusión de ideas y puesta en acción de los primeros pasos. Pero, si observamos bien, veremos que esa fuerza se concentró en el principio. Cuando el grupo debe adaptarse a situaciones nuevas, con temas como inclusiones, incorporaciones, crecimiento y expansión, aparecen los problemas. Vuelve a surgir esa desconfianza basal, generando expulsiones, autoexpulsiones, fracturas, alianzas diádicas, coaliciones y un estallido final.
Al no poder resolverse la situación vivida como dilemática, el movimiento suele ser romper el primer grupo y formar otro, donde el entusiasmo inicial, “por haberse sacado de encima los problemas que producían los otros”, provee oxígeno para seguir. El abastecimiento de energía para funcionar en el nuevo grupo surge del recuerdo permanente del odio hacia el grupo pasado.
Los grupos asentados en la hostilidad pasada no se sustentan en la experiencia, sino en emociones primitivas. El alimento con que creen que vivirán será el veneno con que mueren. Cuando lo que une a las personas es el espanto, los resultados suelen repetir la tragedia.
Entonces suceden algunas de estas cosas: a) el grupo estalla y se rompe, empezando un nuevo vínculo con cimiento democrático; b) el grupo estalla y se rompe, pero repitiendo la vieja forma autoritaria, mala pero conocida; c) el grupo no se rompe, pero se abandonan las formas democráticas para volverse a imponer, paulatinamente, las viejas formas de conducción.
Los vínculos democráticos que se forjaron en los últimos años tienen un destino aún poco claro. La batalla contra el autoritarismo, contra los Estados burocráticos dentro del grupo y el quietismo paralizante no puede transformarse en algo tangible si el tiempo de las nuevas formas de relación se pierde. El mito del recomienzo hace creer a quienes lo practican que “ahora todo va a ser mejor”. La esperanza en un nuevo origen hace perder las enseñanzas adquiridas y muestra que nuestros grupos padecen fallas cuando de aprender de la experiencia se trata. Sin elaboración, ni evaluación, no hay aprendizaje.
“El grupo soy yo”
El poder arrancado a los jefes en los últimos años se trasladó a los participantes, dando paso al poder de múltiples jefes individuales en un intenso movimiento horizontal. En nuestra experiencia del trabajo en grupos, el valor de los hombres ha estado de continuo por encima del valor de la tarea, y la liberación del peso de conducciones autoritarias no ha mejorado los resultados del trabajo en equipo.
Si algo se logró en la vida de los grupos fue darse el gusto de que cada uno haga lo que le da la gana. Este placer alucinógeno comparte más puntos en común con la anarquía que con la autogestión, ya que las dificultades por el respeto a las reglas establecidas muestran que el obstáculo para trabajar operativa y placenteramente en los grupos sigue incólume, a pesar de haber cambiado el modo de relación.
Los grupos sin jefes visibles alardean de su democracia interna, pero suelen ocultar el desorden con que trabajan y su bajo rendimiento. El “aquí no hay jefes” es una frase limitada que disimula metas inconclusas y fines olvidados en el camino.
Suele decirse que las sociedades acostumbradas a la relación dominador-dominado tienen problemas a la hora de trabajar en equipo. Para lograr ese trabajo es necesario establecer un lazo amoroso, no sólo con los participantes, sino también con la tarea.
En nuestra sociedad está instalado el miedo a dedicarse centralmente a la tarea, como si esta dedicación pudiese descuidar el control de los otros integrantes y con ello favorecer que algunos quisieran instalarse como cabezas dentro del grupo y arruinar la vida democrática conseguida. De ahí que una gran cantidad de energía se utiliza en el control vigilante de unos con otros.
La experiencia indica que las prácticas de corrupción, pactos elaborados de espaldas al grupo, alianzas secretas y pequeños golpes de Estado están al acecho en la idiosincrasia argentina. Frente a un miembro par sospechado, los integrantes de un equipo prefieren un jefe autoritario. Una vez puesto un superior en el lugar de la jerarquía, vendrá la etapa de ambivalente amor/odio sobre él, pero esta elección será sentida menos peligrosa que aquel posible amenazante.
Gran parte de la energía que las culturas eficientes encaminan hacia la meta, en nuestro caso se consume en vigilar actos, pensamientos e ideas de cada uno. Finalmente, el factor individuo pesa más que el objetivo en común.
El nivel de descentramiento alcanzado en nuestros grupos ha conducido a la gestación de múltiples centralizaciones individuales. Estas iluminan una nueva vertiente a tener en cuenta en la dinámica grupal, el amor a sí mismo. El ídolo ahora no es el jefe ni los otros, sino el propio yo.
Este afecto hacia la propia persona se expresa en los grupos en su cara normal y en su faceta patológica. En la normal, el integrante desea ser el centro de atención y espera apoyo a sus propuestas, mientras reconoce su interdependencia con los demás y puede expresar su agradecimiento por compartir experiencias. En la patológica, el miembro exige ser el centro de atención, pero no acepta la interdependencia ni puede mostrar gratitud.
Un grupo de trabajo, cuando está constituido por personalidades intolerantes a las reglas, insensibles a los acuerdos, divididos en coaliciones de unos contra otros, evitando las evaluaciones conjuntas, obtiene en su labor pobres resultados, que dejan como aprendizaje la conclusión errada de que el trabajo en grupo no sirve.
La cultura caudillesca, generadora de grupos pasivos, es antagónica con el trabajo en equipo, pero la cultura narcisista también lo es.
La confianza mutua, la buena convivencia, el trabajo placentero, la posibilidad del reemplazo sano de uno por otro y la continencia emocional que otorga un grupo son difíciles de lograr en comunidades habituadas a ser dirigidas discrecionalmente por caudillos, intolerantes al intercambio respetuoso entre sus miembros, sujetas a penosos procesos de discordia por la competencia velada.
Trabajar en grupo requiere que los integrantes, lejos del narcisismo patológico, tengan una cosmovisión positiva del trabajo compartido, valoren el fin por el cual están unidos y puedan actuar con madurez, nobleza y desarrollada empatía.* Fragmento del libro Grupos desagrupados
* Misterix, el nombre más fuerte - Juan Sasturain - Se cumplieron sesenta años de la aparición de una de las revistas más importantes y uno de los nombres/marcas más sugestivos de la historia de la historieta argentina: Misterix. Y lo recordamos más, acaso, porque es algo que tiene que ver con nuestra propia historia de lectores infantiles primero, de maduros escritores después. Hay una pila atómica (la del “hombre de acero”) que mantiene la energía intacta de nuestra memoria afectiva.
Fue en el primer tercio de la década del cuarenta, en plena Segunda Guerra Mundial, cuando se instaló en la Argentina Editorial Abril. Su fundador fue Cesare Civita, un emigrado judeoitaliano que llegó a Buenos Aires –vía Nueva York– escapando del fascismo. Hombre con gran experiencia en la industria editorial de su país, obtuvo la representación de Walt Disney, empezó a explotar sus personajes y a publicar literatura infantil. Terminada la contienda universal, se volcó al mercado de las revistas de historietas. Así nacieron, sucesivamente, las exitosas Salgari, Cinemisterio, Misterix y Rayo Rojo. Para proveerlas, Civita fundó el sindicato Sudameris –a la manera norteamericana–, tradujo gran parte de la producción de los jóvenes creadores italianos de posguerra e invitó a algunos de ellos a trabajar en la Argentina. Así llegaron a Buenos Aires, en 1950, los dibujantes Mauro Faustinelli, Hugo Pratt e Ivo Pavone (que en estos días, casualmente estará de visita tras muchos años en la Argentina), y el guionista Alberto Ongaro. Otros, como Dino Ba-ttaglia y Paul Campani –que también publicaban en las revistas de Civita–, nunca viajaron. El cruce de estos autores con algunos de los por entonces noveles creadores argentinos –el guionista Oesterheld, los jovencísimos dibujantes Solano López, Zoppi, Vogt y Carlos Cruz– fue muy productivo.
Los semanarios de historietas de Abril –sobre todo Misterix, que apareció en septiembre de 1948, y la pequeñísima Rayo Rojo– fueron, durante la primera mitad de la década del cincuenta, el espacio gráfico en que se expresó la aventura moderna, con temas contemporáneos, de clara influencia norteamericana pero con rasgos propios. Se seguía con el concepto de “continuará”, pero el relato gráfico soslayaba la pesadez del folletín tradicional y los guiones apuntaban a un lector más maduro y exigente.
En la revista y en el personaje insignia de Abril, Misterix, lo primero que seducía era el nombre. Sólo con el tiempo descubrimos que se trataba de la versión fonética de “Mister X”. Los chicos de aquellos años cincuenta no sabían (sabíamos) inglés. La revista era apaisada y tenía la particularidad de que las historietas comenzaban directamente en la tapa, donde estaban los únicos y habitualmente desfasados colores. No siempre con la misma: a veces era Misterix, de Campani y Ongaro, a veces El Sargento Kirk, de Pratt y Oesterheld; a veces Bull Rockett, de Campani y Oesterheld, y también –pero menos– Fuerte Argentino, de Ciocca y Julio Almada. Con el tiempo, al retirarse Campani, Eugenio Zoppi pasó a dibujar Misterix y Solano López se hizo cargo de Bull Rockett.
Tanto el personaje de Misterix, como el efímero Asso di Piche de Battaglia-Pratt –rebautizado As de Espadas en la Argentina– habían nacido en Italia y eran versiones más o menos logradas del modelo de superhéroe yanqui. Los jóvenes autores italianos que habían sufrido la censura de la producción norteamericana en sus revistas durante el fascismo volvieron a esos temas y personajes en cuanto pudieron. La influencia de Caniff, de Eisner, de los héroes de Lee Falk –The Phantom, Mandrake– es evidente.
De esos héroes, Misterix fue, a la larga, si no el mejor, el único que sobrevivió, aunque con muchas transformaciones. El personaje, de origen más o menos gótico y sombrío en los inicios en la revista Salgari, derivó a aristócrata inglés colaborador habitual de Scotland Yard. Lo fundamental siguió siendo la apariencia imponente y el rasgo de modernidad tecnológica: el traje hermético e incombustible y la pila atómica que emitía rayos multiuso operada desde el centro de su cinturón. El dibujo de Zoppi tuvo la rigidez y eficaz simplicidad de las historias.
Bull Rockett, primer personaje importante de Oesterheld, fue construido por encargo y para competir con héroes aviadores de posguerra como el Steve Canyon, de Caniff, y el Johnny Hazard de Frank Robbins. Tenía la cara de Burt Lancaster –entonces de moda– y fue pronto mucho más que el original piloto de pruebas del encargo para convertirse en científico atómico, hombre de acción y eje de un grupo aventurero heterogéneo –Bull, Bob y Pic– que sería después la marca de fábrica del guionista. Precisamente, en El Sargento Kirk, ya con Hugo Pratt en su primer gran trabajo de aliento, un Oesterheld aún literario en demasía desarrollaría con plenitud su concepto de la Aventura (así, con mayúscula) como desafío interior, existencial, y no mera peripecia, y la idea del Héroe colectivo, una constante en su trabajo posterior.
En Rayo Rojo, simultáneamente, mientras se instalaba como un clásico perdurable el anónimo Colt Miller –que no era otro que el Tex Willer del italiano Sergio Bonelli, que aún hoy sigue...– nacían personajes perdurables como El Indio Suárez, de Oesterheld-Fleixas (luego Cruz), historia de un boxeador criollo que accede a pelear por el título del mundo, deviene manager y se mueve habitualmente en ese submundo; y el elegante detective Mark Cabott, de Ongaro y el jovencísimo Carlos Vogt.
La modernidad que les daban a sus historias los dibujos de Pratt, Solano López y el resto –vigorosos, cinematográficos– y los originales guiones de Oesterheld y Ongaro hicieron que Misterix y Rayo Rojo fueran líderes, en un mercado en que las revistas de historietas semanales se contaban por docenas y los ejemplares vendidos en cientos de miles. Esos “años de Misterix”, primera mitad de los cincuenta, fueron parte del epicentro de la Epoca de Oro de la historieta de aventuras argentina, un período que se extiende desde la aparición de Patoruzito, en 1945, a la desaparición definitiva de esta misma reciclada y ya desfasada Misterix hacia 1964.
Tal vez me acuerdo de todo esto porque charlé en estos días con Solano López, que acaba de cumplir ochenta años y sigue laburando como si nada, como si todo. Glorioso sobreviviente de una revista y de una época especiales: ni antes ni después hubo semejante conjunción y proliferación de medios, creadores y público.
** –¿Por qué no me cuenta qué es un microchip y qué contiene?
–Es un conjunto de transistores, así de simple. Y con el conjunto de transistores se pueden hacer muchas cosas. Es una llave muy chiquita, de unos 60 nanómetros de longitud, es decir es a nivel molecular. Más chico que un virus de gripe. Y esto va en descenso.
–Sí, pero va a llegar un momento en el que no se puede reducir más porque se llega al nivel atómico.
–Bueno, cada año dicen lo mismo, que ya se alcanza la pared insalvable, pero hasta ahora se ha logrado seguir avanzando.
–Pero el nivel atómico es el nivel atómico...
–Sí, pero todavía no se alcanzó el nivel atómico. Tenga en cuenta que en las tecnología más chicas los transistores empiezan a ser más impredecibles.
–¿Cómo está formado un transistor?
–Tiene un área en la que se producen y otra en la que se emiten los electrones. Y en el medio tiene algo parecido a un metal, que es un polisilicio que sirve para modular, trabar, abrir o cerrar el paso de esos electrones: es la compuerta del transistor.
–¿Cuántos transistores hay en un microchip?
–Un chip de computadora tiene cientos de millones de transistores en un centímetro cuadrado.
–¿Y cómo se diseñan cientos de millones de transistores en un chip?
–Es un problema; ha aumentado más la capacidad de meter transistores que la capacidad del hombre de diseñar. Es un problema enorme, por eso el circuito se divide en áreas en las que trabajan distintos grupos de trabajo y luego se hace la interconexión. Para hacer microprocesadores trabajan equipos de 300 personas durante tres años y con herramientas de software realmente muy complejas.
*** Aciertos y dificultades para el trabajo en común - Grupos desagrupados - Liñiana Amaya - sostiene que “los sucesos inaugurados en diciembre de 2001 dieron vuelta el modelo vertical en grupos e instituciones”, donde “el modelo dominador-dominado fue puesto en cuestión”. Pero el riesgo se presenta cuando “el ídolo no es el jefe ni los otros, sino el propio yo”. ¿Cuál es el rasgo particular inherente a nuestra cultura que hace complicado el trabajo en equipo? ¿Es el individualismo arraigado en el núcleo de nuestra identidad? Sin descartar esa posibilidad, pensar en factores múltiples interconectados nos permite acercarnos a una explicación razonable.
El trabajo y la vida en grupo requieren de la confianza entre sus miembros. Es a partir de esta base como se puede acceder a otro nivel, necesario para el trabajo en común: el descentramiento de sí mismo. El proceso de descentramiento de sí mismo compromete la fianza hacia los demás. Abandonar el egocentrismo en un grupo requiere seguridad en sí mismo, una experiencia práctica en actividades en grupo y confianza hacia los otros participantes. Las rupturas asentadas en la desconfianza interrumpen la necesaria continuidad para el conocimiento mutuo, la reciprocidad y la modificación de los errores pasados. Digamos que lo que se necesita es tiempo para la interiorización de los otros y placer por el mismo proceso del hacer en común.
La experiencia en nuestra sociedad indica que los períodos de confianza entre los participantes no tienen la continuidad básica como para que las actividades en grupo se sostengan sin quiebres. Las discontinuidades alteran la vida de los grupos en secuencias cuyos tramos dividen ideas, pensamientos, modos de hacer, opiniones; en fin, personalidades.
Los sucesos inaugurados en diciembre de 2001 en Buenos Aires dieron vuelta parte del modelo vertical en relación a las relaciones interpersonales. Este cambio se reflejó en los grupos y las instituciones. Las formas democráticas se impusieron como la moda y el poder se trasladó a los participantes, desconfiados de las relaciones asimétricas. Todo integrante desarrolló el derecho de plantear lo que se le ocurre en el momento en que lo siente oportuno. El modelo dominador-dominado quedó cuestionado.
La ola expansiva que produjo el movimiento contra el sometimiento a los viejos jefes dio el toque de gracia a instituciones que venían en franca bancarrota. Algunos sindicatos, partidos políticos y empresas se vieron obligados a adoptar modelos democráticos de funcionamiento. Estos modelos democráticos no se fijaron ni son permanentes, pero se imponen en momentos críticos.
Diez años después de la ruptura del modelo vertical, los integrantes de los grupos se encuentran en una mutación en la dinámica grupal: de grupos apoyados en una sólida conducción a grupos que eligen como forma de funcionamiento el vínculo horizontal entre los participantes.
De ahí que, en los últimos años, se expandiera la idea de que, si estaba aniquilada la expectativa en los antiguos caciques, las personas pudieran valorar su trabajo en común, confiar unos en los otros y poder valorar sus propios recursos en acción.
A medida que los equipos de trabajo pudieron despegarse del modelo autoritario y ponerse a trabajar en cadena horizontal, las cosas fueron cambiando. El transcurso mostró que se puede trabajar sin mandos visibles, impulsados por las distintas iniciativas de sus miembros y con una ligazón importante durante el tiempo que dura el lanzamiento del proyecto inicial. El grupo autogestivo dio lugar a la iniciativa individual y un lugar para cada uno. Una vez rota la cadena de mandos, los integrantes de los equipos se sintieron más felices, pero la dificultad apareció en el cumplimiento de la planificación previa.
Se sabe que iniciar algo no es lo mismo que mantenerlo. Algo parecido sucede con las relaciones matrimoniales: casarse no es lo mismo que sostener la relación. Nuestros grupos mostraron iniciativa, creatividad y una importante energía. El entusiasmo permitió la planificación de proyectos, discusión de ideas y puesta en acción de los primeros pasos. Pero, si observamos bien, veremos que esa fuerza se concentró en el principio. Cuando el grupo debe adaptarse a situaciones nuevas, con temas como inclusiones, incorporaciones, crecimiento y expansión, aparecen los problemas. Vuelve a surgir esa desconfianza basal, generando expulsiones, autoexpulsiones, fracturas, alianzas diádicas, coaliciones y un estallido final.
Al no poder resolverse la situación vivida como dilemática, el movimiento suele ser romper el primer grupo y formar otro, donde el entusiasmo inicial, “por haberse sacado de encima los problemas que producían los otros”, provee oxígeno para seguir. El abastecimiento de energía para funcionar en el nuevo grupo surge del recuerdo permanente del odio hacia el grupo pasado.
Los grupos asentados en la hostilidad pasada no se sustentan en la experiencia, sino en emociones primitivas. El alimento con que creen que vivirán será el veneno con que mueren. Cuando lo que une a las personas es el espanto, los resultados suelen repetir la tragedia.
Entonces suceden algunas de estas cosas: a) el grupo estalla y se rompe, empezando un nuevo vínculo con cimiento democrático; b) el grupo estalla y se rompe, pero repitiendo la vieja forma autoritaria, mala pero conocida; c) el grupo no se rompe, pero se abandonan las formas democráticas para volverse a imponer, paulatinamente, las viejas formas de conducción.
Los vínculos democráticos que se forjaron en los últimos años tienen un destino aún poco claro. La batalla contra el autoritarismo, contra los Estados burocráticos dentro del grupo y el quietismo paralizante no puede transformarse en algo tangible si el tiempo de las nuevas formas de relación se pierde. El mito del recomienzo hace creer a quienes lo practican que “ahora todo va a ser mejor”. La esperanza en un nuevo origen hace perder las enseñanzas adquiridas y muestra que nuestros grupos padecen fallas cuando de aprender de la experiencia se trata. Sin elaboración, ni evaluación, no hay aprendizaje.
“El grupo soy yo”
El poder arrancado a los jefes en los últimos años se trasladó a los participantes, dando paso al poder de múltiples jefes individuales en un intenso movimiento horizontal. En nuestra experiencia del trabajo en grupos, el valor de los hombres ha estado de continuo por encima del valor de la tarea, y la liberación del peso de conducciones autoritarias no ha mejorado los resultados del trabajo en equipo.
Si algo se logró en la vida de los grupos fue darse el gusto de que cada uno haga lo que le da la gana. Este placer alucinógeno comparte más puntos en común con la anarquía que con la autogestión, ya que las dificultades por el respeto a las reglas establecidas muestran que el obstáculo para trabajar operativa y placenteramente en los grupos sigue incólume, a pesar de haber cambiado el modo de relación.
Los grupos sin jefes visibles alardean de su democracia interna, pero suelen ocultar el desorden con que trabajan y su bajo rendimiento. El “aquí no hay jefes” es una frase limitada que disimula metas inconclusas y fines olvidados en el camino.
Suele decirse que las sociedades acostumbradas a la relación dominador-dominado tienen problemas a la hora de trabajar en equipo. Para lograr ese trabajo es necesario establecer un lazo amoroso, no sólo con los participantes, sino también con la tarea.
En nuestra sociedad está instalado el miedo a dedicarse centralmente a la tarea, como si esta dedicación pudiese descuidar el control de los otros integrantes y con ello favorecer que algunos quisieran instalarse como cabezas dentro del grupo y arruinar la vida democrática conseguida. De ahí que una gran cantidad de energía se utiliza en el control vigilante de unos con otros.
La experiencia indica que las prácticas de corrupción, pactos elaborados de espaldas al grupo, alianzas secretas y pequeños golpes de Estado están al acecho en la idiosincrasia argentina. Frente a un miembro par sospechado, los integrantes de un equipo prefieren un jefe autoritario. Una vez puesto un superior en el lugar de la jerarquía, vendrá la etapa de ambivalente amor/odio sobre él, pero esta elección será sentida menos peligrosa que aquel posible amenazante.
Gran parte de la energía que las culturas eficientes encaminan hacia la meta, en nuestro caso se consume en vigilar actos, pensamientos e ideas de cada uno. Finalmente, el factor individuo pesa más que el objetivo en común.
El nivel de descentramiento alcanzado en nuestros grupos ha conducido a la gestación de múltiples centralizaciones individuales. Estas iluminan una nueva vertiente a tener en cuenta en la dinámica grupal, el amor a sí mismo. El ídolo ahora no es el jefe ni los otros, sino el propio yo.
Este afecto hacia la propia persona se expresa en los grupos en su cara normal y en su faceta patológica. En la normal, el integrante desea ser el centro de atención y espera apoyo a sus propuestas, mientras reconoce su interdependencia con los demás y puede expresar su agradecimiento por compartir experiencias. En la patológica, el miembro exige ser el centro de atención, pero no acepta la interdependencia ni puede mostrar gratitud.
Un grupo de trabajo, cuando está constituido por personalidades intolerantes a las reglas, insensibles a los acuerdos, divididos en coaliciones de unos contra otros, evitando las evaluaciones conjuntas, obtiene en su labor pobres resultados, que dejan como aprendizaje la conclusión errada de que el trabajo en grupo no sirve.
La cultura caudillesca, generadora de grupos pasivos, es antagónica con el trabajo en equipo, pero la cultura narcisista también lo es.
La confianza mutua, la buena convivencia, el trabajo placentero, la posibilidad del reemplazo sano de uno por otro y la continencia emocional que otorga un grupo son difíciles de lograr en comunidades habituadas a ser dirigidas discrecionalmente por caudillos, intolerantes al intercambio respetuoso entre sus miembros, sujetas a penosos procesos de discordia por la competencia velada.
Trabajar en grupo requiere que los integrantes, lejos del narcisismo patológico, tengan una cosmovisión positiva del trabajo compartido, valoren el fin por el cual están unidos y puedan actuar con madurez, nobleza y desarrollada empatía.* Fragmento del libro Grupos desagrupados
658 49-09 - Escenarios - Reflexiones 3 - Recop. RB, SV, AA
* Constelaciones - JUAN JOSÉ MILLÁS - Yo, tú, él. El hecho de que estos pronombres mantengan ese orden en la conjugación verbal podría inducirnos a pensar que primero se inventó el yo, después el tú y más tarde el él. Pero quizá no fue así. Tal vez apareció primero el tú. El tú pudo ser el centro de una constelación alrededor de la que giraban el yo y el él (no sabemos si en este orden). Pero también, por qué no, es posible que apareciera primero el él. A lo mejor estaban dos individuos (aún sin nombres ni pronombres) compartiendo una pieza de carne cuando apareció a lo lejos una sombra amenazadora a la que señalaron con el dedo al tiempo que gritaban: él, él, él. De hecho, parece más racional decir él mira, tú miras, yo miro, incluso él muere, tú mueres, yo muero, que al revés. De modo que quizá el centro de la constelación fue el él, después vendría el tú, y finalmente, en la periferia, como un planeta helado, el yo. En la constelación familiar clásica, el padre, que ocupa el centro, es él; la madre, tú; el hijo, yo. Si no fuera por el padre (él), la madre y el hijo (tú y yo) apenas se diferenciarían.
Cuando se descubrió que la Tierra no era el centro del universo, deberíamos haber modificado también la situación de los pronombres en la conjugación verbal. Es mentira que todo gire en torno al yo. El centro es él, ése, el otro (el sol), y yo doy vueltas a su alrededor, atado a ese círculo por una fuerza gramatical que no comprendo y que me hace sufrir, una fuerza a la que tengo miedo, una atracción que me enloquece, pero de la que no puedo escapar como no pueden escapar los planetas de sus órbitas. Es casi seguro, en fin, que el yo y el tú se descubrieron tras la aparición del él y no al revés. Si el resto de la gramática está así de equivocada, no nos extrañan las cifras de fracaso escolar que provoca esta asignatura. A ver si lo arreglan.
** Acerca de la situación actual del periodismo, Tomás Eloy Martínez aseguró que se "rompe la cabeza" al pensar cómo se va a salir del "atolladero en el que se encuentra el periodismo papel", y aunque reconoció que aún no se ha encontrado una salida, está convencido de que la prensa la va a hallar. El recientemente galardonado con el premio de periodismo Ortega y Gasset a la trayectoria, insistió en que "ojalá" se halle "una vía de escape a esta especie de camino cerrado", una "vía de confluencia" entre Internet y el periodismo escrito en el que él ha crecido, apuntó en un encuentro con los medios.
** BIS - Perón, un personaje decisivo - "La novela de Perón nació de la necesidad de enmendarle la plana a Perón en el momento en que me di cuenta de que cuando él dictaba sus memorias estaba ocultando hechos importantísimos de su vida o desfigurando otros y estaba usándome para construir su monumento personal", dice Martínez."Conocí a Perón en su peor momento, con López Rega al lado". Entre sus cintas, Martínez tiene grabado a López Rega leyendo un texto escrito por Perón sobre su asistencia al entierro de Mitre: "Perón tenía diez años cuando muere Mitre, el velorio se hizo a una cuadra de su casa. En el relato que Perón escribe y que López Rega reproduce con su voz, dice: 'Tal día de 1906, fui con mi abuela Dominga, mi primo Julio, mi prima Amelia, a rendir homenaje a Mitre. Mi abuela y yo caminábamos delante, mis primos detrás y con nosotros iba José López Rega'. Entonces yo le digo: 'General, estamos hablando del año 1906, López Rega nació en 1916'. Y dice López Rega: 'Yo estaba ahí, ¿no es cierto general?' 'General, López Rega, no pudo haber estado ahí'. 'Yo estuve ahí', dice López Rega. Y mira a Perón como exigiéndole mediar: 'No sé, será como López dice', se rinde Perón".
*** Jürgen Habermas, el filósofo ilustrado - El pensador propone una filosofía universal y sin adjetivos. Nada de entrevistas, nada de actos sociales y nada de homenajes para celebrar los 80 años que cumplirá en junio. Esas fueron las condiciones impuestas por el filósofo Jürgen Habermas (Dusseldorf, 1929) antes de aceptar la invitación de la Universitat Oberta de Catalunya para impartir un seminario y dar una conferencia el pasado martes en el CCCB. Consciente de la marginalidad en la que reside la filosofía, el pensador planteó -ante un público especializado- una extensa genealogía de la filosofía y terminó exponiendo la necesidad de una racionalidad dialógica, no fundamentalista. Una filosofía sin adjetivos que utilice estructuras universales que integren los distintos campos de conocimiento. "Uno de los instrumentos de la filosofía es el análisis conceptual de los textos y sus contextos, ahí se convierte en un medio para clarificar el discurso público. Pero en lo público los filósofos no tenemos ningún privilegio", afirmó el autor de Teoría de la acción comunicativa.
*** BIS - Apoyado en un atril, Habermas desgranó su conferencia poniendo un cuidado extremo en cada palabra. Cada vez que pronunció la palabra certidumbre pidió permiso para denominarla de ese modo.
"Es de una gran seriedad intelectual. Ante el mundo actual se muestra escéptico pero no derrotista. Él piensa que a través de la razón se pueden solucionar muchas cosas", comentó el doctor en Filosofía Pere Fabra a este periódico. Fabra es el puente entre Habermas y Barcelona. "Consciente de que el paradigma científico y técnico es el que impera, Habermas se rebela contra las críticas totalizadoras de la razón y defiende el proyecto ilustrado de una razón que no se perjudique en la crítica. Él defiende un proyecto que no se diluye en el negativismo ni en el escepticismo", aclaró Pere Fabra, que pasó cinco años en Frankfurt bajo la tutela del maestro.
*** PORTRES - El mundo objetivo - Habermas habló gestualizando, esbozando una sonrisa de vez en cuando, pero aún así, la densidad de su discurso no se disipó. Dejó claro que la totalidad trascendental de la metafísica ha quedado atrás, y en su exposición se detuvo en la cuestión de "la objetivación del mundo". Una idea esbozada por el empirismo y que más tarde Kant sacudió. "Es sorprendente que los hechos históricos, sociales, etc. no despertaran un interés científico hasta muy tarde". "Es sorprendente que los hechos históricos, sociales y culturales no despertaran un interés científico hasta muy tarde. Las ciencias no tienen acceso a la objetivación de la interpretación. Esta cuestión es todavía un rompecabezas, un interrogante", apuntó. "Cuando decimos objetivación, nos referimos a una descripción cada vez más imparcial de la realidad que se debe a un descentramiento de las perspectivas de percepción e interpretación. No debemos confundir la objetivación con la cosificación", advirtió. Tras charlar durante casi dos horas, el pensador todavía tuvo la paciencia de dejarse fotografiar con tres de los asistentes. Rechazó varias invitaciones para salir a cenar y cuando hubo saludado a todos los que se le acercaron se marchó con su esposa. Lo que más le apetecía era ir paseando tranquilamente hasta su hotel y descansar para poder pensar. Habermas da respuestas a cómo funciona nuestro pensamiento, pero no da recetas de cómo hemos de vivir. Eso lo deja para los psiquiatras.
Cuando se descubrió que la Tierra no era el centro del universo, deberíamos haber modificado también la situación de los pronombres en la conjugación verbal. Es mentira que todo gire en torno al yo. El centro es él, ése, el otro (el sol), y yo doy vueltas a su alrededor, atado a ese círculo por una fuerza gramatical que no comprendo y que me hace sufrir, una fuerza a la que tengo miedo, una atracción que me enloquece, pero de la que no puedo escapar como no pueden escapar los planetas de sus órbitas. Es casi seguro, en fin, que el yo y el tú se descubrieron tras la aparición del él y no al revés. Si el resto de la gramática está así de equivocada, no nos extrañan las cifras de fracaso escolar que provoca esta asignatura. A ver si lo arreglan.
** Acerca de la situación actual del periodismo, Tomás Eloy Martínez aseguró que se "rompe la cabeza" al pensar cómo se va a salir del "atolladero en el que se encuentra el periodismo papel", y aunque reconoció que aún no se ha encontrado una salida, está convencido de que la prensa la va a hallar. El recientemente galardonado con el premio de periodismo Ortega y Gasset a la trayectoria, insistió en que "ojalá" se halle "una vía de escape a esta especie de camino cerrado", una "vía de confluencia" entre Internet y el periodismo escrito en el que él ha crecido, apuntó en un encuentro con los medios.
** BIS - Perón, un personaje decisivo - "La novela de Perón nació de la necesidad de enmendarle la plana a Perón en el momento en que me di cuenta de que cuando él dictaba sus memorias estaba ocultando hechos importantísimos de su vida o desfigurando otros y estaba usándome para construir su monumento personal", dice Martínez."Conocí a Perón en su peor momento, con López Rega al lado". Entre sus cintas, Martínez tiene grabado a López Rega leyendo un texto escrito por Perón sobre su asistencia al entierro de Mitre: "Perón tenía diez años cuando muere Mitre, el velorio se hizo a una cuadra de su casa. En el relato que Perón escribe y que López Rega reproduce con su voz, dice: 'Tal día de 1906, fui con mi abuela Dominga, mi primo Julio, mi prima Amelia, a rendir homenaje a Mitre. Mi abuela y yo caminábamos delante, mis primos detrás y con nosotros iba José López Rega'. Entonces yo le digo: 'General, estamos hablando del año 1906, López Rega nació en 1916'. Y dice López Rega: 'Yo estaba ahí, ¿no es cierto general?' 'General, López Rega, no pudo haber estado ahí'. 'Yo estuve ahí', dice López Rega. Y mira a Perón como exigiéndole mediar: 'No sé, será como López dice', se rinde Perón".
*** Jürgen Habermas, el filósofo ilustrado - El pensador propone una filosofía universal y sin adjetivos. Nada de entrevistas, nada de actos sociales y nada de homenajes para celebrar los 80 años que cumplirá en junio. Esas fueron las condiciones impuestas por el filósofo Jürgen Habermas (Dusseldorf, 1929) antes de aceptar la invitación de la Universitat Oberta de Catalunya para impartir un seminario y dar una conferencia el pasado martes en el CCCB. Consciente de la marginalidad en la que reside la filosofía, el pensador planteó -ante un público especializado- una extensa genealogía de la filosofía y terminó exponiendo la necesidad de una racionalidad dialógica, no fundamentalista. Una filosofía sin adjetivos que utilice estructuras universales que integren los distintos campos de conocimiento. "Uno de los instrumentos de la filosofía es el análisis conceptual de los textos y sus contextos, ahí se convierte en un medio para clarificar el discurso público. Pero en lo público los filósofos no tenemos ningún privilegio", afirmó el autor de Teoría de la acción comunicativa.
*** BIS - Apoyado en un atril, Habermas desgranó su conferencia poniendo un cuidado extremo en cada palabra. Cada vez que pronunció la palabra certidumbre pidió permiso para denominarla de ese modo.
"Es de una gran seriedad intelectual. Ante el mundo actual se muestra escéptico pero no derrotista. Él piensa que a través de la razón se pueden solucionar muchas cosas", comentó el doctor en Filosofía Pere Fabra a este periódico. Fabra es el puente entre Habermas y Barcelona. "Consciente de que el paradigma científico y técnico es el que impera, Habermas se rebela contra las críticas totalizadoras de la razón y defiende el proyecto ilustrado de una razón que no se perjudique en la crítica. Él defiende un proyecto que no se diluye en el negativismo ni en el escepticismo", aclaró Pere Fabra, que pasó cinco años en Frankfurt bajo la tutela del maestro.
*** PORTRES - El mundo objetivo - Habermas habló gestualizando, esbozando una sonrisa de vez en cuando, pero aún así, la densidad de su discurso no se disipó. Dejó claro que la totalidad trascendental de la metafísica ha quedado atrás, y en su exposición se detuvo en la cuestión de "la objetivación del mundo". Una idea esbozada por el empirismo y que más tarde Kant sacudió. "Es sorprendente que los hechos históricos, sociales, etc. no despertaran un interés científico hasta muy tarde". "Es sorprendente que los hechos históricos, sociales y culturales no despertaran un interés científico hasta muy tarde. Las ciencias no tienen acceso a la objetivación de la interpretación. Esta cuestión es todavía un rompecabezas, un interrogante", apuntó. "Cuando decimos objetivación, nos referimos a una descripción cada vez más imparcial de la realidad que se debe a un descentramiento de las perspectivas de percepción e interpretación. No debemos confundir la objetivación con la cosificación", advirtió. Tras charlar durante casi dos horas, el pensador todavía tuvo la paciencia de dejarse fotografiar con tres de los asistentes. Rechazó varias invitaciones para salir a cenar y cuando hubo saludado a todos los que se le acercaron se marchó con su esposa. Lo que más le apetecía era ir paseando tranquilamente hasta su hotel y descansar para poder pensar. Habermas da respuestas a cómo funciona nuestro pensamiento, pero no da recetas de cómo hemos de vivir. Eso lo deja para los psiquiatras.
657 48-09 - Dialéctica - ¡TRAICIÓN A LAS COSAS! - Roberto Bussero
Múltiples universos y la novedad imposible
No perdí las casi dos horas en que intenté explicar a mis nietos qué implicaba “una película de “cowboys” o “vaqueros”. Deliciosa e infructuosa tarea emprendida mientras corría “La diligencia” de John Ford. En la larga escena del robo de caballos y aislamiento de los sufridos protagonistas, incluido John Wayne, la inocente interrogante acerca de por qué los sitiados no utilizaban sus celulares para pedir auxilio me llevó por una digresión ausente de infantilismo.
Este camino lamentablemente adulto me motivó al menos tres interrogantes: (1) la que refiere a la irreconciliable multiplicidad de tiempos intraculturales (entre subculturas – tribus - y generaciones/edades); (2) la que hace a la imposibilidad de la novedad – que supone una especie de paulatino agotamiento de la historia, pero no su fin, como presentía Fukiyama -; y (3) la que podría enunciarse de este modo: ¿no se ha dado una especie de “traición a las cosas”, provocada por su multiplicidad de utilidades/usos?
En realidad, estimado lector, usted podría cortar tal desarrollo proponiéndome una única interrogante, algo así como que: en una sociedad global/mundial diversificada y segmentada, cruzada por múltiples corrientes migratorias, ¿no es “natural” que el predominio de las visiones “individualistas” – subjetivas o grupales – (1), se agoten en un repertorio “finito” de creencias, valores y conductas (2), y se perciba a los contenidos objetivos como simples eventuales vínculos, y nada más (3)?
Incluso, si la respuesta a la tercera fuera afirmativa, uniéndola con las anteriores, cada grupo mantendría su identidad no por su ”ser/existir” sino por su capacidad de “exprimir” determinados contenidos de su entorno y de rechazar otros.
Más aun, podría decírseme que la mentada “traición a las cosas” sólo implica un apego al uso inicial de una “denominación de objeto”. Ejemplo: existe la máquina fotográfica, ¿a usted le molesta que yo saque instantáneas con mi celular?, si existe el televisor – mis nietos no entienden como sería la vida sin él, pura lectura y radio (¡qué belleza!) y tampoco la convivencia con un “aparato blanco/negro y sin control remoto -, ¿por qué ver TV en el PC?
Sin embargo, la pregunta de mis nietos también deriva a una cuestión ética que podría calificad como “maravillosamente humana. Pido la oportunidad de empezar por el principio, lo que, aunque parezca raro y hasta imposible, no ocurre siempre.
HOMBRE ¿NATURAL?
Permítaseme manejar un texto de Jean-Marie Schaeffer (i). Por un lado, asegura que desde hace por lo menos un siglo y medio, sabemos, que los humanos somos “seres vivientes entre otros seres vivientes (…) y que la unidad de la humanidad es la de una especie biológica”.
Entonces “la llegada a la existencia de la humanidad se inscribe en la historia de lo viviente en un planeta de mediana dimensión de ‘nuestro’ sistema solar”. Como diría Goethe, estamos a caballo sobre una piedra que gira alrededor de otra piedra más grande. Según esto, “no podríamos separarnos del conjunto complejo e inestable de las formas de vida que coexisten actualmente sobre la Tierra. Esta vida no humana constituye mucho más que nuestro ‘entorno’: ella es constitutiva de nuestro ser, que no es otra cosa que una de sus encarnaciones pasajeras”.
La otra tesis/posición es defendida por la mayor parte “de aquellos que se proponen estudiar al ser humano desde una perspectiva filosófica o en su dimensión social y cultural” y afirma que “el hombre constituye una excepción entre los seres que pueblan la Tierra, incluso que constituye una excepción entre los seres -o el ser- a secas”. Esta excepción supondría que, “en su esencia propiamente humana, el hombre poseería una dimensión ontológica emergente, en virtud de la cual trascendería a la vez la realidad de las otras formas de vida y su propia ‘naturalidad’”. Esta es la que Schaeffer llama la tesis de la excepción humana.
Esta Tesis adopta tres formas mayores: el “yo” como un “sujeto”, radicalmente autónomo; el hombre social, como “no natural”, hasta “anti natural”, y la tercera sostiene que es la “cultura” (la creación de sistemas simbólicos) lo que constituye la identidad propiamente humana del ser humano, y que la trascendencia cultural se opone a la “naturaleza” y a lo “social”.
¡ABRITE QUE SE CAE!
A pesar de las repreguntas del lector, y sobre las precisiones/tesis reseñadas, creo poder vincular esa “traición a las cosas” con ciertos procesos de desmantelamiento éticomoral de la sociedad occidental. Me apuro a aclarar que no establezco una relación “esencial” sino fenoménico (que “aparece”) y posiblemente accidental.
Quizás termine sólo refiriendo a la vertiginosa aceleración del tiempo-ciencia, que podría superar la capacidad del tiempo-psiquis, más que nada en su “imposible” versión de un yo aislado. En sí, el tiempo es sucesión de acontecimientos y, por tanto, toda sucesión de ese tipo es social y funciona por oposiciones, convergencias/divergencias.
Más allá de esa reducción, entiendo que ese tipo de proceso de alteración – altamente divergente – compromete la identidad ética y dificulta la vinculación de ésta con las acciones puntuales, que deberían poder “catalogarse” como buenas o malas.
No quiero decir que la generación de mis nietos crece hacia una impericia ética y un fracaso moral inevitables. Sí digo que prestar atención a las unidades de conducta y valor y, justamente, “valorizarlas” como formas culturales deseables por y más allá de los grupos de pertenencia – sobre todo en y desde los más inmediatos: familia, estudios, barrio – no vendría mal para el desarrollo de una sociedad “acelerada”.
Sin duda, la atención recomendada, que podría iniciarse por un “reconocimiento de las cosas”, abre expectativas para evitar traiciones mayores, sobre todo las que terminan hiriendo la convivencia, la paz y, ¿por qué no decirlo?, la participación democrática en lo local y las posteriores ”universalidades“ políticas societales.
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(i) Jean-Marie Schaeffer El fin de la excepción humana
No perdí las casi dos horas en que intenté explicar a mis nietos qué implicaba “una película de “cowboys” o “vaqueros”. Deliciosa e infructuosa tarea emprendida mientras corría “La diligencia” de John Ford. En la larga escena del robo de caballos y aislamiento de los sufridos protagonistas, incluido John Wayne, la inocente interrogante acerca de por qué los sitiados no utilizaban sus celulares para pedir auxilio me llevó por una digresión ausente de infantilismo.
Este camino lamentablemente adulto me motivó al menos tres interrogantes: (1) la que refiere a la irreconciliable multiplicidad de tiempos intraculturales (entre subculturas – tribus - y generaciones/edades); (2) la que hace a la imposibilidad de la novedad – que supone una especie de paulatino agotamiento de la historia, pero no su fin, como presentía Fukiyama -; y (3) la que podría enunciarse de este modo: ¿no se ha dado una especie de “traición a las cosas”, provocada por su multiplicidad de utilidades/usos?
En realidad, estimado lector, usted podría cortar tal desarrollo proponiéndome una única interrogante, algo así como que: en una sociedad global/mundial diversificada y segmentada, cruzada por múltiples corrientes migratorias, ¿no es “natural” que el predominio de las visiones “individualistas” – subjetivas o grupales – (1), se agoten en un repertorio “finito” de creencias, valores y conductas (2), y se perciba a los contenidos objetivos como simples eventuales vínculos, y nada más (3)?
Incluso, si la respuesta a la tercera fuera afirmativa, uniéndola con las anteriores, cada grupo mantendría su identidad no por su ”ser/existir” sino por su capacidad de “exprimir” determinados contenidos de su entorno y de rechazar otros.
Más aun, podría decírseme que la mentada “traición a las cosas” sólo implica un apego al uso inicial de una “denominación de objeto”. Ejemplo: existe la máquina fotográfica, ¿a usted le molesta que yo saque instantáneas con mi celular?, si existe el televisor – mis nietos no entienden como sería la vida sin él, pura lectura y radio (¡qué belleza!) y tampoco la convivencia con un “aparato blanco/negro y sin control remoto -, ¿por qué ver TV en el PC?
Sin embargo, la pregunta de mis nietos también deriva a una cuestión ética que podría calificad como “maravillosamente humana. Pido la oportunidad de empezar por el principio, lo que, aunque parezca raro y hasta imposible, no ocurre siempre.
HOMBRE ¿NATURAL?
Permítaseme manejar un texto de Jean-Marie Schaeffer (i). Por un lado, asegura que desde hace por lo menos un siglo y medio, sabemos, que los humanos somos “seres vivientes entre otros seres vivientes (…) y que la unidad de la humanidad es la de una especie biológica”.
Entonces “la llegada a la existencia de la humanidad se inscribe en la historia de lo viviente en un planeta de mediana dimensión de ‘nuestro’ sistema solar”. Como diría Goethe, estamos a caballo sobre una piedra que gira alrededor de otra piedra más grande. Según esto, “no podríamos separarnos del conjunto complejo e inestable de las formas de vida que coexisten actualmente sobre la Tierra. Esta vida no humana constituye mucho más que nuestro ‘entorno’: ella es constitutiva de nuestro ser, que no es otra cosa que una de sus encarnaciones pasajeras”.
La otra tesis/posición es defendida por la mayor parte “de aquellos que se proponen estudiar al ser humano desde una perspectiva filosófica o en su dimensión social y cultural” y afirma que “el hombre constituye una excepción entre los seres que pueblan la Tierra, incluso que constituye una excepción entre los seres -o el ser- a secas”. Esta excepción supondría que, “en su esencia propiamente humana, el hombre poseería una dimensión ontológica emergente, en virtud de la cual trascendería a la vez la realidad de las otras formas de vida y su propia ‘naturalidad’”. Esta es la que Schaeffer llama la tesis de la excepción humana.
Esta Tesis adopta tres formas mayores: el “yo” como un “sujeto”, radicalmente autónomo; el hombre social, como “no natural”, hasta “anti natural”, y la tercera sostiene que es la “cultura” (la creación de sistemas simbólicos) lo que constituye la identidad propiamente humana del ser humano, y que la trascendencia cultural se opone a la “naturaleza” y a lo “social”.
¡ABRITE QUE SE CAE!
A pesar de las repreguntas del lector, y sobre las precisiones/tesis reseñadas, creo poder vincular esa “traición a las cosas” con ciertos procesos de desmantelamiento éticomoral de la sociedad occidental. Me apuro a aclarar que no establezco una relación “esencial” sino fenoménico (que “aparece”) y posiblemente accidental.
Quizás termine sólo refiriendo a la vertiginosa aceleración del tiempo-ciencia, que podría superar la capacidad del tiempo-psiquis, más que nada en su “imposible” versión de un yo aislado. En sí, el tiempo es sucesión de acontecimientos y, por tanto, toda sucesión de ese tipo es social y funciona por oposiciones, convergencias/divergencias.
Más allá de esa reducción, entiendo que ese tipo de proceso de alteración – altamente divergente – compromete la identidad ética y dificulta la vinculación de ésta con las acciones puntuales, que deberían poder “catalogarse” como buenas o malas.
No quiero decir que la generación de mis nietos crece hacia una impericia ética y un fracaso moral inevitables. Sí digo que prestar atención a las unidades de conducta y valor y, justamente, “valorizarlas” como formas culturales deseables por y más allá de los grupos de pertenencia – sobre todo en y desde los más inmediatos: familia, estudios, barrio – no vendría mal para el desarrollo de una sociedad “acelerada”.
Sin duda, la atención recomendada, que podría iniciarse por un “reconocimiento de las cosas”, abre expectativas para evitar traiciones mayores, sobre todo las que terminan hiriendo la convivencia, la paz y, ¿por qué no decirlo?, la participación democrática en lo local y las posteriores ”universalidades“ políticas societales.
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(i) Jean-Marie Schaeffer El fin de la excepción humana
656 47-09 - Actuales - La oligarquía sojera desespera por los avances de la ciencia argentina independiente - Alberto Jorge Lapolla
* sin duda, un punto de vista
polémicamete aceptable y sólo
fundadamente discutible, red.
Terror en el rentismo sojeroEn un editorial del 24 de abril del diario de los Mitre, terroríficamente titulado ‘tierra arrasada’, refrendado por otro del día siguiente de F. Bertello llamado ‘Ante el riesgo de volver al pasado’ –pasado industrial, productivo, independiente, soberano e inclusivo, podríamos agregar-, se hace una defensa desesperada y plagada de mentiras y descalificaciones antidemocráticas hacia la acción del gobierno, del modelo de la sojización. Allí se defiende irresponsablemente la principal herramienta del pequeño poroto transgénico: la lluvia agrotóxica del herbicida glifosato que anualmente inunda nuestros campos, napas, cursos de agua, arroyos, lagunas, ríos y el ambiente circundante de las ciudades del interior. Lluvia que viene acompañada, de su secuela de teratogénesis (malformaciones en los nacimientos y abortos espontáneos) cánceres, alergias, dermatitis, enfermedades respiratorias, expansión descontrolada de la población de mosquitos, afectación de la micro-macroflora y micro-macrofauna del suelo y otros efectos nocivos que se manifiestan en toda la extensión de la cuenca sojera. Espantó a La Nación, un reciente informe preliminar dado a conocer por el Dr. Andrés Carrasco, científico argentino de renombre internacional, con más de treinta años de carrera, descubridor en los años ochenta del rol de los ‘Genes Hox’ en la morfogénesis de los vertebrados y Director del Laboratorio de Embriología Molecular del Conicet y de la Facultad de Medicina de la UBA. El informe del Dr. Carrasco versaba sobre los graves trastornos teratógenicos y protocancerígenos descubiertos en sus investigaciones de dos años de duración, en embriones de Xenopus levis, un anfibio utilizado en el mundo entero para estudiar los efectos de los fármacos y tóxicos sobre los vertebrados. Gracias a lo descubierto por el Dr. Carrasco en los años ochenta, la ciencia mundial sabe hoy que los procesos morfogenéticos de los anfibios, se reproducen de igual manera en el resto de los vertebrados, lo que incluye al ser humano. Es por ello que Carrasco, como haría cualquier científico responsable ante su sociedad, haya preferido hacer públicos a la prensa sus conclusiones, ya bastante avanzadas y con contundente seriedad académica. Palabrita ésta que le gusta a La Nación cuando la ‘Academia’ es de ella, pero que le molesta cuando la Academia le juega en contra. Carrasco salió a advertir a la comunidad, antes de publicar su trabajo en cualquiera de las medios científicos existentes, pues al descubrir un hecho que puede afectar gravemente a la salud de la población, primó su responsabilidad como científico, antes que las ataduras a los pasos burocráticos del sistema científico, que por otro lado lo autorizan perfectamente a hacer lo que hizo. De hecho las denuncias y evidencias contra los nocivos efectos del glifosato-Round up y el paquete de agrotóxicos que acompañan a la sojización, van en aumento día a día. La Nación reduce la cifra de agrotóxicos, a 160-180 millones de litros, pero en la última campaña los litros desparramados superan los 300 millones de venenos, varios de ellos prohibidos en otros países (2-4-D, Clorpirifós, Paraquat, Diquuat), con crecientes daños para el ecosistema en su conjunto y para la salud de la población en particular. Lógicamente las medidas a tomar a partir de la publicación oficial del informe, que pese a lo que tergiversa La Nación, fue entregado por el Dr., Carrasco, al Poder Ejecutivo Nacional, a ambas cámaras del Congreso Nacional y al Conicet, y un resumen preliminar nos fue entregado por correo electrónico a los investigadores ambientales y está disponible para cualquiera. Pero claro, no fue entregado con anticipación –impidiendo su ocultamiento- ni a la Nación, ni a Clarín, ni a la Cámara de agrotóxicos y fertilizantes, ni a Aapresid, ni a Monsanto, ni a los muchachos de la Mesa de Enlace, ni a ningún otro integrante del ‘agronegocio sojero’, y eso lo hace insostenible para La Nación. Peor aun, todos ellos comienzan a mirar con preocupación a sus colegas de la industria del tabaco, cuando se confirmara su relación directa con el cáncer de pulmón. Las costosas indemnizaciones que el agronegocio sojero deberá pagar al conjunto de la población contaminada con venenos agrícolas, por sus secuelas de cánceres, malformaciones, abortos espontáneos, y otras plagas parecen quietarle el sueño a La Nación y sus socios sojeros, por eso no ven la hora, ni la forma de acabar con este gobierno que permite estas investigaciones impertinentes. La sojización constituye una verdadera plaga que ha devastado el otrora poderoso y autosuficiente sistema productivo agropecuario argentino, que se caracterizaba por obtener una enorme masa de alimentos sanos y de altísima calidad sin apelar prácticamente al uso de agrotóxicos, basándose en las enormes ventajas agroecológicas de nuestras pampas y de la rotación agrícola-ganadera que por décadas permitió alimentar adecuadamente a nuestra población y al mismo tiempo poseer un alto saldo exportable de granos y carnes de altísima calidad, hoy perdida por la sojización masiva y la expansión de la producción de ‘carne- basura’ producida en el feed- lot, su lógico producto. Así dejamos de ser el ‘granero del mundo’ –que añora La Nación- para transformarnos en el ‘pastizal-sojal’ de China, la India y la UE, primarizando nuestra producción agrícola a extremos ridículos. Le vendemos soja y maíz en grano a Chile, para comprarles luego los cerdos y pollos que ellos producen con nuestros granos y que nosotros hemos dejado de producir gracias a la expansión descontrolada de la producción de ‘pasto-soja’.
Mentiras a granel
En un párrafo sin desperdicio, para el dolor de nuestra memoria histórica, La Nación se escandaliza de que la Ministra de Defensa haya prohibido sembrar soja trángencia en los campos del Ministerio a su cargo. El diario no puede dejar de mostrar su espanto ante el sistema democrático vigente y su profundización a partir de 2003. Dice La Nación: ‘Cuesta creer la ligereza con la cual la ministra de Defensa ha dispuesto prohibir la siembra de soja transgénica en inmuebles propios de las Fuerzas Armadas. Desde el momento en que el ex presidente Néstor Kirchner ordenó a su entonces jefe de Estado Mayor General del Ejército que retirara, como si hubiera sido un peón de limpieza, con sus propias manos un retrato de Jorge Videla del Colegio Militar, la época del desprecio por las instituciones del país ha seguido un curso por momentos trágico y por momentos desopilante.’ Si el párrafo no perteneciera a un editorial del diario mitrista, seguramente merecería integrar una de las mejores antologías de la picaresca político. Cuando el ex presidente Kirchner ordenó al Jefe de Estado mayor retirar la foto de Videla -pues ninguno de los colaboradores del general quiso hacerlo en muestra de rebeldía- Kirchner cerraba con esa acción decidida y valiente un largo ciclo histórico de autoritarismo militar por sobre el poder civil. Fue en ese preciso instante que la aciaga frase del ex presidente Alfonsín, sobre sus ‘Felices Pascuas’ que congelara por veinte años la construcción de un verdadera democracia en la Argentina, pasaba a ser historia. Néstor Kirchner ponía blanco sobre negro que el jefe militar era el Presidente elegido democráticamente por los argentinos, tal cual expresa nuestra Constitución. Esa que La Nación despreciara y aboliera una y otra vez a lo largo de nuestra historia, apoyando a cuanto golpe de Estado se produjera. Los genocidas y asesinos debían ser juzgados, la democracia podía seguir su curso interrumpido por las leyes de la impunidad. Kirchner hacía exactamente, lo que Alfonsín se había negado a hacer en la aciaga Semana Santa donde decidió vaciar de contenido su gobierno y traicionando a los millones de argentinos que dejando de lado sus banderías políticas, ocuparon las plazas de la Patria, rodearon Campo de Mayo y estaban prontos a destrozar al ejército asesino y genocida emergido del 24 de marzo de 1976 y dispuestos reemplazarlo por uno nuevo democrático y popular.
Videla y el glifosato: el mismo proyecto
Resulta notable que La Nación junte al glifosato y la sojaRR con Videla, casi sin anestesia, pues como hemos explicado muchas veces, la sojziación, que ha devuelto al país al modelo agroexportador, es hija directa de la brutal desindustrialización iniciada en marzo de 1976 y llevada hasta el hartazgo por el menemato. Entre 1976 y diciembre de 2001 se destruyeron 280.000 establecimientos industriales y se perdieron 300.000 productores agropecuarios. De ese increíble retroceso histórico surgió la sojización que nos devolvió al modelo de la ‘granja británica’, vigente entre 1862 a 1943, claro que ahora remozada como ‘pastizal chino’. Le vendemos a China ‘pasto-soja’ y le compramos toda su producción industrial incluida la basura. Eso si que es retorno al pasado. Argentina es el único país en el mundo que se desindustrializó por decisión política de su burguesía, sin haber sufrido ni una guerra de invasión, o de anexión, como ocurriera con la ex Yugoeslavia, la ex Alemania comunista o Irak. La última frase del párrafo es absolutamente perversa y denuesta el correcto accionar de la Presidenta legitima de los argentinos. ‘De un día para otro se toman en el seno de un gobierno orientado desde las sombras, y no por quien fue elegida para regir por cuatro años su destino, medidas que asombran. Pasará el tiempo y muchos de los personajes de esta época revistarán como protagonistas de capítulos inverosímiles, impropios de una república cuya grandeza se celebró por muchas razones en el mundo.’ ¿A razón de qué, una medida tomada por la ministra de Defensa designada por aquella Presidenta ‘elegida para regir por cuatro años su destino’ años proviene de un supuesto ‘poder en las sombras’? O acaso la ministra Garré no habrá consultado a la Presidenta, antes de tomar la correcta decisión de prohibir la sojaRR en los campos militares? Campos que por supuesto, no debían estar destinados a la especulación rentista-sojera, sino a la producción de alimentos para nuestras fuerzas armadas. Un ejemplo que debería tomar el ministerio de Educación y prohibir que los campos pertenecientes a las escuelas Agropecuarias o a las Facultades de Agronomía de todo el país se alquilen o produzcan desvergonzadamente sojaRR como si más. Finalmente el párrafo hace mención a gobernantes ‘impropios de una república cuya grandeza se celebró por muchas razones en el mundo’. ¿A qué grandeza se refiere La Nación? ¿A que Republica se refiere el diario de Mitre? ¿A esa extraña ‘república conservadora’, sin voto universal existente entre 1862 y 1916? ¿Al país de las vacas y las estancias? ¿A ese que según Roulet, dirigente de CRA, ‘hicieron grande el campo, la Iglesia y las Fuerzas Armadas?’ Esa República sin votos es la que añora la burguesía terrateniente, hoy reconstituidos en poderosa burguesía sojera, luego de haber vendido sus empresas industriales, habiendo fugado entre 150.000 y 300.000 millones de dólares fuera del país y haber recuperado gran parte de las tierras que debiera vender durante los años del peronismo. Añoran esa ‘republica’ donde votaban los muertos, y el ‘Presidente de la Nación’ se elegía en reuniones del Jockey Club, el Banco de Londres y el Club del Progreso. ¿Será por eso que toda la oposición habla de República, y olvida hablar de democracia? Recordamos entonces una frase que Jaime Jacques Perriaux, el ideólogo del modelo económico perpetrado por Martínez de Hoz, le señalara pedagógicamente al asesino Videla: ‘conviene hablar de República y no de democracia. A la democracia hay que explicarla a la republica no’. Creemos hallar allí la explicación de tanto fervor republicano de la oposición que se niega a hablar de derechos económicos, sociales y humanos, implicados en la ‘democracia para todos’ y no solo para los propietarios de la tierra (6900 familias dueñas del 49.7% de la tierra en la Argentina, bueno es recordarlo). Nos viene a la memoria al caso, un discurso de Domingo F. Sarmiento, en el Senado Nacional que creemos expresa el pensamiento republicano de La Nación, dice allí el ‘padre del aula’: ‘La clase decente forma la democracia, ella gobierna y ella legisla.(...) Cuando decimos pueblo entendemos los notables, activos, inteligentes: clase gobernante. Somos gentes decentes. Patricios a cuya clase pertenecemos nosotros, pues, no ha de verse en nuestra Cámara, ni gauchos, ni negro, ni pobres. Somos la gente decente, es decir patriota.(...) las masas populares cuando llegan al poder establecen la igualdad por las patas, el cordel nivelador se pone a la altura de la plebe y !ay de las que lo excedan de una línea! El ejercicio de la soberanía popular traería como consecuencia la elevación de un caudillo, que representa en todos sus instintos la mayoría numérica en despecho de la minoría ilustrada’.(1) Parecería que para los nostálgicos de la república conservadora el voto universal y la vigencia plena de las instituciones democráticas es un problema sin solución. Por suerte.
1-Citado por Carlos Paz en Poder, Negocios y Corrupción en la Época de Rivadavia, pag., 71, De Alejandría, 2000
**Ingeniero Agrónomo genetista e Historiador, Director del Instituto de Formación y Capacitación de la CMP
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